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España y Cuba, una hermandad que ni siquiera Franco y Fidel Castro rompieron

La relación entre ambos dictadores estuvo marcada por un sentido práctico y favorecida por sus orígenes gallegos comunes

España y Cuba, una hermandad que ni siquiera Franco y Fidel Castro rompieron

La relación entre ambos dictadores estuvo marcada por un sentido práctico y favorecida por sus orígenes gallegos comunes

Cuba estuvo vinculada a España desde la primerísima hora de la presencia de nuestro país en América. Apenas dieciséis días después del histórico 12 de octubre, fecha de descubrimiento del Nuevo Mundo, Cristóbal Colón desembarcó en Bariay, en la costa nororiental de la isla caribeña. Al dar sus primeros pasos sobre la arena cubana, el almirante genovés dijo que aquella era «la tierra más hermosa que ojos humanos hubieran visto».

Después de aquello, Cuba fue dominio español durante 400 largos años, hasta que la escuadra del almirante Pascual Cervera Topete fue derrotada por los estadounidenses en la batalla de Santiago de Cuba, el 3 de julio de 1898, rubricando así la pérdida de las últimas colonias de ultramar.

Tras la salida forzosa de España, Cuba se convirtió en poco menos que un estado satélite de Estados Unidos, con un Gobierno que obedecía al pie de la letra los dictados de Washington. La historia de la isla durante la primera mitad del siglo XX es compleja, pero la influencia de Estados Unidos siempre se dejó sentir, especialmente durante la dictadura de Fulgencio Batista (1952-1958).

En esas décadas posteriores a 1898, las relaciones entre España y Cuba fueron fluidas, con mención especial al más de millón de españoles que emigraron a la isla en aquellos años.

Castro y Franco, dos extremos que supieron entenderse

El triunfo de la Revolución Cubana liderada por Fidel Castro en 1959 no interrumpió esa hermandad a pesar de que el guerrillero instauró una dictadura comunista que, a primera vista, se situaba en las antípodas ideológicas de Franco.

La relación entre ambos dictadores estuvo regida por una actitud práctica. A pesar de las diferencias políticas, los dos países supieron navegar las aguas de un peculiar ménage à trois encabezado por Estados Unidos. Washington era, naturalmente, el enemigo número uno de Castro, mucho más a partir del embargo comenzado en otoño de 1960 y de las crisis de los misiles (1962).

Franco, por su parte, debía a los norteamericanos la apertura al resto del mundo que el régimen había experimentado a partir de la instalación del bases militares estadounidenses en España, a comienzos de los años cincuenta. Una apertura que se coronó con la visita de Eisenhower a nuestro país precisamente en 1959, año en que había triunfado la Revolución Cubana.

A pesar de ello, España fue uno de los poquísimos países occidentales que no se alinearon con Estados Unidos en el embargo comercial al régimen de Castro. De hecho, en 1960 se firma un acuerdo comercial entre España y Cuba, que será renovado en años posteriores.

Afinidad personal

Pero la pregunta permanece: ¿qué explica la relación cordial entre el artífice de una «cruzada anticomunista» y un dictador con la vista puesta en Moscú? La respuesta es que muchos factores, probablemente ninguno de ellos definitivo por sí solo, pero que, unidos, hicieron de pegamento entre el español y el cubano.

Para empezar, ambos comparten orígenes. Es de sobra conocido que Franco era gallego, como también lo era el padre de Fidel, Ángel María Bautista Castro Argiz, que nació en Láncara, Lugo. De hecho, cuál no sería la sorpresa del diplomático español Adolfo Martín Gamero, que llevaba las relaciones con Cuba, cuando visitó la casa familiar de los Castro y vio, en la mesilla del patriarca, una fotografía de Franco.

Además, no hay que descartar que a ambos los uniese una común aversión a Estados Unidos. No hace falta abundar en la de Castro. Por otra parte, en el caso de Franco, aunque este necesitase de los norteamericanos para la proyección exterior de su régimen, el dictador gallego vivió sus años de juventud con el amargo recuerdo de la derrota española contra los estadounidenses, precisamente en Cuba, por lo que es probable que guardase un cierto rencor hacia la primera potencia mundial.

Esta afinidad se manifestó con la muerte de Franco, en 1975. Cuba declaró tres días de luto oficial y mandó un mensaje de condolencia del presidente del Gobierno español, Arias Navarro.

Años después, en una entrevista con El País en 1985, Castro resumía así su relación con el dictador español: «Franco no se portó mal, hay que reconocerlo. Pese a las presiones que tuvo, no rompió las relaciones diplomáticas y comerciales con nosotros. ‘No tocar a Cuba’ fue su frase terminante. El gallego supo habérselas. Que se portó bien, caramba».

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