El estafador tecnológico es la nueva fascinación de la TV
Tres series recientes se centran en estafadores del mundo de la tecnología (los estafadores de todo tipo están de moda en la TV). ¿Qué diferencia sus historias de las demás? ¿De dónde viene la fascinación?
¿Que el true crime es el género que más crece en televisión? Sí, no se discute. Pero, ¿y su subsección de estafadores? En las últimas semanas series, tanto de ficción basadas en casos reales y documentales, sobre casos recientes de estafas que se han hecho famosas a través de reportajes en los medios de comunicación han invadido todos los servicios de streaming con unas ganas y una cantidad que como poco dejan claro que este género es una apuesta clara. Y luego está el sub subgénero de los emprendedores del tech charlatanes. Está dentro del mundo de los estafadores que tanta fascinación ha generado esta temporada, pero tiene un peso y mensajes diferentes.
The Dropout (Disney + a partir del 20 de abril), We Crashed (Apple TV +) y Super Pumped: La batalla de Uber (Movistar +) son tres ejemplos inmediatos del auge y caída de jóvenes inventores que sedujeron a Silicon Valley y Wall Street, solo para luego caer a sus pies bajo el peso de sus mentiras. Pero cada caso es muy diferente del otro, salvo en la creencia de sus protagonistas en su genialidad y capacidad de cambiar el mundo (vamos, su megalomanía).
The Dropout, que con diferencia es la mejor de las tres y también la que relata el caso más dañino y peligroso de todos, tiene como protagonista a Elizabeth Holmes. El caso es el siguiente: Holmes -una buena estudiante de Stanford con sueños de inventar algo y hacerse billonaria- tiene la idea, durante su segundo año de estudios en biomedicina, de crear una máquina capaz de realizar cientos de exámenes en la sangre con solo una gota: nada de agujas, nada de ir al hospital, un proceso simple y capaz de salvar vidas (más si se cuenta con que en Estados Unidos no hay un sistema análogo a la Seguridad Social y los gastos médicos son altísimos). Entonces, con esta idea en mente, Holmes deja la universidad y funda su compañía, Theranos.
Con el tiempo, Holmes logra convencer a más y más inversores poderosos y serios, que en parte atraídos por el entusiasmo de la joven y en parte por el espíritu FOMO (Fear of Missing Out) de no perder el tren en invertir en algo tan revolucionario y, probablemente, por su personaje y por su juventud, dieron millones e incluso colocaron algunas de las máquinas de Theranos en sus establecimientos.
Las máquinas nunca funcionaron, los resultados fueron fingidos y Holmes espera hoy en día la sentencia de un juzgado por el peligro real que implicó su invento que jugaba a diagnosticar sin poder hacerlo.
La serie, que tiene a una excelente Amanda Seyfried como protagonista, examina lo que mueve a Holmes (que incluso llegó a cambiar su tono de voz para parecer más adulta, profesional y masculina) y cómo el sistema de controles que debía haber detenido su peligrosa estafa falló una y otra vez en favor de la posibilidad de ganar dinero y no en favor de unos posibles (y luego reales) pacientes que podían sufrir horribles consecuencias médicas por diagnósticos errados.
Y es que el caso de Theranos no se trata solo de megalomanía, sino de un mundo de inversiones e inventos que, incluso cuando lidia con algo tan fundamental como la salud de las personas, está gobernado por la avaricia, la influencia y los intereses privados de quienes tienen dinero.
Por su parte, We Crashed y Super Pumped abordan otro tipo de estafador del mundo tech. El megalómano desquiciado que podría, si no hubiese querido inventar una compañía, haber sido el líder de un culto. Las compañías de ambos, WeWork (precursora de los hubs de trabajo que clamaba venir a cambiar el mundo) y Uber (servicio de transporte que, sí, también iba a cambiar el mundo), les ganaron cientos de millones y fueron mal manejadas por sus manos avaras, pero más que eso, autoritarias y francamente desquiciadas. Mientras que Holmes puso en peligro real a personas reales con su tecnología fallida, estos dos empresarios maltrataron a sus empleados, se saltaron leyes de competencia y de monopolio y, finalmente, fueron sacados de sus compañias que habían creado por sus juntas directivas.
Como el creador de We Work está el ‘señor muy método‘ Jared Leto, convertido en Adam Neumann, el joven que pensó que invertir en bienes raíces y crear espacios de trabajo dinámicos equivalía a ser un mesías. E interpretando a Travis Kalanick, el controvertido creador de Uber está un Joseph Gordon-Levitt que representa su personalidad a la vez ególatra y carismática.
Ver estas series significa, para el espectador, seguir el auge cada vez más escalofriante y perturbador de personajes que cada serie dibuja con complejidad, pero no por ello con simpatía o comprensión (a diferencia, por ejemplo, de la serie Inventando a Anna). No es fácil y a veces no es ni siquiera entretenido, pero es fascinante. Se trata de ver la construcción -en cámara lenta y con todos los detalles- de un castillo de naipes que el espectador sabe que caerá estrepitosamente.
Los tres casos son distintos, pero hay más de una cosa en común: Los tres inventores son personas con carisma, capacidad comunicativa y una pasión por su idea que raya en el fanatismo. Son también, ya lo hemos dicho, jóvenes, y creen que cambiarán el mundo. Pero no se trata solo de estos factores más obvios. En un momento, no hace mucho, inversores millonarios estaban más que dispuestos a dar dinero a jóvenes carismáticos con ideas… sin verificar en exceso ni la solidez de las ideas ni a sus creadores. Era la promesa del dinero fácil, de participar en el cambio del mundo, de no perderse una inversión como la que tal vez habían dejado pasar previamente con proyectos como Google o Apple. Se trataba de creer en el ideal americano del emprendedor que se hace a sí mismo, sin importar que ese emprendedor tuviese pocas o ningunas credenciales o fuese, claramente, alguien preocupante.
Otra cosa en común que tienen estas series es que todas están basadas en material previo. La historia del fundador de Uber, Super Pumped, es el centro de un libro del mismo nombre que la serie, We Crashed se basa en un podcast homónimo (también hubo un reportaje en The New Yorker), y en el caso de la historia de Holmes las fuentes podrían ser muchas (hay reportajes, como el de Wall Street Journal que destapó todo; libros y documentales), pero la más directa es otro podcast, también llamado como la serie.
Todas parten de un rigurosa investigación previa. Porque el auge de estas historias como ficción no ha llegado de la nada, se han construido en el tope de la expectación que estas historias han generado como centro de reveladores reportajes e investigaciones, tanto en prensa como en podcasts. ¿Y por qué han resultado tan atractivas? Pues las historias que desvelan a alguien como farsante, déspota o fraude mientras están en la cumbre del poder, tanto mediático como adquisitivo, siempre nos han resultado magnéticas (¿schadenfreude?). Sí, el gusto por estas historias de auge, ridículo y caída nos interesan desde siempre: no en vano desde hace siglos existe la fábula del rey que está desnudo, sin saberlo, gracias a un estafador que lo convence de lo contrario.