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Tecnología

El fabricante de drones navales que promete sacar a la US Navy del agujero en el que está

Si Saronic logra sacar adelante su idea, puede que cambie el lenguaje de la guerra sobre el mar

El fabricante de drones navales que promete sacar a la US Navy del agujero en el que está

Barcos de Saronic.

No gana para disgustos. La industria naval militar es un berenjenal que hace aguas desde hace una década. Deja barcos varados, submarinos inoperativos durante lustros, lanza carísimos navíos que no saben para qué usar, y otros a los que se les raja el casco porque no soportan su potencia. Pero hay alguien que cree tener la solución: Saronic.

La Marina estadounidense, perteneciente al ejército más potente del universo conocido, achica agua desde hace un tiempo. Sus patinazos acaban en mofa de analistas, pero no hace ni pizca de gracia a sus responsables, porque el resultado final es un grado de ineficiencia que jamás se había visto. Y hay muchos ejemplos.

Uno que brilla con luz propia es el del submarino USS Boise. Lanzado en 1991, su última misión fue en 2015. Perdió la certificación de inmersión en 2017 y, pese a un contrato millonario en 2024, su reparación no se completará hasta 2029, lo que significa aproximadamente quince años fuera de servicio, prácticamente al final de su vida útil. Este navío refleja el colapso del sistema de mantenimiento naval, pero hay más casos de enormes errores de concepción, diseño, aplicación de una doctrina errada o sencillos casos de uso sin una utilidad concreta.

Un informe del Pentágono detalla que de los once cruceros Ticonderoga planificados para modernizarse, solo tres llegarán a terminar el proceso. En dicho informe se estima que, tras estas inversiones, ninguno será capaz de extender su servicio durante los cinco años programados tras su actualización. En el mismo viaje, se arrojaron por la borda los 1.600 millones de euros invertidos en cuatro buques que fueron dados de baja antes de empezar a operar tras su reforma.

Las fragatas de la clase Constellation están sufriendo retrasos importantes, con un diseño mutante e indefinido, y del que solo se ha completado alrededor del diez por ciento de un primer buque, varios años después del inicio de construcción. El proyecto es costoso y está muy por encima del presupuesto previsto.

Lo del programa LCS (Littoral Combat Ship) es ya para nota. Bifurcado en dos tipos de navío, la US Navy no sabe qué uso dar al espectacular e hipercostoso trimarán USS Independence; lo tienen, pero no tienen muy claro para qué sirve. Más doloroso es el caso de su hermano, de la tipología a la que atiende el USS Freedom. Con un aspecto algo más tradicional, su casco no soporta la potencia de sus motores y hasta 2023 se enviaron al desguace hasta nueve unidades, una de ellas con dos años de servicio. Lo que no saben es qué van a hacer con las otras seis que están en construcción; de momento, pagar por ellos casi el triple de los alrededor de 220 millones de dólares en que estaban presupuestados.

La Marina de EEUU no puede construir barcos. Carece de dinero, mano de obra y una base industrial militar robusta. Su nueva línea de portaaviones, su planificada serie de submarinos nucleares balísticos y su futura flota de fragatas con misiles guiados están tan atrasados que hay pocas esperanzas de cumplir los plazos.

El problema básico es que de los más de cincuenta astilleros especializados en navíos militares que existían tras la Segunda Guerra Mundial, hoy la US Navy solo maneja cuatro: Portsmouth, Norfolk, Puget Sound y Pearl Harbor. Hay más, de menor entidad, privados y que trabajan para la Marina, pero en conjunto quedan muy lejos de la eficiencia requerida. Una de las claves es que muchas jubilaciones y la escasa llegada de técnicos especializados están dejando sin personal a la estructura. Pero hay quien cree tener la solución.

Saronic es una joven y ambiciosa empresa de defensa, que ha presentado su proyecto Port Alpha, donde dicen que se va a construir el futuro de la guerra naval. El astillero de próxima generación, con múltiples funciones automatizadas, se ha diseñado para colocar a Estados Unidos en la vanguardia de la supremacía marítima. La promesa pasa por que, una vez que esté plenamente operativo, Port Alpha no solo producirá docenas de buques de guerra, sino que fabricará cientos de buques de superficie autónomos y no tripulados, capaces de devolver al Pentágono la dominancia naval que alguna vez disfrutó.

Es un plan audaz, respaldado por una empresa con cientos de millones de dólares a su disposición, en un momento en que el país busca desesperadamente una solución a su problema: sus enemigos siempre están al otro lado de una lámina de agua. Si Saronic tiene éxito, se convertirá rápidamente en una de las claves de la defensa global, pero si fracasa, podría retrasar al país en materia de defensa durante décadas.

Un plan ambicioso

Si logran la misión que se han propuesto, Saronic se convertirá en el principal constructor naval de Estados Unidos. La especialidad de esta compañía es la de construir drones navales, diseñados para operar en alta mar y en los entornos más hostiles. Los barcos robotizados han emergido como una de las tecnologías militares más atractivas de esta tercera década del XXI. Su efectividad quedó demostrada en el mar Negro durante la defensa de Ucrania contra Rusia.

Pequeños, rápidos y sin tripulación a bordo, los drones navales ucranianos demostraron ser muy eficaces al ejecutar ataques en oleadas contra enormes y costosos buques de guerra. Golpean la línea de flotación, detonan y hunden sus objetivos, a los que remiten al fondo del mar a cambio de una fracción minúscula del coste de los barcos que destruyen. Esta capacidad no solo plantea un desafío práctico difícil de derrotar, sino que también sirve como un gran igualador para fuerzas armadas con marinas pequeñas.

Saronic ofrece todo un catálogo de buques de superficie no tripulados repletos de potencial táctico. El dron Spyglass, de 1,8 m de largo, ofrece potencia destructora en un paquete muy compacto: puede cargar hasta 18 kg de explosivos, alcanzar velocidades de hasta 37 km/h y cubrir un rango de 55 km. El Spyglass puede operar de forma independiente o como parte de un enjambre.

El Cutlass, de 4,3 m de largo, alcanza la misma velocidad máxima, pero con un alcance de 555 km y una carga útil de 90 kg. Es capaz de cazar objetivos y detonar una carga explosiva, o bien rastrear e identificar de manera autónoma otros barcos antes de enviar los datos a su base. El Corsair, de 7,3 m de largo, puede superar los 65 km/h, recorrer hasta 1.850 km y transportar cargas de hasta 450 kg. Diseñado para una alta modularidad, puede producirse en masa con facilidad.

Más grandes que los habituales

Pero hay más. El Mirage mide 12 m de largo, transporta 900 kg de carga útil y presume de un alcance superior a los 3.700 km náuticos, lo que duplica las especificaciones del Corsair. El Cipher es aún mayor y más formidable: con 18 m de eslora, puede recorrer hasta 5.550 km y cargar 4.500 kg, quintuplicando la capacidad del diseño anterior. El más grande de todos es el Marauder, que se espera construir en un astillero recién adquirido en el estado de Luisiana. Con 46 metros de eslora, tendrá capacidad para 40 toneladas métricas de carga útil y un alcance de hasta 6.500 km.

Estos seis diseños, tomados en conjunto, representan un arsenal de drones náuticos únicos. Las imágenes conceptuales de la compañía muestran embarcaciones equipadas con lanzadores de cohetes o capaces de transportar contenedores de carga, todo operando de manera autónoma y construido bajo principios de diseño modular y flexible.

La clave sobre la que gira todo a nivel industrial es construir un astillero —sin fecha ni ubicación concretas— para producir un número masivo de buques autónomos con una alta cadencia. Es un plan tan impresionante en ambiciones como vago en promesas, lo que deja alguna duda en el aire. Sin embargo, hay razones para creer que Saronic tiene posibilidades de lograrlo: sus diseños son muy avanzados, los prototipos funcionan y su arquitectura de software parece aportar cierta ventaja.

Regeneración de la cultura empresarial

Otro aspecto en el que los ejecutivos de Saronic enfatizan es su enfoque en cambiar la cultura de la industria naval estadounidense. Muy anquilosado en formas e imagen, es un sector que los jóvenes perciben como un trabajo poco excitante, mal pagado y peligroso. Su concepto empresarial es más cercano al de Apple o Google que al de Boeing. Por eso, una de sus primeras fases es la de crear una infraestructura humana, con un grupo robusto de jóvenes ingenieros y constructores motivados, y una región atractiva para que se queden a vivir una vez contratados.

La meta final de la compañía es construir buques de guerra autónomos que dejarían en ridículo incluso al Marauder de 46 metros. Mientras la mayoría de las empresas del sector priorizan embarcaciones pequeñas y ligeras diseñadas para portar municiones explosivas y detonar al impacto, Saronic planea desarrollar buques autónomos medianos y grandes capaces de cumplir funciones similares a las de destructores y fragatas de la Marina de EE. UU.

En un escenario ideal, la Marina de EE. UU. espera contar con 381 barcos en treinta años —hoy tiene 295—, y entre ellos desea que haya al menos 40 buques grandes no tripulados, con planes de tener una flota de superficie autónoma totalmente operativa. Bajo las condiciones actuales, estas metas simplemente no se cumplirán. Pero si Saronic logra sacar adelante su idea, puede que cambien no solo a la US Navy, sino el lenguaje de la guerra sobre el mar.

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