Un estudio revela que los agujeros negros podrían tener una salida
Como explica José Luis Fernández Barbón en la introducción a su libro Los agujeros negros, estos podrían describirse como «las cicatrices del espacio-tiempo que dejan las colosales explosiones supernova». Verdaderamente fascinantes, algunos son enormes, como este del tamaño de 3.000 millones de soles, mientras otros son capaces de resucitar cada 25 años. Pero todos los agujeros negros tienen algo en común, y es que en su conjunto albergan la clave para resolver el rompecabezas maestro de la física fundamental: la formulación del espacio-tiempo cuántico. Uno de los grandes problemas que se plantean cuando se estudia un agujero negro es que las leyes de la física dejan de tener sentido en sus regiones más profundas. En él se concentran grandes cantidades de masa y energía, lo que recibe el nombre de ‘singularidad’, y se piensa que en los mismos, el espacio-tiempo se curva hasta el infinito destruyendo toda la materia. Sin embargo, según este nuevo estudio, puede que no sea así. Es posible realizar hipótesis tomando como base la geometría que encontramos en la naturaleza. Al unir la gravedad con este tipo de geometrías, los investigadores obtienen una descripción de los agujeros negros donde el punto central se convierte en una superficie esférica de área mínima. Esa superficie la interpretan como la existencia de un agujero de gusano dentro del propio agujero negro. Siendo así, existiría la posibilidad de que un hipotético viajero que entrase en un agujero negro se estirase al acercarse al centro y escapara a través de un agujero de gusano.
Investigadores del Instituto de Física Corpuscular (IFIC), dependiente del centro mixto del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) y la Universitat de València, han publicado un revelador estudio señalando que la materia podría sobrevivir la incursión en un agujero negro. El artículo, que ha sido publicado en la revista Classical and Quantum Gravity, abre las puertas hacia nuevas teorías.
Como explica José Luis Fernández Barbón en la introducción a su libro Los agujeros negros, estos podrían describirse como «las cicatrices del espacio-tiempo que dejan las colosales explosiones supernova». Verdaderamente fascinantes, algunos son enormes, como este del tamaño de 3.000 millones de soles, mientras otros son capaces de resucitar cada 25 años. Pero todos los agujeros negros tienen algo en común, y es que en su conjunto albergan la clave para resolver el rompecabezas maestro de la física fundamental: la formulación del espacio-tiempo cuántico. Uno de los grandes problemas que se plantean cuando se estudia un agujero negro es que las leyes de la física dejan de tener sentido en sus regiones más profundas. En él se concentran grandes cantidades de masa y energía, lo que recibe el nombre de ‘singularidad’, y se piensa que en los mismos, el espacio-tiempo se curva hasta el infinito destruyendo toda la materia. Sin embargo, según este nuevo estudio, puede que no sea así. Es posible realizar hipótesis tomando como base la geometría que encontramos en la naturaleza. Al unir la gravedad con este tipo de geometrías, los investigadores obtienen una descripción de los agujeros negros donde el punto central se convierte en una superficie esférica de área mínima. Esa superficie la interpretan como la existencia de un agujero de gusano dentro del propio agujero negro. Siendo así, existiría la posibilidad de que un hipotético viajero que entrase en un agujero negro se estirase al acercarse al centro y escapara a través de un agujero de gusano.