Ojo por ojal.
Marlaska no da puntada sin hilo, y si se lo pide su jefe, Mister Pretty, ni te cuento. Por El Bello, enhebra ojales que da gusto, zurce cual bordadora y cose cual hilandera. Teje que teje el ministro labial su tejemaneje. Su hazaña bélica más reciente consiste en «ascender» a las alturas —y lo más lejos posible de su actual destino— al general Yuste, que ha sido el jefe del cuerpo anticorrupción que ha extraído del fondo de las cloacas toda la basura y el excremento que Koldo, Ábalos y Cerdán —los compis del Peugeot a quienes ahora Sánchez dice no conocer ni reconocer— han dejado tras de sí. Lo han puesto todo perdido.
Y como ese Bolaños con máscara de incrédulo ante el clamor de los fiscales por su trapacería de ley judicial, Marlaska nos va a hacer comulgar a todes con descomunales ruedas de molino.
—¡Qué mal pensados son ustedes! Esto es un ascenso. Yuste hizo un cursillo y merece un ascensillo. Y, además, en aras de la legitimidad democrática, lo pasamos por Consejo de Ministros. Y por el de RTVE si hace falta: Intxaurrondo, pon el ventilador.
Si esto no es obstruccionismo e injerencia pura y dura, que venga Dios y lo vea. El Gobierno quiere decidir quién le juzga y cómo le juzga, y, cómo no, quién le investiga y —sí, lo han adivinado, avezados lectores— cómo le investiga. Practican de boquilla el «máximo respeto a la Ley», siempre y cuando la Ley se atenga a sus leyes no escritas: las monclovitas, las gubernamentales.
Pobres de nosotros. Tenemos menos separación de poderes que unos gemelos dicefálicos. Y que conste en acta que no lo digo por lo de fálico, ministro, no sea usted mal pensada. Pensado, digo. Si es que, con las prisas, se le traba a uno la pluma. Pendón. Digo, perdón.
