Se ha muerto el más bello, el más hermoso. No salten de alegría. No se lancen a la calle presos de la euforia. ¡Que no cunda el júbilo! La noticia es mala y mala de verdad, y es que no nos referimos a Pedro Sánchez: el que ha muerto es el guapo por antonomasia, Robert Redford.
Se ha muerto el equivalente hollywoodiense a Marylin Monroe pero en tío, rubio y despampanante. Estaba más bueno que un queso de bola, con ese pelo cuyos mechones amarillos eran briznas de paja… ¡ay!, como las que se habrán hecho algunas y algunos pensando en sus ojos del mismísimo color que un cielo de Western tecnicolor que rivalizaban en su azul con los de su camarada Newman. A cuáles más zafiro, a cuáles más profundo.
Se nos va el prota de Dos Hombres y un Destino, El Golpe, Todos los Hombres del Presidente, Los Tres Días del Cóndor o Memorias de Africa, por nombrar unas pocas. Un taquillazo tras otro, y un reguero de corazones rotos a su paso.
Rest in peace, Mr. Redford.