Sí, un algoritmo se quedará tu trabajo, pero tú tendrás otro mejor
‘¿Te va a sustituir un algoritmo?’ (Editorial Turner, 2021) de Lucía Velasco es un ensayo generalista sobre males, retos y potencialidad del nuevo paradigma laboral global
Las ideologías y las grandes teorías que intentan explicar y resumir la sociedad ponen el trabajo en el corazón de sus preocupaciones. Es así porque el empleo va más allá de conseguir los medios con los que procurarse la existencia intercambiando el trabajo por un salario. Es, también, uno de los ejes de las identidades con las que nos proyectamos en esa misma sociedad. De ahí que los cambios en las características del empleo traigan aparejados cambios en el humor social que van mucho más allá del mercado laboral. Es lo que el sociólogo estadounidense Richard Sennet estudió ya en los 90 en su ensayo La corrosión del carácter, cuya descripción anticipaba muchos de los males que estallarían más de una década después.
A diagnosticar y analizar esos cambios, acelerados en los últimos años por una tecnología que ha impulsado la digitalización y creado la así llamada economía de plataformas, dedica Lucía Velasco el ensayo ¿Te va a sustituir un algoritmo? El futuro del trabajo en España (Turner). Una obra que, si bien en el subtítulo menciona el mercado laboral español, trasciende las fronteras de cualquier país para inscribirse en un ensayo generalista sobre males, retos y potencialidad del nuevo paradigma laboral global. La autora es economista y actualmente dirige el Observatorio Nacional de Tecnología y Sociedad (ONTSI), una atalaya desde la que ha podido observar y estudiar de cerca los cambios profundos que la digitalización ha traído al empleo. Esa es la primera virtud de un libro que atesora varias: la de resumir y clarificar una serie de cambios veloces y convergentes que han trastocado por completo un campo que nos afecta a todos como el del empleo. Velasco identifica cuatro motores de cambio, las Cuatro D: demografía, descarbonización, desglobalización y digitalización.
En ¿Te va a sustituir un algoritmo? Lucía Velasco identifica cuatro motores de cambio, las Cuatro D: demografía, descarbonización, desglobalización y digitalización
Transformaciones que han precarizado muchos empleos, pero que además han inducido una angustia e incertidumbre nuevas en muchos de quienes creían tener un empleo estable. Según cuenta Velasco, «en febrero de 2021, la consultora PwC encargó la encuesta en la que participaron más de treinta mil personas representativas de todos los estados laborales posibles y de dieciocho países. ¿Conclusión? Casi el 40% cree que su trabajo quedará obsoleto en cinco años y a seis de cada diez les preocupa que las máquinas les sustituyan». Hay mucha ingenuidad en creer que esta «ansiedad tecnológica» generalizada iba a ser inocua. ¿Cómo reprochar que tanta gente vea con aprensión el futuro si cada día nos desayunamos augurios funestos sobre la próxima caducidad de nuestras habilidades y empleos?
Lo que está aquí para quedarse
No todo es malo, y no todo lo que pueda parecer inconveniente va a desaparecer. Hay cambios de fondo a los que hemos de adaptarnos. «Vamos hacia un modelo de aprendizaje basado en proyectos mucho más prácticos», escribe la autora, que apoya su conclusión en datos y estudios que impresionan –o que retraen–: «La vida media de una habilidad aprendida es de cinco años, la mitad de lo que aprendiste hace cinco años es prácticamente irrelevante, y casi todo lo que aprendiste hace diez años está obsoleto». Un desajuste que se refleja en la mentalidad y en las normas, pues «las oportunidades de trabajo que existen hoy en día son trabajos del siglo XXI, pero la forma en que la mayoría de la gente realiza estos trabajos sigue estancada en el siglo anterior». Empezando por la forma y el fondo de la educación. De modo que la formación permanente en habilidades demandadas y a lo largo de toda la vida parece una exigencia ineludible.
«La vida media de una habilidad aprendida es de cinco años, la mitad de lo que aprendiste hace cinco años es prácticamente irrelevante, y casi todo lo que aprendiste hace diez años está obsoleto»
De la misma forma en que es inevitable un proceso de automatización que cada vez abarca más labores, incluso algunas hasta hace pocos impensables y con tintes creativos, como la traducción de según qué tipo de textos. Ante esta imparable marcha de los robots, ¿funcionará otra vez la «destrucción creadora» que teorizó Joseph Schumpeter? ¿Quedará algo para los imperfectos humanos? «Sí», responde Velasco, que ve clara la convivencia entre unos robots y sus algoritmos dedicados a tareas mecánicas y repetitivas, por un lado, y unos seres humanos centrados en «la interpretación, lo imprevisible y la ayuda». Y en el saber especializado. De nuevo, la suya no es una opinión subjetiva, sino la conclusión de quien mira e interpreta los datos: «Se calcula que en diez años los trabajos en Europa y Estados Unidos podrían requerir hasta el 55% más de tiempo dedicado en habilidades técnicas y el 24% de las horas utilizando habilidades sociales y emocionales, de modo que cada vez usamos menos lo físico, lo manual, pero también las habilidades cognitivas básicas», explica.
«Se calcula que en diez años los trabajos en Europa y Estados Unidos podrían requerir hasta el 55% más de tiempo dedicado en habilidades técnicas y el 24% de las horas utilizando habilidades sociales y emocionales»
Si la seguridad del pasado es irrecuperable, no se debe solo a decisiones de quienes hacen las leyes y las aplican. Hay algo más profundo que conviene no ignorar o despachar alegremente, y sí gestionar. «Nuestra nueva vida laboral requerirá de esa mentalidad de autónomo, freelance o emprendedora», explica, aludiendo a transiciones entre un empleo y otro mucho menos traumáticas que en el pasado, cuando estar desempleado o buscando nuevas oportunidades eran estigmas propios de fracasados. Toda aquella retórica derivó en una reacción inconexa, vaga, pero transversal y potente en forma de movimientos que impugnaban, de una forma u otra, todos aquellos dogmas que sonaban a final de la Historia.
Lo que puede (y debe) cambiar
Deducir de todo lo anterior que el empleo ha de ser precario es un salto no solo demasiado grande, sino infundado. Las políticas laborales siguen teniendo un papel que cumplir, y sacar a pasear el «no hay alternativa» o excusarse en designios tecnológicos y competitivos para devaluar las condiciones laborales y el propio concepto de trabajo tiene más que ver con una nueva y falsa escolástica que con la realidad del trabajo. Empezando por su importancia en la conformación de la identidad y nuestro lugar en el mundo. De ahí que Velasco afirme que «es necesario revalorizar el concepto de oficio e impulsar los oficios digitales».
¿Cómo? Es una tarea de largo aliento, pero para la que hay una cierta inclinación favorable en los discursos de los líderes más influyentes. Ahí están las declaraciones de Joe Biden, diciendo que Estados Unidos no es una creación de Wall Street, sino que es inseparable de las clases medias, y que estas lo son de los trabajadores y de los sindicatos. O la campaña del actual canciller alemán, el socialdemócrata Olaf Scholz, cuyo éxito es inseparable de su reivindicación de «respeto y dignidad» para los trabajadores. La autora, en esta línea, propone «crear una escuela nacional de oficios digitales fomentando la proactividad sobre nuestra carrera, la marca personal y la actitud de un profesional que ofrece servicios, aunque sea solo a una empresa». No estamos abocados a ser riders de cualquier oficio. Este libro ayuda a entender por qué y cómo evitarlo.
«La vida mejorará. Nos irá bien. Progresaremos. Viviremos más, trabajaremos menos y mejor. Habrá altos y bajos (…) El problema va a ser el futuro más cercano. El de la transición»
¿Qué pasará con nuestros empleos y, por lo tanto, con nuestras vidas? A esa pregunta trata de responder este libro generosamente claro y directo, cuyo cierre nos deja una conclusión que puede exponerse como una vieja máxima sobre la idea de progreso: «La vida mejorará. Nos irá bien. Progresaremos. Viviremos más, trabajaremos menos y mejor. Habrá altos y bajos. Seguirá habiendo ambición, guerras y desigualdad, pero tendremos que esforzarnos en reducirlas. Igual que hemos hecho con la pobreza extrema o la mortalidad infantil. El calentamiento global nos recordará con cada desastre lo mal que lo hicimos. El problema va a ser el futuro más cercano. El de la transición».