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Cultura

'Historia de la vida privada' o los vaivenes del progreso

La reedición de la monumental obra de Georges Duby descubre al lector del siglo XXI los motivos ocultos de su intimidad

‘Historia de la vida privada’ o los vaivenes del progreso

Frescos de Pompeya. | Reuters

Publicada por primera vez en el lejano 1985, Historia de la vida privada fue un extraño éxito. De repente cinco tomos, escritos por académicos con un destino universitario, encontraron un lugar en miles de estanterías de Europa. Así ocurrió porque existía una necesidad no cubierta: los europeos conocíamos todas las batallas de Roma y a todos sus emperadores, pero nada de lo que ocurría dentro de las domus. Resulta incomprensible que nadie llenara antes tal carencia porque la vida privada es, por lo menos, tan importante como la pública. De hecho, la narrativa, tanto la cinematográfica como la literaria, es pura vida privada, en ocasiones influida por el contexto público. Madame Bovary, por ejemplo, es privada, Guerra y paz combina lo privado y lo público. En el éxito también influyó –e influye- el factor voyeur. El lector compara su privacidad con la de quienes le antecedieron hace siglos o milenios. A todos nos gusta ver los pisos de los demás, aunque sean que habitaron los romanos. En cierto modo, leer Historia de la vida privada es parecido a contemplar una casa de muñecas antigua, llena de pequeñas figuras y pequeños objetos

¿Qué ámbitos incluye la vida privada de Georges Duby, Philippe Ariès y Michelle Perrot? La crianza de los hijos, lo que comemos y cómo lo comemos, el espacio donde vivimos, las relaciones de poder y amor entre los miembros de la familia, el sexo, la infancia, los esclavos. Incluso abordan asuntos tan peculiares como el lenguaje de signos en la edad media o la importancia de hallazgos como la fotografía en la configuración de lo privado. Por supuesto trazan diagonales entre los distintos ámbitos, señalando la influencia de los aspectos espaciales, como la distribución de la casa, en los puramente conductuales. Conforme avanzan los siglos y la documentación mejora, la intimidad se hace más profunda. De hecho el sexo, la ansiedad y las investigaciones neurológicas alcanzan mucho mayor relieve a finales del siglo XX. Así lo indican: «Nos disponemos a penetrar en lo más profundo de la vida, algo que se sustrae a las miradas. Nuestra pesquisa, violando lo que son los límites ostensibles de lo privado, habrá de proseguir adelante hasta la persona misma, hasta su intimidad».

Avances y retrocesos

En los tomos finales todo es más detallista, más próximo, porque el presente se encuentra más cerca y la psicología de nuestros ancestros, casi convertidos en personajes, nos resulta mucho más cotidiana. Ahí surgen los dilemas sobre la auténtica libertad y su sentido que aún nos ocupan. También ahí nace la psicología y el cuestionamiento de las religiones es mayor que nunca. Por supuesto los avances y retrocesos no son lineales. Se evidencia de nuevo la falsedad del eterno progreso. Prueba clara es la aseveración, tan actual, que realiza sobre el matrimonio en época romana: «El matrimonio es una fuente de trastornos, como todos sabemos, pero no por ello hay que dejar de casarse, por civismo». 

Los cinco volúmenes de la obra

Separar lo privado y lo público no es fácil. Estos cinco volúmenes evidencian la tensión continua que existe y existirá entre los dos ámbitos y los vaivenes continuos que derivan de esa tensión. Son ámbitos opuestos y complementarios, pero el hombre, al menos el que no nació como esclavo, se ha centrado en lo público, en la épica, y la mujer en lo privado. Así lo definen al inicio de tomo 4: «En el umbral de lo privado, el historiador –como un burgués victoriano- ha vacilado por mucho tiempo, por pudor, por incompetencia y por respeto del sistema de valores que hacía del hombre público el héroe y el actor de la única historia que merecía la pena contar: la gran historia de los Estados». 

Las fuentes son la arqueología, la narrativa e, inevitablemente, algo de invención. Si toda recreación histórica contiene algo de ficción –lo es toda entrada en conciencia- la recreación de la vida privada, ante la ausencia de una información completa, es inevitablemente narrativa y cubre los espacios vacíos con la ideología del autor. Podría asemejarse a la reconstrucción de una ruina donde se combina el material original, la imitación y lo actual, sin una capa que lo unifique todo. Tales reconstrucciones pueden ser, en ocasiones, muy hermosas. No en vano, aunque no exista la tensión, ni personajes con nombre propio, existen instantes de alto estilo narrativo, donde sentimos el dolor de los esclavos o las injusticias que sufrieron los menos favorecidos. 

Amena y minuciosa

Por su asepsia y falta de juicio, Historia de la vida privada puede servir como sostén para cualquier ideología. Si hubiera que escoger alguna sería cierta reivindicación de los más dañados, que se percibe por ejemplo en el tema elegido para el inicio del libro: la facilidad con que los recién nacidos eran abandonados, sin responsabilidad alguna, durante el Imperio romano. Nos hallamos frente a un largo río, una continuidad con leves cambios, o con modificaciones bruscas, causadas sobre todo por guerras. Duby, Ariès y sus colaboradores consiguen una mirada minuciosa, pero al mismo tiempo amena, que no desprecia el interés del lector, aunque tampoco lo busque con ansiedad. 

Es paradójico que muchas de las reflexiones del tomo final sean al mismo tiempo las más recientes y las más anticuadas. Así ocurre porque toman como presente lo que ocurrió hace 40 años. Se intuyen dilemas que serían capitales años después, como la genética o las políticas de identidad, pero parece evidente que los autores no eran conscientes de los caminos que tomarían en el siglo XXI. Pese a tan inevitables asimetrías la reedición de Historia de la vida privada es un auténtico acierto, que pone al alcance de los lectores del siglo XXI los motivos ocultos de sus conductas más privadas.  

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