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Tecnología

Skorpion: el arma de tecnología española que hace sonreír a los marines

El sistema desarrollado al norte de Madrid está siendo adaptado a distintos cuerpos del Pentágono

Skorpion: el arma de tecnología española que hace sonreír a los marines

Un Alakran del ejército de tierra muestra sus capacidades ofensivas.

Estaban descolocados. Aquellos soldados rusos recibían una andanada de fuego desde el aire sin poder detectar su procedencia. Mandaban drones al posible origen del fuego graneado, y sus aviones robotizados regresaban vacíos. Es un detalle muy menor en una situación así, pero no sabían que les estaban atacando con un arma española: el Alakran.

Lo que también desconocían las tropas de Moscú es que, aunque sospechaban el origen aproximado de aquella lluvia de fuego, ignoraban las especiales características del mortero Made in Spain. Con un alcance homologado de algo más de ocho kilómetros y subido sobre un todoterreno, salía de su escondrijo –un bosque–, efectuaba varios disparos, y cuando sus granadas aún estaban en vuelo ya se ocultaban entre la maleza.

Los drones rusos no podían entrar en ese espacio, y, protegido por una densa arboleda, el Alakran entraba y salía para realizar su trabajo y volver a su madriguera. Este tipo de táctica no siempre es posible, pero se prueba, verifica y utiliza en el ejército norteamericano, donde se presenta con un nombre más local: Skorpion, que es el nombre con el que se conoce por aquellas latitudes a los alacranes más ibéricos. Algunos cuerpos dependientes del Pentágono —como los Marines— ya lo han adoptado como equipamiento de uso regular, en un proceso de aprobación progresiva.

El mortero es la pieza de artillería más sencilla de todas. Proviene, en su origen, de lo que podría definirse «como una olla, que lanza hacia delante, y sin mucha precisión, sus proyectiles». Son las palabras de Juan Carlos Estrella, CEO de la compañía NTGS, empresa madrileña que lleva desarrollando desde hace años una de las iteraciones más avanzadas de esta idea.

Con el tiempo, la tecnología de lanzar proyectiles en modo de fuego indirecto ha cambiado mucho. Muy pocas empresas en el mundo, por no decir ninguna, poseen un grado de desarrollo como el del Alakran/Skorpion. «La pieza clásica ya no responde a las mismas reglas, ni por necesidad, ni por diseño, ni por su forma de uso», explica Estrella.

El mortero tradicional exigía una logística pesada, un tiempo de montaje, placas donde apoyarse sobre el suelo y múltiples vehículos, tanto para moverlo como para alimentarlo. Por otro lado, es un arma que resulta eficaz para generar confusión y negar espacios, pero en su concepción se convierte en vulnerable ante la detección moderna.

NTGS proyectó el Alakran para alterar esa ecuación: un mortero que puede viajar sobre un solo vehículo, con despliegue automático sobre el terreno y un procedimiento de apuntado asistido que reduce de manera drástica el tiempo entre la llegada a la posición y el primer disparo. Disparar sobre el propio vehículo resulta complicado, debido a la dispersión de las energías; acabarían castigando en exceso la estructura y dañándolo sin remedio.

Por eso la operación requiere de una base sólida, y nada mejor que el suelo. Pero el Alakran, a diferencia de otros diseños similares, no precisa excavar ni anclar la base ni montajes lentos y complejos. Dos operadores bastan para ejecutar lo que antes requería una escuadra completa y periodos prolongados de preparación. Ese cambio operativo transforma la noción clásica del fuego de apoyo. La menor huella logística y la mayor rapidez implican nuevas opciones tácticas para unidades ligeras y fuerzas de reacción.

El diseño del tubo obtiene, con munición estándar de 120 mm, alcances certificados próximos a los ocho kilómetros, y en condiciones óptimas la cifra puede situarse alrededor de nueve kilómetros. La variante de 81 mm, que es la arquitectura que se está probando en Estados Unidos –con algunas unidades ya en servicio–, prioriza rapidez de despliegue y compatibilidad con vehículos ligeros.

El tiempo de vuelo, eje de las operaciones

Los tiempos de vuelo de las granadas, una vez disparadas, se sitúan entre los 45 y 50 segundos. De esta manera, la cadencia de disparo permite tres salvas en medio minuto y rondas sucesivas cada diez segundos. El repliegue completa el ciclo táctico: el sistema se pliega sobre la plataforma y abandona la posición en menos de dos minutos, lo que reduce la ventana de reacción enemiga y complica la respuesta del contrario. Ante las distancias hábiles, la táctica es sencilla. Se localiza el blanco, se sitúa el mortero, se dispara una pequeña ráfaga de proyectiles sin necesidad de visión directa y se abandona el escenario.

Por otra parte, la automatización representa la clave operativa del Alakran. El sistema integra un control de fuego que ubica la plataforma mediante GPS y navegación inercial, recibe coordenadas del mando y orienta el tubo en cuestión de segundos. La pantalla ofrece al artillero el cálculo del tiempo de vuelo y el instante estimado de impacto, con información suficiente para coordinar fuegos o cesarlos para salir de la posición.

Cuando se elige la posición, la plataforma se despliega y el propio mortero instala una suerte de pedestal metálico que sirve de base. Durante el disparo, este pedestal dispersa la energía del retroceso y mantiene la estabilidad del tubo. Esa aptitud para «disparar y desplazarse» es clave para unidades que operan en entornos hostiles, donde la rapidez y la capacidad de continuar la maniobra resultan decisivas.

Clientela internacional

Las posibilidades tácticas del sistema han atraído a clientes como Arabia Saudí, el primer cliente internacional, con los que se han cerrado acuerdos para producción local. India adquirió lotes destinados a empleo en terreno de alta montaña, donde el transporte y la exposición de plataformas tradicionales resultan inviables. Ucrania recibió unidades antes del conflicto y unidades de fuerzas especiales han integrado la capacidad en tácticas de bosque y maniobra. La introducción en el exigente mercado norteamericano se materializó mediante un acuerdo con un socio local, que facilita pruebas y adaptaciones sobre los vehículos de uso habitual por los servicios de aquel país, en muchas ocasiones muy ligeros porque han de ser aerotransportados.

La madurez del diseño, con productos similares pero carentes de este grado de desarrollo, procede de una evolución prolongada y de pruebas intensas. Los ingenieros partieron de placas base convencionales y brazos hidráulicos para llegar a una solución patentada que distribuye la energía del retroceso. Miles de disparos de ensayo permitieron ajustar la geometría del ánima, la absorción de la energía y la fiabilidad del apuntado automático. El resultado final admite disparo desde superficies diversas –asfalto, nieve, terreno irregular– sin la necesidad de sacos de apoyo o estructuras auxiliares que antes resultaban imprescindibles.

Por otra parte, todos los automatismos incorporados añaden una sencillez operativa que permite su uso por tan solo dos operadores. Con anterioridad, este tipo de mecanismos requería al menos el doble y dos vehículos.

Un complemento de apoyo

En el plano táctico, el Alakran no sustituye a la artillería ni alcanza objetivos blindados de alta dureza, pero crea una nueva capa de apoyo con fuego puntual, rápido y de baja huella logística, capaz de respaldar maniobras de infantería ligera y de apoyo a fuerzas especiales. La combinación de un alcance suficiente, rapidez de repliegue y compatibilidad con munición estándar facilita su empleo en escenarios donde los sistemas pesados resultan inviables.

La charla de THE OBJECTIVE con NTGS dejó una conclusión clara sobre la mesa: el mortero clásico no desaparece, pero su papel cambia. La tecnología ha rescatado un arma ancestral, olvidada, para convertirla en un elemento adaptado a la guerra contemporánea, donde la movilidad, la celeridad y la economía de recursos pesan tanto como la potencia de fuego. Las tropas rusas, y próximamente otras, lo sabrán de primera mano y por las malas.

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