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Tecnología

Un dron que opera en Ucrania marca récords de incautación de drogas en el Pacífico

El V-BAT es uno de los drones más apreciados por el ejército de Kiev pero sirve para más cosas

Un dron que opera en Ucrania marca récords de incautación de drogas en el Pacífico

Drones usados por la Guardia Marina de EEUU.

Cuando llegaron a puerto no se lo podían creer. Hay barcos que salen a la mar a transportar personas o cosas, y otros que salen de pesca. Dentro de estos últimos los hay que traen peces de vuelta, y otros fardos, fardos de droga, y aquel traía muchos, muchísimos. Traía nada menos que 22.000 kilos de cocaína pura. Y el que había atrapado semejante montaña de narcóticos no fue un marinero armado con unos prismáticos, sino con un dron: un V-BAT militar.

Sobre la cubierta del USCGC Stone, un buque perteneciente al cuerpo de guardacostas de los EEUU, reposaban las más de 20 toneladas de cocaína. Esperaban en silencio su descarga mientras el vicealmirante Kevin Lunday paseaba en silencio a su alrededor sin creerse la magnitud del alijo.

Cuando dio su visto bueno, los integrantes de la tripulación salieron a cubierta a hacerse una foto con la que inmortalizar la victoria colectiva. Todos, incluido el verdadero artífice de una de las diez mayores incautaciones de droga de la historia, que estaba callado a un lado. La marinería sonreía y sacaba pecho, y tras oír el clic del fotógrafo rompieron filas. Todos menos uno: el dron que había atrapado el barco en que viajaba el cargamento, que también posaba para la posteridad.

Porque el V-BAT fue la pieza clave que permitió detectar a tres embarcaciones de narcotraficantes en una misma noche, una de las veladas más productivas de la historia de los guardacostas estadounidenses. En total, unos 22.200 kilogramos de cocaína fueron descargados en Fort Lauderdale, Florida, con un valor estimado de alrededor de 315 millones de euros en el mercado negro.

La operación se enmarcó en la campaña Pacific Viper, y marcó un hito operativo: nunca antes un solo buque había intervenido semejante volumen de droga ni en una sola misión ni en una sola noche. Prueba el enorme salto de eficiencia que adquiere la lucha antidroga cuando se aplican soluciones no tripuladas extraídas del ámbito militar.

Todo comenzó con una estela sospechosa en la pantalla del monitor. El V-BAT remitido desde la cubierta del USCGC Stone sobrevolaba una vasta zona del Pacífico oriental. El guardacostas tenía órdenes de patrullar el área asignada y mandó un helicóptero armado y un equipo de abordaje a las coordenadas del primer blanco encontrado.

Este equipo empezó a tener cierta sobrecarga de trabajo cuando la aeronave detectó una segunda embarcación. Incansable, en vez de regresar a cubierta, el dron extendió su vigilancia, y en pocos minutos avistó un tercer objetivo de interés. Cada una de estas detecciones condujo a una acción rápida por parte del Stone.

La capitana del buque, Anne O’Connell, no dudó en señalar al V-BAT como elemento decisivo. Según recoge B17 News, lo denominó «una prolongación de nuestra vista en medio del mar». Explicó que el aparato permite mantener la vigilancia cuando los equipos humanos están ocupados en tareas que consumen tiempo y atención. Abordar una embarcación sospechosa implica procedimientos complejos, que pueden durar entre dos y ocho horas. En ese tiempo, cada minuto sin vigilancia abre una ventana de oportunidad al tráfico ilegal. El V-BAT la cierra.

El V-BAT es su nombre de uso común, pero su denominación técnica completa es MQ-35A. Fue desarrollado por Martin UAV y posteriormente mejorado por Shield AI, con apoyo del Departamento de Defensa de Estados Unidos. Su exótica arquitectura basada en que se apoya en tierra sobre su cola —tail-sitter— le permite despegar como un cohete y volar como un avión.

Un Harrier no tripulado

El despegue vertical, ejecutado desde cubiertas reducidas de buques en movimiento, es su principal virtud táctica. Una vez en el aire, transiciona a vuelo de ala fija y puede mantenerse operativo en periodos de más de trece horas, con una autonomía de más de 180 kilómetros, y un techo de vuelo de hasta 6.100 metros.

Su diseño modular le permite cargar sensores ópticos, infrarrojos, radar, receptores AIS y enlaces vía satélite. Se montan y desmontan como piezas de Lego, y con ellas se adapta a su misión, entorno o necesidad. De acuerdo con su configuración, puede detectar embarcaciones que no emiten señal alguna, identificar estelas en la superficie, y transmitir en directo imágenes de alta resolución a los equipos de abordaje mientras se encaminan hacia los destinos marcados.

El conjunto puede ensamblarse en menos de treinta minutos, y solo requiere dos personas para su puesta en marcha. Es un multiplicador de fuerza que opera desde patrulleros oceánicos sin necesidad de pistas, hangares ni personal especializado.

Muy apreciado en Ucrania

Mientras patrulla el Pacífico en misiones antidroga, el mismo modelo de dron V-BAT ha sido utilizado en Ucrania para identificar posiciones rusas, coordinar fuegos de artillería y resistir entornos de guerra electrónica. Shield AI ha diseñado su software de navegación autónoma, Hivemind, para operar en escenarios con GPS degradado y enlaces de datos interrumpidos.

Esto lo convierte en una herramienta idónea para misiones en las que la incertidumbre es la normalidad. El V-BAT está desarrollado para dotar a sus operadores de una capacidad superlativa y ambiciosa: mantener el control visual cuando todo lo demás falla.

En ambos escenarios —Europa oriental y América central— el dron cumple un papel idéntico: observar, identificar, señalar. No dispara, no interviene, pero es el primer eslabón de una cadena que termina con una acción, ya sea un misil en el frente, o con un abordaje en el mar. En manos ucranianas o de los guardacostas estadounidenses, este aparato representa un nuevo enfoque operacional. Los rusos lo saben, y ahora los narcos también.

Hasta hace poco, se pensaba que solo grandes aeronaves tripuladas podían ofrecer cobertura eficaz sobre zonas tan extensas como el Pacífico oriental. Esta tarea llevaba asignadas a enormes aviones, muy caros de operar, desde hacía décadas. El V-BAT ha demostrado que la tecnología de despegue y aterrizaje vertical puede aportar a los navíos de la armada un extra que simplifica la operativa habitual y conocida.

Prueba piloto, despliegue masivo futuro

El guardacostas Stone ha sido uno de los primeros en integrar este sistema, pero no será el último. En 2024, la Guardia Costera firmó un contrato de casi 200 millones de dólares con Shield AI para dotar a otras unidades de esta misma capacidad. Su éxito en la Operación Pacific Viper es solo el principio de una estrategia más profunda.

Este dron puede integrarse en redes de sensores, participar en operaciones en enjambre con otros aparatos no tripulados, e incluso portar municiones ligeras de precisión. De centinela silencioso podría pasar a ejecutor si así lo requieren las circunstancias. Sus resultados auguran un futuro en el que la vigilancia del mar va a cambiar. Hay otros, pero no con este grado de eficacia.

El mar es un corredor vital para las economías, aunque también para el crimen organizado. La combinación de sensores y drones autónomos como el V-BAT están cambiando el equilibrio. Navegar de noche o desaparecer del radar ya no es suficiente. Hoy basta con una estela, una silueta, una anomalía en el agua para activar una respuesta que puede acabar con el más sofisticado de los planes.

Un arma incruenta

El V-BAT, sin lanzar un solo disparo, ha hecho más en la lucha contra el narcotráfico en una noche que muchos sistemas armados en semanas. En la guerra contra el narcotráfico, como en la guerra convencional, quien ve primero actúa primero.

Ahora, un marinero de un guardacostas estadounidense debe de estar a punto de poner un adhesivo en el fuselaje del dron. No muestra la figura de otra aeronave o un tanque, sino la de una narcolancha. Porque los drones también tienen muescas que poner en la culata de su revólver. Y cada día más, aunque no disparen ni un solo tiro.

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