Seis locos y una cruzada: los Monty Python cuentan su historia a viva voz
Libros del Kultrum reedita la autobiografía de los legendarios Monty Python, publicada originalmente en inglés en 2003
Resulta impensable concebir que usted, lector, nunca haya escuchado ese silabear gracioso, obscenamente optimista, inocentón, de «Always Look on the Bright Side», la canción compuesta por Eric Idle y que aparecía justo al final de La vida de Brian, la película más famosa del grupo cómico inglés Monty Python. Canción, letra y actuación que representan fielmente el espíritu de toda la obra de los Pythons: una mezcla de sofisticación e infantilismo, basada en el absurdo, menos sátira o parodia que exploración de un cierto estilo en el que se busca la comicidad de su propio contexto.
Aquí, en esta escena del filme, por ejemplo, la hilaridad es fruto de la situación: se trata de personajes que cantan a la belleza, educación, cortesía y simpleza de la vida mientras yacen exánimes, en la cruz; medio desnudos y castigados por un sol de justicia. A punto de morir, pero sonriendo. Con los Pythons, el humor funciona a la manera del oxímoron: la gracia florece súbita porque lo que se dice (o canta) colisiona con el ambiente en el que se enuncia. El propio editor del libro en castellano, Julián Viñuales, nos confiesa que «fui presa de un arrebato de auténtica devoción incondicional, desde la primera carcajada a la última, al ver en la gran pantalla La vida de Brian, estrenada en España en 1980. No sé cuántas veces la habré visto. Acostumbrado a las grandes producciones cinematográficas hollywoodenses ambientadas en el mismo período histórico, pero también con el recuerdo aún presente de las aproximaciones de Zeffirelli y Passolini, aquella mirada alejada del Unigénito y que, sin embargo, analizaba la sobrepoblación en Judea de profetas, videntes y herejes dispuestos a salvar a la humanidad de sí misma, me parecía una idea brillante, descabellada y divertidísima».
La nueva edición de esta Autobiografía de Monty Python, con edición al cargo de Bob McCabe, cuenta con una traducción revisada de Álex Gibert, con amplia información que ayuda a contextualizar la historia, un sinfín de fotografías y, además, sale a un precio razonable (24,50 euros; la edición anterior tenía un precio prohibitivo). El libro, además de dar una visión completa (histórica y contextual) de la Inglaterra de finales de los años sesenta que posibilita que surjan los Pythons, es una biografía emocional de sus miembros, pues es menos crucial lo que se vive que cómo lo viven cada uno de los miembros. Así las cosas, esta Autobiografía nos proporciona visiones antagónicas sobre muchos eventos de la historia del grupo, según sea quien lo relate; lo que, dicho sea de paso, es muy Python. Y, en última instancia, lo convierte (casi) en una pieza más de su obra.
Los herederos (espirituales) de los Beatles
Decía George Harrison (quien, por cierto, financió La vida de Brian, habiendo de hipotecar su mansión) que los Monty Python eran herederos de los Beatles, pues se formaron justo en 1969, año de la disolución de los FabFour, y que, por ello, se había producido una transmisión de su esencia espiritual. Al menos lo fueron en el sentido del estrellato, el culto y la admiración.
Un ejemplo: los Pythons, tras el éxito mundial de La vida de Brian, actuaron en el Hollywood Bowl, en Los Ángeles, a resultas de lo cual saldría una película, en 1982. «Éramos como estrellas de rock», confiesa Terry Gilliam. Y confirma que aquello «no era teatro, era un concierto pop, con siete mil personas de público». Un público que corea las frases, que se sabe los sketches. Otro dato para hacernos una idea de la magnitud del culto (y su posición en la industria): Para su siguiente película, El sentido de la vida (que acabaría, a la postre, siendo la última), manejaban un presupuesto de 8 millones de dólares (estamos hablando de comienzos de los años ochenta) y tenían libertad creativa absoluta. Con lo único que justificaron lo que iban a hacer con la película, antes de empezar, frente a Universal (la productora de la película,) fue con un poema de Eric Idle que decía así: «La peli lo tiene todo, / todo aquello que tú quieras: / del sentido de la vida / a tías con grandes peras».
Adiós al chiste de remate
La historia de los Monty Python comienza con una llamada de John Cleese (después de haberlo acordado con Graham Chapman) a Michael Palin, que en aquel entonces trabajaba junto a Terry Jones, Eric Idle y Terry Gilliam (que se ocupaba de las animaciones) en el programa Do Not Adjust Your Set (No ajustes tu televisor), que se emitió en el canal inglés ITV hasta mayo de 1969 y donde ya aparecieron las primeras semillas del estilo de monólogo interior que luego caracterizaría la obra de los Pythons. A resultas de esa llamada y de las conversaciones que le siguieron (llevadas a cabo en un picnic que se celebró a orillas del Thamesis) surge Monty Python’s Flying Circus, serie de 45 capítulos que se emitió durante 4 temporadas en la BBC.
Los capítulos estaban compuestos por sketches breves y la voluntad era la de cambiar las viejas formas de comedia por otras nuevas. El primer gran cambio: la desaparición del usual chiste que solía rematar cualquier sketch. A partir de ahora, los chistes se unirían con la idea del hilo del pensamiento, que serviría para darle continuidad a los episodios. Los sketches, como dice Terry Gilliam, se alargaban «hasta que nos parecía que perdían fuelle y entonces pasábamos a alguna otra cosa. Eso fue lo que de verdad nos liberó».
«Por lo general, descubríamos lo que íbamos a hacer sentándonos a escribir y leyendo al final de la jornada lo que habíamos escrito (…) Era una liberación tremenda; cuando conseguimos romper las barreras que nos coartaban se nos abría de repente un sinfín de posibilidades»
John Cleese
De cualquier forma, y como también confirma John Cleese, los Pythons no eran grandes teóricos. Dice: «Por lo general, descubríamos lo que íbamos a hacer sentándonos a escribir y leyendo al final de la jornada lo que habíamos escrito. El siguiente paso era reunirnos todos en una habitación y enfrentarnos, no ya a la creación de tres minutos de material cómico, sino a la realización de los diversos sketches. Era una liberación tremenda; cuando conseguimos romper las barreras que nos coartaban se nos abría de repente un sinfín de posibilidades y eso nos infundía nueva energía». De ahí la experimentalidad de los programas, pero también la cohesión del grupo, el convertirse en un «grupo equitativo», como dice Terry Jones.
Otra de las claves la da Eric Idle, cuando confiesa que «locos lo estábamos todos, pero cada uno a su manera; cada uno aportaba su granito de locura en particular, de modo que entre todos éramos un solo y perfecto lunático». El mundo al revés, vaya. Las animaciones de Gilliam, además, servían de argamasa para el contenido del show y le daban al programa, como cuenta Cleese, «un toque excepcional». El clima saludable de crítica y tolerancia inicial (que luego, comprensiblemente, con los años, acabaría en otro más irritable de reproches y hastío) ayudó mucho a desarrollarse humor intuitivo de los seis Pythons, y el hecho de que no hubiese límites (como curiosidad, sépase que no utilizaban teleprompter). En palabras de Eric Idle: «Entre todos éramos como un solo cerebro corrector compuesto de muchas mentes distintas enfocadas en la resolución de cualquier cosa que fallara».
«Cada uno aportaba su granito de locura en particular, de modo que entre todos éramos un solo y perfecto lunático»
Eric Idle
El programa, no obstante, no fue un éxito instantáneo. El primer episodio se retransmitió el 05 de octubre de 1969. Se produjo una primera reacción muy extraña (no hubo ni una sola carcajada entre el público que acudió a la grabación). La gente de la BBC no sabía qué hacer con el programa. Lo fueron cambiando de día y de hora de emisión, hasta que se estabilizó en el domingo noche. Y una minoría creciente fue apoyándolo. En la segunda temporada cuajó. Al final, consiguieron una audiencia media por programa de 3 millones de espectadores.
Tras el programa comienza la leyenda: libros, obras de teatro, discos, publicidad, películas… y hasta hoy. Opina Michael Palin que el éxito de los Python se debe a la solidez de sus guiones, la consistencia interpretativa, la sensibilidad hacia el absurdo y a una libertad absoluta de creación. Un tipo de humor que ha sobrevivido porque, dice, «tiene los pies ligeros y se mueve de una idea a otra con gran soltura».
Preguntado sobre el particular, sobre la recepción que puede hacer el público más joven de la obra de los Monty Python, opina Julián Viñuales que «no creo que muchas de las cuestiones tratadas en sus sketches hubieran hecho las delicias de los ejecutivos de las productoras y televisiones más próximos a la cultura de la negación, al enaltecimiento de lo políticamente correcto, al postureo woke y a otras lindezas que parecen traer consigo estos tiempos y estas plagas».