Leonidas, el sistema que puede detener las narcolanchas del estrecho sin tocarlas
Es probable que pronto veamos helicópteros o drones equipados con esta tecnología

Existe una versión de Leónidas preparada para volar instalada en drones
Fue como recibir un martillazo invisible. Las cuarenta y nueve aeronaves robotizadas que flotaban en el aire cayeron de la misma manera que un enjambre de moscas rociadas con napalm. Ocurre que ese napalm es electrónico y desactivó sus mecanismos internos, al igual que podría suspender la actividad de los motores que usan las narcolanchas. Lo fabrica la compañía estadounidense Epirus, y tiene nombre de héroe espartano: Leonidas.
Fue este verano, en Camp Atterbury, un recinto militar en Indiana, donde el ejército norteamericano prueba parte del equipamiento que lleva a sus contiendas. En presencia de observadores de otros nueve países aliados, los técnicos de Epirus desactivaron el casi medio centenar de drones comerciales. «No derribamos más porque solo compramos esos», afirman los responsables enarcando las cejas.

Leonidas dispara un haz invisible de energía –microondas– que detiene la actividad electrónica… cuando no cuece de forma directa los circuitos de sus blancos, dependiendo de su potencia de disparo programada y distancia. Una de sus propiedades paralelas, y con las que Epirus ya ha hecho pruebas, es la de generar un efecto similar con pequeñas embarcaciones, justo las que utilizan los narcotraficantes entre nuestras costas y las de Marruecos.
La lucha contra el transporte de droga por vía marítima se enfrenta a un dilema técnico, legal y ético: cómo detener las lanchas rápidas que surcan mares y ríos sin poner en riesgo la vida de sus tripulantes ni provocar daños colaterales en entornos costeros. Por eso la idea de detenerlas en seco, dejarlas a la deriva sin tocarlas, suena como un sueño para las autoridades.
Un disparo de un Leonidas en vuelo o desde otra embarcación es capaz de dejar inactivos motores, GPS, teléfonos móviles, o radios y cualquier dispositivo tecnológico a bordo. Sin proyectiles, convertiría a sus blancos en poco más que colchones de playa. Aunque parezca una solución salida de una película de ciencia ficción, ya ha demostrado eficacia en pruebas operativas.
Epirus irrumpió en 2020 con una propuesta desarrollada para la defensa contra enjambres de drones. Con esa base de trabajo, la compañía comenzó a explorar nuevas aplicaciones que iban más allá del ámbito aéreo, y abrió la puerta a su empleo contra embarcaciones de superficie.
El Pentágono llevaba años invirtiendo millones en el desarrollo de tecnologías no cinéticas para frenar este tipo de amenaza, sin que hasta ahora se hubiera logrado un sistema operativo real. Leonidas, asegura, llena esa brecha con un dispositivo ya probado en escenarios reales y con un grado de madurez que permite pensar en un despliegue cercano en el tiempo.
En lo tocante a lo náutico, el gran salto llegó durante el ejercicio Coastal Trident, organizado por la Marina de Estados Unidos en agosto del año pasado. Allí, la variante marítima del sistema, denominada Leonidas H2O, fue probada contra motores fueraborda comerciales de entre 40 y 90 caballos de potencia. El resultado sorprendió incluso a sus diseñadores: cuatro embarcaciones quedaron inmovilizadas a distintas distancias, sin necesidad de recurrir a la máxima potencia del sistema ni a todas sus frecuencias operativas.

Según explicó la compañía, en aquellas pruebas el sistema solo funcionó a media potencia y aun así fue efectivo hasta una distancia de casi cien metros. La clave de su rendimiento está en la interacción con el agua, que se comporta como un espejo capaz de reflejar los haces de microondas y amplificar su alcance hacia los objetivos. Para conseguirlo, Epirus tuvo que introducir modificaciones en el software que controla la emisión de energía para ajustarlo a las particularidades de una superficie cambiante y la corrosión salina.
La guerra sin bajas
El principal atractivo del sistema Leonidas aplicado al ámbito naval reside en el hecho de que permite neutralizar amenazas sin causar bajas, al contrario que los misiles Hellfire que la marina estadounidense emplea contra las narcolanchas venezolanas en el Caribe. A diferencia de los sistemas basados en ataques cinéticos, que entrañan el riesgo de impactos descontrolados en puertos o zonas costeras, Leonidas actúa de forma directa sobre los motores. Las embarcaciones quedan a la deriva, sin que el casco sufra daños estructurales ni los tripulantes vean comprometida su seguridad física.
En un escenario como la lucha contra las narcolanchas en aguas españolas esta capacidad supone una ventaja notable. Las fuerzas de seguridad podrían detener a las embarcaciones en alta mar sin necesidad de abrir fuego, lo que facilitaría la captura de cargamentos y detención de tripulantes con un mínimo riesgo. El carácter no letal de la tecnología la convierte en un complemento ideal a los medios tradicionales, y al mismo tiempo en una herramienta valiosa para operaciones de guardacostas y seguridad portuaria.
Pero el concepto no se limita a instalaciones terrestres o navales. Epirus también ha desarrollado Leonidas Pod, un módulo compacto que se puede instalar en drones o helicópteros. Esta variante permitiría a aeronaves desplegar el arma de microondas sobre embarcaciones en movimiento, para interceptarlas a gran velocidad desde el aire, haciendo inútil cualquier intento de huida.
Un enjambre de desactivadores aerotransportados
En el caso de drones, el sistema puede operar en tándem con otras cápsulas, para crear un entramado de haces electromagnéticos que cubra un área mayor. Esta portabilidad multiplica los escenarios de uso. Desde helicópteros ligeros que patrullan costas hasta drones desplegados en zonas fluviales, la tecnología podría adaptarse a diferentes necesidades sin perder eficacia.
El sistema, no obstante, tiene limitaciones. Una de las principales es que no puede actuar bajo el agua, ya que las ondas electromagnéticas se detienen tras pocos centímetros de inmersión. Esto lo hace ineficaz contra submarinos o contra cargas sumergidas, aunque no compromete su función principal en superficie.
La aparición de Leonidas se enmarca en un contexto de transformación tecnológica, donde los ejércitos y cuerpos de seguridad buscan herramientas eficaces contra amenazas no convencionales. La guerra de Ucrania ha demostrado el impacto de sistemas no tripulados y soluciones asimétricas en el mar, lo que refuerza la idea de que el futuro de los combates y las operaciones policiales pasará en buena medida por la energía dirigida.
Una solución ideal
Leonidas ofrece una opción que evita daños humanos y materiales en la lucha contra las narcolanchas y que podría integrarse fácilmente en sistemas de patrullaje aéreo y marítimo. Si las pruebas continúan y demuestran su fiabilidad, es probable que pronto veamos helicópteros o drones costeros equipados con esta tecnología, capaces de inmovilizar embarcaciones con un haz invisible.
Un escenario en el que detener a los narcotraficantes ya no implicará arriesgar vidas ni recurrir a las armas de fuego, algo que no desea nadie ante una más que posible respuesta que convierta el Estrecho en una zona de guerra.