Liberia, un sueño de libertad
El 7 de enero de 1822 llegaron a África los primeros negros libres de Estados Unidos, que fundarían Liberia
Un anhelo de libertad les hizo volver a África. Hace dos siglos llegaron a la costa occidental africana los pioneros de la República de Liberia, que durante más de un siglo sería, junto a Etiopía, la única nación independiente del continente.
El litoral del gran Golfo de Guinea llevaba entonces el vergonzoso nombre de Costa de los Esclavos, porque durante siglos había sido el territorio de caza de los negreros, de allí salieron los millones de esclavos de las Américas, Norte, Sur y Caribe. Para contrarrestar ese nombre vergonzoso surgirían nombres utópicos: Freetown, Libreville (Ciudad Libre en inglés y en francés) y Liberia, un nombre de inspiración latina que se explica por sí solo.
La idea de crear enclaves de libertad para los esclavos liberados es tan antigua como el movimiento antiesclavista. A finales del siglo XVIII se desarrolló en Inglaterra un estado de opinión contrario a la esclavitud y, sobre todo, a la trata de negros. Una secta disidente de la Iglesia Anglicana, la Iglesia de los Amigos, más conocidos como Cuáqueros, fue quien encabezó el movimiento liberador, al que se unirían otras iglesias cristianas minoritarias. En 1788 la abolición de la esclavitud fue introducida formalmente en el debate parlamentario de la Cámara de los Comunes.
Por esas fechas, en 1787, una organización dirigida por el abolicionista Granville Sharp, el Comité para la Liberación de los Pobres Negros, compró tierras a un reyezuelo africano y fundó la provincia de Freedom (Libertad, hoy Sierra Leona) y la ciudad de Freetown, cuyos primeros habitantes fueron 400 negros libertos traídos de Inglaterra. A principios del siglo XIX el Gobierno inglés prohibió la trata de esclavos, y la Royal Navy se dedicó a perseguir los barcos negreros. Cuando conseguía liberar un cargamento humano lo desembarcaba en Freetown.
Sociedad Americana de Colonización
La idea fue recogida en Estados Unidos, donde dos clérigos, Robert Finley y Samuel John Mills, fundaron la Sociedad Americana de Colonización, con el propósito de repatriar a África a los esclavos libertos de Estados Unidos. Aunque no cabe duda de las buenas intenciones de sus fundadores, el proyecto no era simplemente altruista, buscaba resolver el problema de la multiplicación de negros libres en la sociedad americana.
En esa época había ya unos 300.000, y su integración resultaba imposible por el rechazo de la mayoría de los blancos. Los más interesados en buscar en África un «hogar de libertad» para ellos, eran los partidarios de la esclavitud, que temían que los negros libres provocasen la rebelión de los negros esclavos. El Gobierno norteamericano patrocinó el proyecto.
En contra del «regreso a África» estaba el movimiento abolicionista, que pretendía la integración racial en Estados Unidos, y la inmensa mayoría de los propios negros libres, que no tenían ningún interés en vivir en una tierra salvaje, por más que fuese la de sus mayores.
El sueño de libertad de Liberia nació, por lo tanto, lastrado. Samuel John Mills, que había viajado a la nueva «tierra prometida» para poner en marcha el proyecto, falleció a causa de las enfermedades tropicales, que también diezmaron a los negros americanos. En realidad fueron muy pocos los que se embarcaron en la aventura, en el momento de la creación de la República de Liberia habían llegado unos 13.000. Inevitablemente los recién llegados, que siempre se llamaron a sí mismos americanos, discriminaron a la mucho más numerosa población indígena, los africanos.
Los americanos eran en muchos casos mestizos, sobre todo los dirigentes, y aspiraban a reproducir en África el modelo estadounidense. En 1847 proclamaron la República de Liberia, con una constitución e instituciones semejantes a las de EEUU, incluida la bandera, que era igual, aunque con una sola estrella en vez de 50. También copiaron el modelo colonial occidental, manteniendo a los indígenas discriminados y explotados.
Lo que no pudieron reproducir fue los aspectos positivos del modelo estadounidense, la democracia y el respeto a los derechos individuales. Los americanos, pese a ser una escasa minoría, monopolizaron el poder hasta 1980, aunque con rencillas entre ellos, continuos fraudes electorales y golpes de estado. Según el Libro Guinnes de los records, las elecciones de 1927 fueron «las más fraudulentas de la historia», pues el ganador se adjudicó 250.000 votos cuando sólo había 25.000 votantes.En el siglo XX llegó a Liberia la poderosa empresa americana Firestone, para explotar el caucho, y el país entró en la categoría de «República Bananera», controlado por la multinacional. En 1980, un golpe de estado dirigido por un sargento indígena (los africanos no llegaban nunca a cargos altos), asesinó al último presidente americano y tomó el poder. Era el fin de la hegemonía americana, aunque el remedio fue peor que la enfermedad, porque dio paso a dos décadas de dictaduras brutales y sangrientas guerras civiles, al mismo nivel de las que convirtieron otros lugares de África –Ruanda, Congo…- en un infierno.