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'True crime', las luces y las sombras del popularísimo género que convierte sucesos y crímenes reales en entretenimiento 

Fenómenos globales como ‘Making a Murderer’, ‘Wild Wild Country’ o ‘Tiger King’ utilizan sucesos para disfrute de los espectadores. ¿Debería haber un límite o una intención a la hora de exponer a las personas detrás de estas historias? Hablamos con Justin Webster, director de docuseries como ‘Muerte en León’ y ‘El pionero’, y Nerea Barjola, politóloga, activista feminista y autora del libro sobre El caso Alcàsser ‘Microfísica sexista del poder’, sobre ello.

‘True crime’, las luces y las sombras del popularísimo género que convierte sucesos y crímenes reales en entretenimiento 

'Desaparición en el Hotel Cecil' | Netflix

En estos tiempos de superproducción audiovisual puede parecer que cualquier moda es una tendencia. Pero resulta evidente que la fascinación por los crímenes ha encontrado en las plataformas de streaming y su constante necesidad de nuevos contenidos el caldo de cultivo perfecto. El resultado: ese género ambiguo conocido como true crime. Fenómenos globales como Making a Murderer, Wild Wild Country o Tiger King, además de producciones patrias como Muerte en León o El caso Alcàsser, beben directamente de las páginas de sucesos, reconstruyendo célebres escándalos para deleite de la audiencia. Y en esta última parte es donde surgen las preguntas más incómodas. ¿Hasta qué punto está justificado rebuscar en las miserias humanas para producir entretenimiento? ¿Dónde está el límite, si es que debe haberlo? ¿Estas producciones aportan algo nuevo o simplemente reproducen los mismos prejuicios e injusticias que pretenden denunciar?

«Definitivamente, la popularidad de los documentales ha aumentado en los últimos años», afirma Justin Webster, responsable de series de no ficción como la mencionada Muerte en León, El Pionero o Nisman: El fiscal, la presidenta y el espía. «Yo diría que en los últimos 25 o 30 años lo que realmente ha pasado es que, creativamente, ha habido una evolución muy interesante en el documental narrativo. Estos documentales no son ensayos ni películas experimentales, sino que están basados en las historias y la gente los percibe como películas, son narrativamente dramáticos. Esto unido a la forma seriada o episódica ayuda a contar las historias y donde más ha llegado es a la temática de los crímenes», explica. Y los datos le dan la razón.

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‘Tiger King’ fue vista por más de 64 millones de hogares. | Imagen vía Netflix.

Parrot Analytics, compañía dedicada al análisis de audiencias, afirma en uno de sus estudios que el documental es el género que más crece. Concretamente, entre enero de 2018 y marzo de 2021 la oferta de documentales presente en las plataformas de streaming aumentó un 63%. Pero la demanda, una cifra que obtienen a partir del tráfico en buscadores, las descargas ilegales y las conversaciones en redes sociales, ascendió un impresionante 142%.

«Esta herramienta, el documental narrativo, te permite dedicar mucho tiempo y profundizar. Porque si tienes una historia complicada necesitas pasar un año y medio o dos trabajando en ella. El problema es que debido al éxito de las historias de crímenes las plataformas o quien mida la audiencia quieran repetir el éxito y piensen que lo esencial es buscar un crimen mediático y hacer una producción rápida sin prestar atención al tratamiento que se da al tema», apunta Webster.

Precisamente por esto, Tiger King (2020, Netflix) ha sido uno de los true crimes más discutidos, amado y odiado a partes iguales por la manera en que explota a sus protagonistas. Desde luego, la coyuntura ayudó al fenómeno: estrenado en pleno confinamiento por el coronavirus, esta mezcla salvaje de felinos, intentos de asesinato, candidaturas políticas imposibles, poligamia hetero y homosexual, zoos que parecen sectas y desaparecidos en extrañas circunstancias fue vista por más de 64 millones de hogares en todo el mundo, según los datos de Netflix. La obsesión fue tal que poco después se anunció la producción de varios proyectos de ficción, serie de Ryan Murphy incluida.

«A mí Tiger King me pareció un freak show, pero tuvo mucho éxito. La atracción de esta historia era por su rareza y el tratamiento era sensacionalista, así que no da mucho prestigio a esta herramienta», comenta Webster. «Yo creo que a la hora de producir un documental tiene que haber una razón más allá del entretenimiento porque estás tratando con gente real y si no te acercas al reality. Tienes que tener un impulso, saber qué quieres hacer o en qué puedes contribuir. Con esto no quiero decir que sea buenista o minoritario. Para llegar a un público grande tiene que ser una historia potente y estar bien contada. Pero debe tener una intención, un sentido», remata. 

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Imagen de ‘El pionero’ de Justin Webster vía HBO.

Como director bregado en estas producciones, se moja hablando de algunos de sus títulos. «Con Muerte en León me movía la sensación de no entender nada», cuenta sobre esta docuserie de 2016, una producción de Movistar+ disponible en HBO España sobre el asesinato de la presidenta de la Diputación de León, Isabel Carrasco, y las luchas de poder y la corrupción política que se ocultaban detrás. «Sentía que había algo que se estaba tapando porque, a pesar de que hubo muchísima cobertura en los medios, la explicación de la superficie se olvidaba de decir muchas cosas. Esa fue la fuerza: esclarecer un poco no necesariamente el crimen, sino el contexto del crimen», señala. 

Webster también se llevó su parte de críticas con El Pionero (2019, HBO), una serie de no ficción sobre un personaje tan polémico y fascinante como Jesús Gil, alcalde de Marbella, presidente del Atlético de Madrid y protagonista de varios escándalos. Según los detractores: esta serie beatificaba a un delincuente. En opinión de Webster: «Las críticas son perfectamente libres, pero no estoy de acuerdo porque se dice que el documental defiende a Jesús Gil y creo que no es el caso. Presentar a Jesús Gil a estas alturas era muy elocuente no solo para hablar de él, sino de nosotros mismos», asegura el director. «Hay documentales sobre gente discutible que son brillantes. La gente a veces quiere que el mensaje sea muy claro, poner rápidamente etiquetas. Yo prefiero que los espectadores lleguen solos a sus propias conclusiones», añade. 

Monstruos, sectas y asesinatos: la fascinación por los crímenes reales 

Los retratos de monstruos son quizá uno de los subgéneros más adictivos de esta nueva ola documental. Como Jeffrey Epstein: Asquerosamente rico (2020, Netflix), que analiza cómo el multimillonario agresor sexual del título utilizó su fortuna e influencia para llevar a cabo sus abusos. Las críticas a favor defendían el valor de exponer a un delincuente con el poder y la fama de Epstein. Aquellas en contra se preguntaban si, más allá de relatar el calvario de las víctimas, realmente apuntaba a la violencia sistémica detrás de estos comportamientos. 

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Imagen de ‘Asquerosamente rico’ vía Netflix.

Puestos a pedir, The Jinx (2015, HBO) podría ser visto como el desenlace ideal de un true crime en lo que a rendición de cuentas se refiere. Tras la emisión del documental, donde se relacionaba al empresario Robert Durst con la muerte de tres personas, el FBI lo arrestó y hoy continúa el proceso judicial en su contra. Algo parecido intentó Making a Muderer (2015, Netflix), en su caso con dos hombres injustamente condenados, pero de momento Steven Avery y su sobrino Brendan Dassey siguen en la cárcel.

Ciertamente, el morbo es uno de los principales reclamos de muchas de estas producciones. Crímenes sin resolver y los abusos dentro de la iglesia en The Keepers (2017, Netflix). Intentos de asesinato ordenados por un monstruo de internet en Beware the Slenderman (2016, HBO). Sectas varias en Wild Wild Country (2018, Netflix), El Palmar de Troya (2020, Movistar+) o Seduced: Inside the NXIVM Cult (2020, Starz). Por no hablar de todas las teorías alrededor de la muerte de Elisa Lam en Escena del crimen: Desaparición en el Hotel Cecil (2021, Netflix). O el escalofriante parricidio de José Rabadán en Yo fui un asesino: El crimen de la catana (2017, DMAX). 

Los relatos del peligro sexual y la perspectiva feminista

Muchas de las víctimas de estos documentales son mujeres. Los casos reales de mujeres secuestradas, agredidas, violadas, torturadas y asesinadas son tantos que se han convertido en una fuente inagotable de inspiración para muchas productoras. Sin que todos sean harina del mismo costal, Nerea Barjola, politóloga, activista feminista e investigadora, asegura que la mayoría sigue sin reflexionar sobre su propio papel, reproduciendo los mismos discursos que supuestamente venían a denunciar.

«Las plataformas son lo que son y tienen que producir de una manera brutal y constante, eso tiene que ver con el sistema capitalista en el que vivimos extendido al audiovisual. El problema es la manera en la que se abordan determinados documentales, a los que yo no llamaría ni siquiera documentales, porque son una extensión de las series donde lo que fascina es el crimen, el asesinato y la tortura sexual a mujeres», explica la autora de Microfísica sexista del poder (2018, Virus). En este ensayo, Barjola analiza cómo los medios de comunicación convirtieron el triple crimen ocurrido en Alcàsser en 1992 en un relato sobre el terror sexual y un aviso sobre el terrible castigo que recibiría cualquier joven que se atreviera a ejercer su libertad. Pues como repitieron machaconamente desde los informativos o los programas ¿Quién sabe dónde? de Paco Lobatón y De tú a tú de Nieves Herrero, Miriam, Toñi y Desireé fueron asesinadas tras salir de noche, viajar solas y hacer autostop.

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«Es todavía peor el relato de 2019 que el de 1992. Porque ahora ya no tienen excusa». | Imagen de ‘Los crímenes de Alcàsser’ vía Netflix.

«La forma que tienen estas docuseries de contar los casos sigue la pauta de los relatos sobre el peligro sexual. Muestran de una manera súper gráfica las agresiones, los lugares, los ámbitos, las consecuencias. Pero no te dan herramientas que te permitan poner sobre la mesa un debate serio político-feminista a partir del cual podamos comprender y situar dentro de la ideología machista estas agresiones y saber que lo que nos ocurre nos ocurre por ser mujeres y vivir en un sistema heteropatriarcal que nos somete, nos tortura y nos asesina», señala Barjola. 

Dicho de otro modo, este tipo de documentales defiende la necesidad de rebuscar en estos crímenes para sacar a la luz la verdad sobre los hechos. Pero más allá del dónde, el cuándo y el cómo, no se cuestionan por qué suceden o quién puede cometerlos. «Históricamente, el ser humano se engancha a las historias de asesinatos. Si tú te paras a pensar que nos tiene fascinados la leyenda de Jack el destripador, un hombre que asesinaba, torturaba sexualmente y descuartizaba a sus víctimas, pues es para hacérselo mirar. El problema es que estas historias de terror sexual nos afectan de manera diferente a los hombres y a las mujeres: lo que a ellos les da misterio y ocio a nosotras nos produce terror y creo que esa es una pauta que no se tiene en cuenta a la hora de construir estos relatos», explica Barjola. Y por este motivo, los distingue de títulos como Tiger King y compañía. «Todos estos documentales están hechos para entretener y banalizar ciertos temas, pero cuando hablamos de violencia machista tiene una consecuencia directa en tu día a día y es que la incorporas en el sentido de encarnar el terror sexual y tener miedo a ciertas prácticas que tú te niegas», remata. 

Aunque desde la perspectiva de Barjola ver estos documentales pueda resultar perjudicial, pues en sus palabras «la única manera de enfrentar estos relatos es no verlos», las mujeres consumen más true crime, ya sean libros, podcasts o formatos audiovisuales, que los hombres. Según un estudio publicado en 2010 por Social Psychological and Personality Science y recogido en un artículo de Smoda, uno de los motivos principales es la posibilidad de encontrar técnicas de autodefensa frente a un posible atacante. La misma investigación afirma que las mujeres también tienen mayor tendencia a buscar contenido que explique la psicología y las motivaciones del asesino en serie, entre otras razones para identificar rasgos de personalidad similares tanto en exparejas como en desconocidos que puedan abordarnos por la calle. Además, las mujeres encuentran en las historias de crímenes reales las formas de manipulación que un asesino utiliza con sus víctimas. Es decir, las espectadoras saben que son víctimas en potencia, de manera que buscan en estos documentales las herramientas para identificar a sus agresores y protegerse de ellos.

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Imagen de ‘El caso Wanninkhof-Carabantes’ vía Netflix.

Volviendo a títulos concretos, Barjola comenta los aciertos y los errores de varias producciones de Netflix. «La desaparición de Madeleine McCann (2019) me gustó porque para mí consiguió poner sobre la mesa cómo toda esa generación nos tragamos la idea de la madre mala, fría y calculadora. Hay representaciones gráficas que se podrían haber ahorrado, pero de todos los documentales que yo he podido ver sobre este tema, podría ser aceptable», apunta. «Nevenka (2021) está bien. Para mí le falta un poco de potencia feminista, pero es un documental de denuncia correcto», continúa diciendo. Y añade: «El caso Wanninkhof-Carabantes (2021) evita las descripciones, lo cual se agradece. Y pone el foco en cómo se trató y culpabilizó a Dolores Vázquez en la línea del libro de Beatriz Gimeno La construcción de lesbiana perversa» (2008, Gedisa). 

Mientras HBO prepara otra docuserie sobre el caso Wanninkhof, esta vez con la participación de Dolores Vázquez tal y como hizo el anterior título con Nevenka Fernández, Barjola habla del valor de estos testimonios. «Para mí que una mujer que ha enfrentado violencia decida públicamente hacer ese ejercicio de valentía de hablar de lo que le ha ocurrido y contextualizarlo es importante porque es un ejercicio de ayuda a otras mujeres que puedan estar sufriéndolo, pero también de reparación hacia sí misma y reparación social en el sentido de que haya o se construya una opinión pública que le diga sí, has enfrentado violencia, estás aquí y como sociedad tenemos que responsabilizarnos de lo que te ha pasado». Eso sí: insiste en que con esto no basta y la perspectiva desde la cual se trabaje es clave.

La peor parte en este sentido se la lleva El caso Alcàsser (2019, Netflix), documental que revisita el mencionado crimen dedicando la práctica totalidad del metraje a recreaciones de las terribles muertes que padecieron las chicas, el circo mediático montado alrededor del sufrimiento de las familias e incluso teorías conspiranoicas. «Esta serie muestra imágenes de las autopsias, reconstrucciones terroríficas ubicadas en la casa de la Romana mientras el director, a oscuras, leía los hechos probados de la sentencia. La gran exclusiva de Netflix, con la que prometían desvelarnos una verdad hasta ahora no emitida, se trataba en realidad de una exposición de las escenas del juicio donde diferentes protagonistas relatan detalladamente las torturas sexuales», contó Barjola en Pikara Magazine. 

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No es un documental pero, para Nerea Barjola, la serie de Michaela Coel maneja con más destreza la violencia sexual contra las mujeres | Imagen de ‘Podría destruirte’ de HBO.

En conversación con The Objective, la autora añade: «Es todavía peor el relato de 2019 que el de 1992. Porque ahora ya no tienen excusa. Cuando tú ves un documental bien hecho con lo que te tienes que quedar no es con el terror que te ha producido, sino con las pautas o las herramientas que te ha podido dar. Si no hay perspectiva feminista, no hay herramientas para abordar o enfrentar estos relatos». Algo que, cerrando el círculo, también ha hecho la historiadora inglesa Hallie Rubenhold con las vidas olvidadas de las víctimas de Jack el Destripador en Las cinco mujeres (Roca Editorial).

Como conclusión, Barjola señala tres series de ficción que, en su opinión, abordan la violencia sexual contra las mujeres desde una perspectiva mucho más constructiva y realista que cualquier documental: Podría destruirte (2020, HBO), Creedme (Neflix, 2019) y The Fall (2013, BBC). «Puede haber series que tratando, reivindicando y denunciando la violencia sexual hagan un uso de la violencia que no sea gratuito y que nos muestre algo. Pero es muy difícil encontrar series así», concluye.

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