THE OBJECTIVE
Actualidad

Ursula entre las miradas hostiles

«La esperanza de Úrsula von der Leyen la saben pocos. Tiene nombre de torero y es viejo conocido en la plaza: Mario Draghi»

Ursula entre las miradas hostiles

La presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen. | Europa Press

Pasea detenida y cabizbaja, los ojos tristes y merodeados por sucesivas angustias, el puño en la barbilla como otra mordaza, mientras intenta abrirse paso entre una selva agraz de miradas largas, hostiles, acusatorias. Ya por España, tierra de conejos y alcornoques, donde el gorrino crece gracias a las bellotas de aquellos, un tal Abascal publicita el pegamento que formarán Le Pen y Meloni. También se olvidan de ella, con lo amiga que es de Pedro Sánchez, Ursula von der Leyen no da crédito al rumbo actual de los acontecimientos.

Se puede jugar con dos barajas y no ganar ni una baza. Se puede subir por la cucaña pero no alcanzar la piñata debido a la falta de sebo. El Partido Popular Europeo (PPE) está muy cansando de sus giros de guion, lo último ha sido el desplante a la Transición verde, eso se piensa, pero no se dice, con la mandanga del cambio climático todo el día por los medios. Están cansados, desde el PPE, que fueron quienes la pusieron ahí, como presidenta de la Comisión Europea, de sus giros o guiños socialdemócratas, aparte de un modelo presidencialista donde no interviene ni el apuntador. Ella sopla, como respuesta, su silbato de árbitro en pleno ring: soy la mejor para apaciguar las aguas revueltas, todos comen en mi mano, yo calmé los nervios de la Covid y ahora de la invasión rusa, yo meteré a Ucrania en la OTAN y salvé a Kiev de todas las llamas: yo, yo y yo. Encima –no os olvidéis- soy austera, porque me hice un minipiso en el Berlaymont al llegar.

Algunos ojos azules brillan como puñales en la oscuridad. El ala dura de los conservadores no se cree los últimos fuegos naranjas por el cielo turbio, y son muchas las lenguas viperinas que calientan los oídos como lechugas: está haciendo un papelón, no nos creemos a Úrsula, ha endurecido sus palabras y políticas en asilo e inmigración porque quiere seguir ahí, nos engaña, nos cuenta un cuento facilón en la noche con sueño, primero fue lo del Pacto Verde y su filiación agrícola, y ahora que no a la Transición verde, cuando eso no se dice, se piensa, pero no se dice, es como lo de follar o no, el deseo explícito aleja a la presa, la amistad bloquea el eros, lo supieron todos los griegos y romanos. Y encima –no nos olvidemos- la auparon los votos progresistas, por eso se acerca tanto a ellos, por si toca volver a sacar la escalera.

Úrsula es un silencio de mujer entre las fieras, la única música que las calma y doma. El apoyo de los socialistas, en ningún caso, está asegurado en el Parlamento Europeo, tal vez ni sea suficiente en números. La extrema derecha sube en el hemiciclo con pegamentos nuevos y alianzas secretas, por lo que no es descabellado empezar ya a pegar la hebra con los ultraconservadores, una línea roja que en febrero dijo que no cruzaría. «No pactaré con los amigos de Putin», todavía el eco resacoso trae esas mieles a las orejas con forma de lechuga. Verdes y socialistas, muy crispados, avisan que esta vez no le pondrán alfombra roja, ni aunque se deje el cabello retejado, como si fuera un chico. No los volverá a burlar con el jueguecito tan divertido de la bolita móvil y las cáscaras de nuez partidas. 

Úrsula teme a Nicolas Schmit (Partido Socialdemócrata), sabe mucho de empleo y asuntos sociales, a lo que se ha dedicado, donde dejó los dientes de leche. La adecuación del salario mínimo, de acuerdo a legislación vigente, sin ir más lejos, la montó él. Se entiende bien con todos, y como ministro de empleo (2009-2018) supo ganar sus bazas tanto con Juncker (democristiano) como con Bettel (liberal). Si ella pacta con cualquier rama o flor del frondoso jardín de la extrema derecha, Schmit la borra del mapa, no es Pedro Sánchez, y además se lo ha dicho en el idioma de todos los besos. Teme Úrsula a la liberal Marie-Agnes Zimmermann, que odia el pacto o las fiestas entre las tres divas (Von der Leyen, Le Pen, Meloni) y que nunca la hayan llamado para probar los pacharanes al final de sus cogorzas. Tampoco tiene nada que hacer con Gozi (Demócrata Europeo) ni con Bas Eickhout o Terry Reintke (Verdes), ni con nadie de Alianza Libre o Identidad y Democracia, unos por querer volver a la «Europa de los pueblos» y otros por odiar veladamente a Zelenski mientras emplean dicho camuflaje para cambiar tratados personales, aunque no lo digan abiertamente por los pasillos húmedos y fríos.

La esperanza de Ursula von der Leyen la saben pocos. Tiene nombre de torero y es viejo conocido en la plaza: Mario Draghi. Todos especulan que volverá al hemiciclo, como alto cargo, pero nadie sabe cuál. Ella podría crear uno para él, altísimo, sin mayores riesgos. Fue ella, sí, quien le encargó el último informe sobre competitividad que se presentará este verano. Desde Italia un millón de firmas pidieron ya que sea Draghi el próximo presidente del Ejecutivo comunitario. Úrsula cree poder hacer pareja para el vals, el caso será que Meloni no corte la orquesta con un par de tiros al techo y un bigote sin tricornio. Von der Leyen puede perderlo todo: el apoyo de sus aliados socialistas, liberales y verdes. Si entra en la extrema derecha, cambio de chaqueta e igual de peinado, el temido grupo ECR (Conservadores y Reformistas) puede ser tanto su prueba de vida como certificado amable de defunción. Pobre Úrsula. Quevedo un día apostó con sus cómplices bohemios que era capaz de llamar coja a la reina. Se presentó en palacio con dos flores y disparó: «Entre la rosa y el clavel, su majestad es-coja». Úrsula está en las mismas: claveles y rosas carnívoros, a ambos lados, y sin poeta al que agarrarse a las barbas, al monóculo o al bolo.  

Publicidad
MyTO

Crea tu cuenta en The Objective

Mostrar contraseña
Mostrar contraseña

Recupera tu contraseña

Ingresa el correo electrónico con el que te registraste en The Objective

L M M J V S D