Regresa George Sprott, el icono televisivo en declive que ilustró Seth
El autor de ‘Ventiladores Clyde’ visitó España por el relanzamiento de su biografía ilustrada del personaje, un presentador de televisión acabado que, ante la proximidad de sus últimos días, recuerda el resto de su vida
Considerado uno de los nombres imprescindibles del cómic independiente durante la década de los 90 en Norte América, Seth, seudónimo de Gregory Gallant, acaba de visitar España para promocionar el relanzamiento de uno de sus álbumes más icónicos, el centrado en George Sprott, un presentador de televisión desfasado y fracasado que, en el ocaso de su vida, despierta cierta ternura a pesar de sus graves errores. Digámoslo ya, vieja gloria de la pantalla, vanidoso, desleal y mal padre, no es Sprott demasiado simpático. Y, sin embargo, hay belleza en las costuras que poco a poco el dibujante va hilvanando entre sus páginas.
A juzgar por las apariencias nada tienen que ver el uno con el otro, aunque hay algo en la forma pulcra de vestir del historietista, con su cabello engominado sin un solo pelo fuera de lugar, sus clásicas gafas redondas de pasta negra -ya marca de la casa-, su corbata color mostaza, su traje marrón y su maletín a juego; que hace parecer que él mismo haya saltado de la página de un cómic a la cafetería donde se produce el encuentro.
Cuenta que la vocación le viene desde niño. «Creía que quería ser dibujante de superhéroes», recuerda. Pero pronto el contacto con otros jóvenes con intereses más ambiciosos en otras artes como cine, literatura o pintura, le hizo replantearse aquella vocación. «Supe que no tenía interés ninguno en dibujar a Spiderman. Pero tampoco sabía bien qué era lo que quería hacer, aparte de que los cómics me despertaban mucho interés».
Influenciado por los hermanos Hernández o Chester Brown, fue entonces cuando llegó su primer encargo. «Un cómic de, digamos, término medio, que se llamaba Mister X y era como una especie de proyecto misterioso, futurista y art déco. Fue una obra importante. Yo no era el escritor, ahora jamás me plantearía algo así, pero fue interesante porque me dio ese poso de aprendizaje profesional. Después empecé a publicar mis propios cómics y ser el escritor de mi propia obra».
El cómic de superhéroes y el declive de la cultura popular
Con respecto a su opinión sobre la industria del cómic de superhéroes, Seth contesta con honestidad. «Tengo sentimientos un poco encontrados. Me encuentro con ellos a menudo, tenemos trato, coincidimos en festivales y en cenas. Algunos de ellos verdaderamente tienen un talento que despunta. Tampoco es que no respete su obra y no quiero pecar de esnob, creo que hay demasiado trabajo de ese estilo, ahora todo son superhéroes y fantasía, tanto en videojuegos, películas, cómics… Toda la cultura se está empapando de este tipo de material –reflexiona–. Y a veces sí que es un trabajo que lleva su tiempo, pero es una temática tan sumamente acotada, que es muy limitada».
«Creo que hay demasiado trabajo de ese estilo, ahora todo son superhéroes y fantasía, tanto en videojuegos, películas, cómics… Toda la cultura se está empapando de este tipo de material»
«Además, tampoco me gusta la naturaleza corporativa que prima en todo ello –continúa–. Son artistas que llegan ahí a los 20 años, les utilizan durante otros 20, les desgastan y luego no saben nada de su propia obra. Simplemente es mano de obra. Es una pena. No conoces ni sus vidas. Y esto se retroalimenta constantemente. Siempre hay una nueva generación ansiosa y deseosa de entrar. Yo me siento muy afortunado de habérmelo ahorrado. Además, creo que por otro lado hay mucho trabajo interesante por hacer y hay muchos artistas que podían haber hecho un trabajo mejor. Pero realmente esto te afecta, no puedes pasarte diez años con Spiderman y luego de repente empezar a trabajar en una adaptación de Guerra y paz. Ese tipo de cultura me resulta decepcionante. En los 70 la mayoría de las películas eran de temáticas populares como Bonnie and Clyde, El exorcista o El padrino, pero eran historias para la gente mundana. Ahora son todo historias como para niños de párvulos pero recreadas en modo adulto. Y esa infantilización de las películas supone un declive de la cultura popular», critica.
George Sprott, emblema de otra época
Aunque confiesa que no suele mirar mucho sus trabajos pasados, el también autor del aclamado Ventiladores Clyde guarda cariño a George Sprott, que reedita ahora Salamandra Graphic. «Al contrario que con otras obras más antiguas, con las que no me pasa, es un trabajo con el estoy muy conectado. Cuando hice el libro, en 2009, sentía que era la obra más interesante y emocionante que podía hacer por aquel entonces –comparte–, pero ahora lo veo como parte de un proceso para llegar al momento en el que me encuentro inmerso en este instante».
Serializado originalmente en The New York Times Magazine desde septiembre de 2006 a marzo de 2007, y publicada como libro en el año 2009, su autor imagina cómo sería su personaje hoy. «No sería una celebrity ni mucho menos. Para empezar ya no hay televisión local en Canadá. Igual sería una estrella de YouTube, pero es un producto de otro tiempo. Ahora no parece que interese escuchar la charleta de un hombre viejo y gordo. En aquella época personajes como George podían alcanzar la fama pero realmente pertenecían a un mundo de antaño, más vetusto, y la mayor parte de la obra lo que muestra es a un personaje sin conciencia que realmente salpica mucho mal».
«Creo que la mayor parte de las personas piensan al final de su vida que algo no ha ido bien del todo, que falta algo en el puzle. En ese sentido, es más interesante hablar del fracaso que del éxito»
Retrato de vieja gloria, de un hombre que viajó al Ártico en otro tiempo y fue capaz de documentar el Gran Norte Blanco, consiguiendo despertar cierto interés en su audiencia, en sus últimos días, Sprott se ha convertido en una caricatura de sí mismo, capaz de quedarse dormido en pleno directo. «Todas nuestras vidas son puros fracasos, no es tan flagrante, pero es muy sutil –tercia Seth–. Puedes estar muy satisfecho con tu vida y alcanzar el éxito pero creo que la mayor parte de las personas piensan al final de su vida que algo no ha ido bien del todo, que falta algo en el puzle. En ese sentido, es más interesante hablar del fracaso que del éxito. Sería más fácil narrar una historia de un famoso rico pero infeliz, es lo que uno espera. Pero a mí lo que más me interesa de George es que, a pesar de que su vida era un caos absoluto, él no se enfrentaba a los hechos, sabía que su vida había sido un fracaso pero no sabía por qué y tampoco hizo un esfuerzo por entenderlo».
Y, sin embargo, en este ocaso, sí consigue despertar algo de ternura. «El fracaso tiene toques poéticos –coincide el autor–. Es parte de la cultura del ser humano. Hay cierta tristeza en él que añade belleza a las cosas. Por eso a lo mejor nos sentimos así cuando vemos a George, aunque no nos guste. Y a pesar de que no quería revelarlo todo y hacerlo que fuera un personaje execrable o, al contrario, demasiados aspectos para que tuviéramos más empatía por él, George es como un niño perdido, y aunque los niños estén teniendo una rabieta nos despiertan ternura», afirma.
Dedicado a su compañero y amigo Chester Brown, Seth no se olvida de sus colegas de profesión y por sus viñetas desfilan personajes como Jimmy Freeze, un ilustrador de los tiempos de George. «Brown fue una influencia mayúscula para mí. Cuando le conocí fue cuando me empecé a plantear en serio cuál era la diferencia entre un mal cómic y uno bueno». Con nombres de cabecera como uno de los fundadores del cómic underground, Robert Crumb, entre esas influencias, el artista cita también a otro indiscutible como el creador de Jimmy Corrigan, Chris Ware. «Le conocí cuando finalicé mi primer libro, durante la promoción me quedé en su casa y nos hicimos muy buenos amigos. Conversar con él me hizo comprender que estaba a años luz en sus planteamientos, me superaba en todo lo que hacía. Aquello me hizo esforzarme mucho más. Ahora ya no tanto, claro. Sigo admirando enormemente su trabajo, pero no creo que tenga esa influencia directa. No obstante, sin Brown y sin Ware no podría hacer la obra que estoy haciendo hoy».
La dificultad de mantenerse en el cómic
Inmerso en la actualidad en su último trabajo, un libro de gran formato, Seth nos adelanta que tendrá «un trazo mucho más rápido que en el pasado, utilizando una técnica y unas herramientas mucho más básicas, no buscando la perfección, porque lleva demasiado tiempo». No obstante, aunque prefiere no avanzar nada del contenido, volverá a uno de sus temas recurrentes, la memoria, y pondrá atención en el espacio y los lugares más que en las personas. «Se trata de inventar un lugar y todo lo que le circunda. Este tipo de descripción del lugar es algo que me atrae mucho, mucho más que una trama tradicional con personajes al uso. Creo que es un libro un tanto excéntrico, pero que tiene mucho sentido del humor, y a pesar de que también es algo melancólico, podría leerlo cualquier persona».
Sobre el pulso actual del cómic, comparte que siempre es difícil mantenerse. «Cuando yo era joven ganarte la vida de dibujante era francamente imposible, pero como ilustrador sí que podías trabajar en cientos de revistas que siempre estaban buscando gente. Durante 15 años la mayor parte de mis ingresos provenían de ahí. Hoy ya no hay revistas y tampoco es que en internet puedas ganar un céntimo». Así que, ¿empezar ahora?, se plantea. «No sería tan fácil. Para los dibujantes más jóvenes es difícil, no tienen tantas oportunidades».
«Cuando yo empecé había solo un puñado de dibujantes –amplía–. Ahora vas a cualquier festival y hay hordas de jóvenes, y muchos están haciendo una labor muy buena. Es un momento interesante para ellos. Hay una comunidad, con pleno apoyo y los cómics están vivos. Pero, claro, también en este océano es difícil ganarse la vida siendo dibujante. Y los cambios digitales han sido buenos y malos al mismo tiempo. Por un lado son positivos, pueden alcanzar a más personas, puedes presentar su trabajo de una forma muy sencilla, pero el problema es que es complicado hacer visible tu obra en esa marea de internet. Antes era más sencillo, incluso por correo ordinario, era una subcultura mucho más pequeña, más precisa».
En el lado bueno de la balanza, el historietista reconoce que la cultura digital ha aportado ciertas facilidades, ciertas mejoras en la producción, mucho más asequible que cuando él empezó. «Es como tener un estudio de diseño a la palma de tu mano, puedes hacer absolutamente de todo y las capacidades de introducir color, escanear, imprimir, se han multiplicado exponencialmente. Es un cambio ingente y muy positivo. En los 80 teníamos máquinas obsoletas. Tenías el cómic en papel, blanco y negro, ahora vas a un festival de cómic y te dan un ejemplar mini que es una producción profesional. Si son muy talentosos y tienen éxito pueden controlar de principio a fin todo su trabajo, pero es un arma de doble filo –advierte–. Lo mejor y lo peor de ambos mundos».
A lo largo de su vida profesional, el propio Seth ha tenido que reinventarse y acomodarse con los tiempos. Pero siempre, afirma, ha intentado escribir aquellas obras que son importantes para él. «He sobrevivido. He tenido también que editar revistas, he hecho libros de diseño y he diseñado… En este negocio hay que ganarse la vida de otras formas, no solo como dibujantes», concluye.