El olvido de los niños
«Los niños no solo han desaparecido de las calles, también del debate. Son más de siete millones pero su voz apenas es escuchada»

«Los niños no solo han desaparecido de las calles, también del debate. Son más de siete millones pero su voz apenas es escuchada»
«Cuando el ansioso se niega a asumir su patología cae en escapes como el alcohol, las drogas, el juego, las peleas o la comida compulsiva»
Los auténticos héroes están escondidos entre la multitud. Aparecen cuando menos les esperas. O cuando les necesitas, si prescindimos del siempre dudoso azar. El sábado pasado llovía sin descanso en Bilbao. Las ciudades deben visitarse en su estado natural y Bilbao merece la lluvia. Desde años atrás deseaba ascender por la ría hasta el puente colgante y atisbar, sin intentar comprender, las míticas distancias entre el margen derecho, dominado por la universidad de Deusto y por los núcleos residenciales de la burguesía y la aristocracia vasca, y el izquierdo, donde han recalado los emigrantes desde los inicios de la industrialización.
Si se descartara la existencia de la familia perfecta y se decretara la universalidad de las familias disfuncionales la felicidad del mundo aumentaría: por fin nos liberaríamos del canon de perfección que nos amarga la vida.
Durante siglos, incluso milenios, los alumnos de todos los colegios del mundo han sufrido las consecuencias de una grave confusión: la que vincula la necesaria disciplina y su aplicación mediante un carrusel de guantazos. Solo durante las últimas décadas, incluso en nuestra civilizada
Europa vibra con cada palabra y cada gesto de Emmanuel Macron, ese JFK que todos necesitábamos para volver a sentirnos orgullosos de nuestros políticos.