Un herbicida primo del glifosato genera polémica en EEUU
Mientras que la polémica por el glifosato está en pleno apogeo en Europa, otro herbicida, el dicamba, se ha convertido en una fuente de controversia y desacuerdo entre los agricultores de Estados Unidos, con el gigante agroquímico Monsanto en el centro del debate.
Mientras que la polémica por el glifosato está en pleno apogeo en Europa, otro herbicida, el dicamba, se ha convertido en una fuente de controversia y desacuerdo entre los agricultores de Estados Unidos, con el gigante agroquímico Monsanto en el centro del debate.
Utilizado desde la década de 1960, el dicamba se dispersa sobre los campos antes de que los cultivos emerjan del suelo. Las autoridades estadounidenses aprobaron en 2016 que Monsanto desarrollara semillas de soja y algodón genéticamente modificadas para tolerarlo. También dieron el visto bueno a nuevas versiones de dicamba destinadas a ser diseminadas sobre plantas ya crecidas, lo que suponía una gran ayuda para los agricultores en áreas con malezas que se habían vuelto resistentes al glifosato, el herbicida más utilizado.
De este modo el uso de dicamba se ha disparado este año. Pero el producto, con el que se rociaba los campos, se desplazaba con frecuencia a los terrenos cercanos. Y esto afectaba en diversos grados a los cultivos que no estaban genéticamente modificados para resistirlo. De hecho, según datos de la Agencia de Protección Ambiental de Estados Unidos (EPA), el dicamba ha sido dispersado involuntariamente en más de 1,5 millones de hectáreas de soja.
2.708 protestas contra el dicamba
A pesar de que el impacto exacto en los cultivos aún no se conoce, los agricultores afectados hablan de hojas que se rompen y arrugan. Los campos de tomates, sandías, melones, calabazas, verduras, tabaco, vides, incluso huertas privadas o la producción de colmenas también se han visto afectados. En total, se han presentado 2.708 protestas relacionadas con el dicamba. Sin embargo, para los agricultores que usan las nuevas semillas de Monsanto asociadas a este herbicida, el resultado es incuestionable: los campos se deshacen de las malezas más resistentes y los rendimientos son mejores.
Por su parte, los distribuidores de dicamba, Monsanto y BASF, culpan de la propagación del herbicida principalmente al mal uso por parte de los agricultores y les acusan de dispersar ilegalmente la versión anterior en plantas crecidas o de contaminar con otros productos. Desde su punto de vista, la solución es tan sencilla como un entrenamiento más específico.
No obstante, ante la creciente cantidad de reclamos, la EPA endureció en octubre las condiciones de uso del dicamba y prohibió su aplicación cuando los vientos soplaran a más de 16 kilómetros por hora. Esperan ver cómo evoluciona la situación en 2018 para renovar o no la autorización de nuevas versiones.
Varios estados particularmente afectados han tomado medidas este verano. Destaca el caso de Arkansas que suspendió la venta de dicamba en junio y pronto podría prohibir su uso entre el 16 de abril y el 31 de octubre, período en el que las plantas germinan y las condiciones climáticas favorecen su dispersión, informa AFP.