El ejército español prueba el dron terrestre ucraniano con nombre de insecto: Termit
Con experiencia en combate, el Termit alberga múltiples utilidades, incluidas algunas civiles

El robot terrestre Termit.
En la película Blade Runner 2049 el androide K sobrevoló el poniente almeriense; allí fue donde se rodaron algunos planos aéreos. Si lo hubiera hecho hoy, pasaría por encima de algo que le iba a resultar más familiar: un androide diseñado para el combate. En el campo de maniobras Álvarez de Sotomayor se le han estado haciendo pruebas a un nuevo tipo de soldado, uno que se ha presentado voluntario para nuestro ejército, el robot militar Termit.
Este pequeño vehículo acorazado de orugas ha conseguido captar la atención de los observadores de la OTAN. Lo ha hecho sin hacer ruido, pero con eficacia. Su nombre es Termit, y su historia empezó en el corazón de una guerra que ha redefinido las reglas de la defensa moderna.
La edición más reciente de los ejercicios Fuerza Futura 2035 ha servido como campo de experimentación para algunos de los avances más llamativos en la tecnología de defensa, y el Termit es uno de ellos. Fabricado por la empresa ucraniana Tencore, este UGV (vehículo terrestre no tripulado, por sus siglas en inglés) fue el único de su clase en completar de forma autónoma una compleja ruta programada, incluso cuando el blindado que debía acompañarlo sufrió un retraso.
La escena no es anecdótica, sino ilustrativa de un sistema que ha madurado en el campo de batalla y que ha demostrado estar listo para integrarse en doctrinas operativas modernas. El vehículo pilotado por humanos falló donde el robot siguió con su tarea sin hacer preguntas ni mostrar signos de debilidad.
España ha sido el primer país de la OTAN fuera del conflicto ucraniano que ha probado el Termit en condiciones reales. Y lo ha hecho no solo como observador, sino como evaluador activo, al permitir a la Legión española experimentar con estos sistemas. La oportunidad no ha pasado desapercibida para los mandos, que reconocen el valor estratégico de disponer de tecnologías que definen el presente —y el futuro— del combate terrestre.
Con un peso de 280 kilos y una carga útil de hasta 300, el Termit puede operar durante 12 horas consecutivas y recorrer hasta 40 kilómetros, según configuración. Su velocidad, aunque modesta —unos 10 km/h—, se ve compensada por su diseño de orugas, bajo perfil y una gran flexibilidad operativa. Con unas dimensiones aproximadas de 1,5 metros de largo por 1,2 de ancho y alto, puede moverse por trincheras, desmontes o zonas estrechas con una agilidad notable para una plataforma de su clase.
Sin embargo, lo más interesante del Termit es su modularidad. El sistema ha sido concebido como una plataforma flexible, capaz de convertirse en lo que la misión requiera. Puede transportar munición o evacuar heridos en situaciones comprometidas. También puede limpiar campos minados o dotarse con armamento pesado para actuar como fuego de apoyo.
En su versión más ofensiva ha sido equipado con una ametralladora Browning M2 y un lanzagranadas automático MK19. Esta combinación convierte al robot en un serio adversario en escenarios de combate urbano, donde su baja silueta y resistencia a impactos de armas ligeras le permiten operar sin la exposición de tropas humanas.

El origen del Termit no está en un laboratorio, sino en el frente del este de Ucrania. Más de veinte brigadas ucranianas han incorporado ya esta plataforma a sus operaciones. En estos entornos, ha demostrado su utilidad en tareas tan diversas como el transporte de suministros a posiciones avanzadas, evacuación de heridos bajo fuego, o apoyo directo a tropas en contacto con el enemigo.
Veterano de guerra
En Donetsk, por ejemplo, la 110ª Brigada Mecanizada ucraniana ha desplegado más de una docena de unidades, acompañadas de módulos de evacuación y lanzadores de minas TM-62. La capacidad del Termit para escalar pendientes de hasta 30 grados y desplazarse por terrenos abruptos lo convierte en una valiosa herramienta en una guerra caracterizada por una movilidad restringida y un desgaste constante.
Su integración con torretas automatizadas como la Burya ha multiplicado su eficacia. Este mecanismo es capaz de controlar un lanzagranadas MK19 con precisión incluso en movimiento y permite alcanzar blancos a distancias de hasta 1.800 metros. El sistema, con capacidad de almacenamiento de objetivos y corrección automatizada, ha sido descrito por sus operadores como más preciso que un artillero humano. Dicho de otra manera: el androide tiene mejor puntería que los soldados que lo manejan; en un tiroteo ganaría el robot.
Uso civil
Pero el Termit no es únicamente un arma. Su capacidad para operar en entornos contaminados, zonas minadas o lugares de difícil acceso lo convierte en una herramienta ideal para labores humanitarias. De hecho, Tencore ya ha anunciado su intención de desarrollar versiones específicas para el desminado civil, en especial en aquellas regiones de Ucrania devastadas por artefactos explosivos no detonados. Su robustez, autonomía y bajo coste operativo lo hacen idóneo para estas tareas.
La inversión de alrededor de 3,5 millones de euros por parte del fondo ucraniano-estadounidense MITS Capital ha permitido escalar la producción y acelerar el desarrollo de nuevas versiones. La empresa prevé fabricar hasta 2.000 unidades durante 2025, con un coste por plataforma que ronda los 12.000 dólares. Para un sistema que puede reducir el riesgo humano, trasladar toneladas de carga y participar activamente en el combate, la relación coste-utilidad resulta difícilmente superable.
La participación española en la validación operativa del Termit no es casual. En un momento en que las amenazas se están redefiniendo, disponer de una plataforma autónoma y asequible puede marcar la diferencia. Hay quien piensa en ellos para ser desplegados en entornos urbanos, densos y con posibles amenazas de tipo irregular.
Primera pata estratégica
Para España sería una ventaja estratégica que parte de la producción se realizase en suelo nacional, incorporando componentes españoles y adaptando el diseño a las necesidades específicas de nuestras Fuerzas Armadas. La Infantería de Marina, por ejemplo, podría integrar estos sistemas en operaciones anfibias, donde los UGV operarían como avanzadilla o elemento de apoyo al asalto.
El Termit no es el futuro: es el presente de la guerra automatizada. Concebido en un país asediado, probado en el barro de las trincheras y validado en ejercicios internacionales, este dron terrestre representa la convergencia entre necesidad, ingenio y oportunidad. España, al acogerlo y ponerlo a prueba, no solo observa, sino que participa de una transformación que redefine el riesgo y la eficiencia en el campo de batalla.
Los drones terrestres no tripulados ya no son ciencia ficción. Son sistemas reales, operativos y cada vez más necesarios. El Termit ha demostrado que se puede confiar en él. El agente de Blade Runner, un policía implacable que perseguía a los malos, se inquietaría con un Terminator así tras él. Los enemigos de muchos países también.
