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China diseña un nuevo tipo de bala capaz de atravesar los actuales chalecos antibalas

El misterio reside en su interior, donde habita algo nunca antes visto: un cartucho de carburo de tungsteno

China diseña un nuevo tipo de bala capaz de atravesar los actuales chalecos antibalas

La nueva bala diseñada por China.

Han sido los chinos. El dragón emergente está cambiando muchas reglas sobre las que gira el mundo, y ahora le toca a una materia que apenas ha mutado desde su nacimiento: las balas de sus fusiles. De manera discreta, han mostrado al mundo una idea nueva, algo que promete atravesar blindajes ligeros y chalecos antibalas. El misterio reside en una bala que alberga dentro otra bala, y no es nada habitual.

Hay pocas cosas menos excitantes que aquello que dispara una pistola o un fusil. Su diseño apenas ha cambiado desde hace décadas, casi siglos. La pedrada moderna se basa en una masa metálica fusiforme que viaja a alta velocidad y transmite energía a su destinatario impulsada por una pequeña detonación. Pero su aburrido concepto está a punto de cambiar.

La imagen visible no es espectacular en lo que parece un sencillo cartucho de 6,8 milímetros, pero su particularidad sí que resulta inquietante. En el núcleo central no descansa una masa de plomo, que es lo más frecuente, sino una pieza sólida de carburo de tungsteno. Este material es tan denso y resistente que, de manera automática, la llegada a alta velocidad de algo así se convierte en una auténtica pesadilla para cualquier chaleco antibalas convencional.

Este nuevo cartucho ha sido visto en plataformas digitales chinas en manos de coleccionistas de armas, con la inscripción visible en el lateral de su vaina que indica que se trata de una pieza de pruebas. El proyectil aún no se encuentra en periodo de producción masivo —o no al menos que se sepa—, pero su sola existencia confirma una tendencia cada vez más evidente: la munición ligera del siglo XXI ya no será ligera. Tampoco convencional.

Lo que sí se puede observar en las pocas imágenes disponibles es que posee un diseño compacto, algo más corto que los proyectiles estándar de su categoría, y con una forma que permite su uso en armas individuales de infantería. Sin confirmación oficial de su adopción por parte del Ejército Popular de Liberación, su aparición en entornos semiabiertos de ensayo deja pocas dudas en el aire. Los ingenieros chinos consideran la incorporación de calibres de nueva generación, con una prioridad clara en la capacidad perforante frente a blindajes modernos.

La inclusión de un núcleo de carburo de tungsteno es el dato más relevante de todo el proyecto. Este compuesto no es nuevo en la industria de defensa; de hecho, es bastante habitual en munición destinada a romper blindajes de vehículos ligeros, placas cerámicas y protecciones personales de última generación. Lo que sí resulta novedoso es su integración en un cartucho destinado al uso generalizado por tropas regulares. Esto marcaría un antes y un después en el campo de batalla moderno.

Los chalecos antibalas de nivel 3 o superior, las armaduras del soldado moderno más avanzadas, ofrecían hasta ahora protección fiable frente a la munición habitual de 5,56 o incluso 7,62 milímetros. Pero poco podrían hacer contra un enemigo así, y se cree que se verían superadas con facilidad. Es un salto cualitativo que impulsaría un cambio en la doctrina operativa.

Dentro de un calibre superior

El calibre elegido de 6,8 milímetros tampoco es un capricho. Desde hace años se observa en diversos ejércitos un interés creciente por calibres intermedios que ofrezcan mayor pegada que el 5,56 milímetros estándar, pero sin llegar a las complicaciones logísticas y de retroceso del clásico 7,62. Estados Unidos tomó la delantera en este campo con su programa Next Generation Squad Weapon, nacido en 2017, que culminó con la adopción del fusil XM7 y la ametralladora ligera M250, ambos diseñados para disparar munición de 6,8×51 milímetros.

Esta munición ha demostrado ofrecer una energía inicial cercana a los 3.650 julios, muy por encima de los valores típicos del 7,62×51 milímetros, pero manteniendo dimensiones manejables y una balística más eficiente. El cartucho 6,8 SPC, desarrollado a partir de investigaciones en escenarios reales, demostró ya en 2004 que la letalidad y precisión del calibre de 6,8 milímetros resultaban superiores al 5,56, con una ganancia de energía cinética de alrededor del 35%.

El alcance efectivo superaba los 600 metros, con un comportamiento notable incluso en disparos en ráfaga corta. No era solo una cuestión de potencia, sino de adaptabilidad táctica. En los conflictos contemporáneos, donde la protección personal ha mejorado de forma notable, la munición debe adaptarse para no quedar obsoleta frente a enemigos bien pertrechados.

Mismo tamaño, distinto concepto

China ha tomado nota. El cartucho observado no solo sigue las proporciones de los desarrollos occidentales, sino que incorpora ideas propias: una vaina más corta, quizá de 50 milímetros, que reduce el retroceso y, sobre todo, el empleo del tungsteno como núcleo perforador. Este detalle hace pensar que no buscan solo una mejora balística, sino una ventaja directa frente al equipamiento enemigo, un algo más. Es una señal preocupante para una infantería convencional que ya no podrá confiar en sus chalecos antibalas.

La tendencia no es exclusiva de Pekín. Rusia también ha mostrado interés por calibres de nueva generación, con desarrollos paralelos en 6,7 y 6 milímetros, en busca de una munición más eficaz frente a protecciones personales. Pero el giro más significativo ha sido el de Taiwán. En un movimiento silencioso, pero no menos relevante, el Ministerio de Defensa del gobierno de Taipéi confirmó recientemente que sus nuevas armas de calibre 6,8 milímetros estarían listas antes de final de este año.

El Ministerio de Defensa taiwanés confirmó a finales de 2024 que se habían iniciado las pruebas operacionales de los nuevos fusiles, que reemplazarán a los modelos de 5,56 milímetros actualmente en servicio. Aunque no se han revelado detalles técnicos precisos, se ha dejado entrever que las nuevas armas tendrán un alcance mayor, una mayor capacidad de neutralización y estarán optimizadas para operar con ópticas modernas.

Una tendencia al alza

El cambio de calibre conlleva, sin embargo, desafíos no menores. De entrada, las armas diseñadas para munición de 6,8 milímetros son más pesadas. El fusil XM7, por ejemplo, alcanza los 5,1 kilogramos completamente equipado, frente a los poco más de 3,4 del M4; en largas jornadas en el frente, esto acaba cansando más a sus portadores sin que incluso lo levanten para disparar un solo tiro. Por otra parte, la presión en la recámara es notablemente superior, lo que obliga a diseñar mecanismos más robustos y fiables, de ahí el peso extra. La munición desarrollada por True Velocity en Estados Unidos intenta compensar este problema con el uso de vainas de polímero, «de plástico», que reducen el peso y admiten presiones aceptables durante las detonaciones.

Que China haya decidido mostrar —aunque de forma oficiosa— un cartucho de 6,8 milímetros con núcleo de tungsteno no es una anécdota. Es una señal de que se están pertrechando, ya sea para plantar cara o para ejecutar algún plan. Por otra parte, es un retorno a la lógica del combate próximo, del enfrentamiento directo.

Ya no se trata de drones, submarinos o aviones furtivos, sino de botas en el suelo. Aunque muchos estrategas piensan que su uso obvio será en Taiwán, el dónde y el cuándo son, a día de hoy, una incógnita. Lo que cada día es menos sorprendente es la capacidad china de avanzar mucho y muy rápido. Y esto da que pensar, porque el resto del mundo parece ir más despacio.

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