Las cosas de la Antigüedad parece que tienen un sentido más depurado que lo que vivimos ahora. Es como si cobraran sentido nuestras preguntas del hoy, interrogando al pasado. Siempre me dijeron que la poesía era un arma cargada de futuro y que la filosofía parece que se adelanta prospectivamente a lo que ocurrirá unas décadas, o siglos, después. Curiosa cosa esa del pensamiento abstracto que habla de lo que estamos haciendo hoy, pero sólo “cala” en la sociedad después de un tiempo indefinido.
Hay entre los mucho relatos Cosmogónicos de los Griegos, hay uno que me parece interesante porque lo veo representar el hoy de forma más precisa que muchas otras “narrativas del presente”. Además, permite sin dudas elegir las “piezas” que abatiremos con nuestra “radiografía del presente”.
Los griegos, o al menos los relatos de los Dioses, hacían las cosas de una forma realmente poética incluso para las mayores salvajadas con las que castigaban a sus díscolas criaturas.
El caso del pobre Sísifo es paradigmático: siempre repitiendo la misma tarea conociendo lo inútil de una tarea y sin el descanso adecuado, de la muerte, la tarea cumplida, o al menos de que algo de lo hecho permanezca. Siempre repitiendo las mismas acciones, siempre con el fracaso asegurado, siempre intentando “que la próxima” sea la definitiva… para luego ver que en un segundo todo lo construido no vale para resolver ni una sola de las ambiciones del hombre.
La piedra que el pobre Sísifo sube eternamente por la ladera de un monte que es su propia vida, jamás llega a construir nada… a penas intenta cimentarla, cae rodando ladera abajo con la doble penitencia de tener que volver pesadamente a intentar construir no sabemos nunca el qué, y al mismo tiempo hacerlo en la eternidad de toda una era sin fin. Como si “la casa de nuestra identidad” nunca comenzara a hacerse, a construirse, porque siempre llega tarde a resolver la causa, motivo o intención de cada “piedra” cumple en nuestro plan vital.
Cuando no es la piedra la que no casa en el hueco necesario, es que antes de fijarla, “se nos cae” ladera abajo como símbolo de nuestra torpeza. Dudar hace que esta tarea se convierta en eterna y se transmita de Padres a Hijos.
Los Dioses Griegos lo hacían bien, castigaban siempre allí donde más necesitábamos las certezas, y sus castigos eran eternos, lo que significaba una eternidad constante sobre nuestras espaldas. No es vagancia o molicie.
Sencillamente es que los problemas, lo errores, y la caza de un francotirador es parte intrínseca de la humanidad. Existen los pepitos grillo, existe la idea de que siempre falta algo para rematar la tarea, el problema del sobre esfuerzo o ese agujero que desde la infancia alojamos en nuestro pecho, que se llama falta de sentido, de visión o de tiempo para poder dejar de “hacer… hacer…hacer” para poder “solucionar al menos lo alícuota de nuestra tarea.
Ese es mi Sísifo. Nunca acabar una tarea, nunca estar satisfecho, siempre viendo derruirse las intenciones de cada sábado. Se puede aceptar que una tarea sea infinita, se puede superar el tener que dar explicaciones estériles a personas pueriles, pero lo que no creo que estemos preparados para aceptar, es que todo eso caiga en saco roto o tengamos que esperar “algunas décadas”, solo para que cobre sentido para quien nos lea, o para que alguien nos sustituya, al menos un rato, de la ingrata tarea de “subir piedras” para construir las casas en las que vivirán otros.
No es que me canse la tarea, ni el tener una eternidad para cumplirla, pero si me paree del todo “inmoral” que en el camino te exijan que vayas más rápido o que encima lejos de hacer el esfuerzo de preocuparse, u ocuparse, en acompañar una parte del camino.
No tengo especial alma de sacrificado Sísifo, como tampoco la rebeldía de un Prometeo o la necesidad de “alimentación” de Tántalo. Pero eso será otra historia. Ahora debo centrarme en llegar por enésima vez a una cima en la que nadie me espera, y desde la que tendré de nuevo que dejar caer la piedra por el capricho de quien quiere que se lo den todo hecho.
Por lo que veo en cada trayecto y lo que oigo en cada persona o medio, me quedan muchas piedras que subir hasta que alguien decida relevarme. Vamos a la deconstrucción de todo lo que teníamos, y a la perdida de un norte que no sea “pan y circo”.