Así es Clara Roquet, la debutante que compite con Almodóvar en los premios Goya
La directora de ‘Libertad’, que estrenó en Cannes, compite con Almodóvar, León de Aranoa e Icíar Bollaín por los grandes premios en la gala de este sábado
Clara Roquet no fue a Cannes; sí viajó su película. Que se sepa, los rollos de cine no contraen el coronavirus. Libertad se estrenó en julio en la Semana de la Crítica del célebre festival mientras su directora aguardaba, mano sobre mano, en Barcelona. «No pude ir al estreno y solo fui a la gala final, cuando ya di negativo en covid». La cinta, la primera dirigida por esta joven de 34 años con larga trayectoria en el guión (Petra, Los días que vendrán, 10.000 km…), se defendió por sí misma, y salió airosa. Tanto que, poco más de medio año después, es la revelación dentro de las nominaciones de los premios Goya. Este sábado, opta a seis ‘cabezones’: mejor película, dirección novel, guión original, fotografía, actriz de reparto y actriz revelación.
Toda precaución es poca. «El otro día quedé con un amigo y le dije que solo iría si nos poníamos en terraza exterior. A lo mejor voy super resfriada a la gala», bromea. Hoy toca PCR y, si todo va bien («ya sería mala suerte que me vuelva a pasar»), pondrá rumbo a Valencia, sede de esta 36 edición de los premios grandes del cine español. Mientras, sigue su rutina en la ciudad condal: un poco de yoga, café, mailing, procastinación y, por fin, la escritura: desde las 10, unas cuatro horitas por la mañana, y otro rato por la tarde, en otra habitación o en otro lugar, a menudo en una cafetería. «Aunque me está costando encontrar espacios estas últimas semanas», confiesa. Y es normal: son las 9.00 y ya está al teléfono con los periodistas. «Desde Cannes, he vivido como en una montaña rusa. Los guionistas estamos en la sombra, poco acostumbrados a la exposición. Pero está siendo bonito y lo de los Goya, aunque suene a cliché, no me lo esperaba».
«Los guionistas estamos en la sombra, poco acostumbrados a la exposición. Pero está siendo bonito y lo de los Goya, aunque suene a cliché, no me lo esperaba»
Libertad es la ‘tapada’ de la edición. Compite nada menos que con Pedro Almodóvar (Madres paralelas), Fernando León de Aranoa (El buen patrón) e Icíar Bollaín (Maixabel). El premio a mejor película, asegura, «lo doy por imposible, voy a hacer una porra en la gala para estar distraída. Son personas que admiro muchísimo y gracias a esto he podido conocerlos y compartir mesas redondas». Sin embargo, en pleno invierno, Clara Roquet puede hacer su agosto. Traer al Palau de les Arts el griterío de las chicharras, la abulia veraniega, la siesta y la paella.
No es que Roquet compita con un anuncio de Estrella Damm. Eso, el verano en la Costa Brava, es sólo el envoltorio. Todo lo demás difiere notablemente. Libertad narra la toma de conciencia de una adolescente de la burguesía acomodada. Conciencia de su crecimiento, de las grietas de su familia y, especialmente, de su posición de privilegio. La llegada de Libertad, la hija de Rosana, empleada doméstica de la casa, con la que traba amistad rápidamente, sirve a Roquet para establecer las diferencias de clase en las que, como en las urbanizaciones de la Costa Brava, nos guarecemos de los otros. Ni siquiera el afecto puede demoler del todo la dinámica de la servidumbre, aunque sólo sea a nivel mental, como automatismo.
Únicamente hasta que Clara asumió que debía contar la historia desde los ojos de Nora, un claro trasunto de su propia clase social, el guión no echó a rodar: «Intenté escribirlo desde la perspectiva de Libertad, pero sentía que me apropiaba de un punto de vista que no era mío, necesitaba alguien más cercano a mi experiencia». El mensaje, sin embargo, se plantea de forma sutil. «Va por debajo, no en primer término. Todas las películas son un poco políticas, pero no quería que lo fuera abiertamente porque las cosas funcionan mejor desde la emoción». ¿Cuánto hay de flagelación de clase? «Claramente, una parte de la película viene de la culpa de clase, pero no como flagelación sino como conciencia. Todos ocupamos el lugar que toca, no lo elegimos, pero tenemos herramientas para tomar conciencia, que es un ejercicio que muchos no hacen y creen que los privilegios que tienen son inamovibles».
«Hace falta más años para hacer películas más grandes, aunque para las mujeres directoras es más difícil acceder a presupuestos más altos. Lo importante es que nuestras películas tengan un lugar, que estén compitiendo con los grandes»
Hace ya unos años que la competición en los Premios Goya bascula entre dos generaciones: una de cineastas consagrados que, por lo general, hacen valer su estatus en los premios más señeros, y otra de debutantes, mayoritariamente mujeres, que irrumpen en los galardones más importantes de la industria con propuestas más modestas en lo económico pero que dejan el mejor sabor de boca posible. Sucedió, por ejemplo, en 2017: el galardón a mejor película fue para Isabel Coixet, y el premio a Dirección Novel para Carla Simón y su Verano 1993. A esa misma generación de directoras (Belén Funes, Pilar Palomero, Nely Reguera, Elena Martín…) abanderadas de un cine mínimo y cotidiano, muy pendiente de las etapas de tránsito y crecimiento, pertenece Clara Roquet. «Somos amigas, con edades e intereses parecidos aunque cada una con su mirada propia. Nos entendemos muy bien y hacemos intercambios creativos. Es lógico que no ganemos los grandes premios. Hace falta más años para hacer películas más grandes, aunque para las mujeres directoras es más difícil acceder a presupuestos más altos. Lo importante es que nuestras películas tengan un lugar, que estén compitiendo con los grandes», añade la realizadora.
Los Goya ya han supuesto, desde la nominación, un espaldarazo en la taquilla para Libertad, que se ha reestrenado. Más allá del premio a mejor película, el de guión original despierta especial ilusión en Roquet. «Lo siento como un reconocimiento; había escrito muchos guiones pero nunca había estado nominada». Las de Nora Navas (mejor actriz de reparto) y Nicolle García (actriz revelación) son otras dos de las candidaturas de Libertad. Navas ya ganó el Goya por Pa Negre en 2010, mientras que la colombiana Nicolle García no sólo se estrena en el ámbito de los galardones sino que ha irrumpido en el cine con esta cinta. Dieron con ella casi de casualidad, en Medellín, y su visión de una adolescente con ansias de sacudirse el yugo de clase de su madre ayudó a Roquet a perfilar el personaje del guión.
Sin nominación, pero no por ello sin el aplauso general, queda la actriz María Morera, la joven Nora que asiste al derrumbe de sus certezas en un verano crucial, a sus 14 años. Precisamente a esa edad, Clara Roquet, que vivía en un pueblecito sin cine, Malla, tuvo su particular epifanía profesional: «Mi tío me regaló un VHS de Los 400 golpes, y me voló la cabeza. A partir de ahí descubrí un lenguaje nuevo, que me hablaba de una forma que iba más allá de lo que conocía». Como en la cinta de Truffaut, en Libertad el mar está al fondo, al cabo de la carrera.