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Cine

Juan Laborda recupera la figura de Alice Guy, la primera cineasta en rodar una obra de ficción

El escritor, profesor y crítico literario Juan Laborda, aupándose en un verso de Roberto Juarroz, recupera, reivindica y jalea la obra de la pionera del cine

Juan Laborda recupera la figura de Alice Guy, la primera cineasta en rodar una obra de ficción

Foto de Alice Guy tomada en 1896 | Apeada Studio New York

Hasta hace no menos de diez años la figura (pública) de Alice Guy era, para los historiadores y estudiantes de cine, la de la secretaria de León Gaumont, un inventor e industrial francés que hubo de adquirir en 1893 la patente del cronofotógrafo, de Georges Demeny, para desarrollarla hacia 1895 creando el Crono Gaumont.

Es mismo año, Gaumont se asoció con Joseph Vallot, Henry Besnier y Gustave Eiffel (quienes aportaron 200 mil francos) para comprar la empresa en la que tanto él como Guy trabajaban, Le Comptoir Géneral de la Photographie, que acabaría llamándose L. Gaumont et Compagnie y ostentando el título de ser la compañía cinematográfica más antigua del mundo.

También ese año hubo de producirse un hecho que habría de cambiar la historia del cine: el 22 de marzo de 1895, en la sede parisina de la Sociedad para el Apoyo de la Industria Nacional, y en un pase privado, los hermanos Lumière (a la sazón amigos y clientes de Gaumont) mostraron su invento: el cinematógrafo, que habían patentado apenas un mes antes.

Alice en acción. | Imagen de Alice ‘Guy-Blaché’ documental de Katja Raganelli (Alemania, 1997) en Mubi.

Alice Guy, quien también estaba presente en esa proyección, se dio cuenta enseguida de las posibilidades narrativas del nuevo aparato y le solicitó a su jefe, Gaumont, quien solo veía negocio en la venta del propio aparato y, si acaso, en su función científica, pero no en su uso recreativo, como entretenimiento o arte, que le dejara grabar algunas piezas para promover su uso.  Así lo explica la propia Alice Guy en su Autobiografía, publicada originalmente en inglés en el año 1973, y cuya traducción al español de Pablo Fante salió al mercado en Chile el año pasado de la mano de Banda Propia Editoras: «Como hija de editor, yo había leído mucho y aprendido bastante. También había incursionado en el teatro como aficionada, y pensaba que se podía hacer algo mejor. Armándome de valor, le propuse tímidamente a Gaumont escribir uno o dos sainetes y que los actuaran amigos. De haber previsto lo que vendría después, jamás me habrían autorizado».

«Armándome de valor, le propuse tímidamente a Gaumont escribir uno o dos sainetes y que los actuaran amigos. De haber previsto lo que vendría después, jamás me habrían autorizado»

Alice Guy en su Autobiografía.
Cartel de la película ‘House of Cards’, publicado en el periódico semanal ‘Moving Picture World

Gaumont le da el okay, pero con la condición expresa de que no interrumpiera sus funciones de secretaria, en las que continuaría hasta 1897, año en el que, finalmente, es ascendida al puesto de jefa de producción, supervisando los filmes que se realizaban en los estudios de la compañía en el parque parisino de Buttes-Chaumont. Guy permanecería en el puesto durante una década, cediendo su puesto a Louis Feuillade. Tras ello, y junto a su marido, Herbert Blaché, Alice Guy se trasladaría a vivir a Estados Unidos, donde en 1910 habría de crear su propia compañía: la Solax Company.

Se cree que, durante su carrera, Alice Guy produjo y dirigió más de 1000 películas, la mayoría de ellas, sin embargo, están desaparecidas o su atribución es equívoca. En 1917 se divorció de su marido y en 1922 hubo de volver a Francia. No volvió a rodar ninguna película hasta su muerte, en 1968. Pasó largas décadas peleando por recuperar -infructuosamente- su obra. En 1953 el gobierno francés le concedió la Legión de Honor. Al acto no concurrió ni un solo periodista. Cuatro años más tarde la Cinemateca Francesa le rindió un homenaje. Sin embargo, su nombre desapareció del mapa; hasta hace unos diez años.

Fotograma de Tarnished Reputations (1920). | Imagen vía Wikipedia.

El arte de contar historias (en movimiento)

Nos relata, al teléfono, el escritor Juan Laborda que «hasta hace muy poco Alice Guy era un pilar invisible de la cinematografía». Y lo que sucede es que, en los orígenes del cine, en el periodo mudo (1895-1929), en la época de los pioneros, fue un periodo muy difícil, convulso, donde todos hacían de todo. Así, aunque se haya estudiado razonablemente bien, nos comenta Laborda, que se ha realizado esta valoración histórica de manera muy genérica. Teníamos una serie de ítems fundacionales, aceptados por el canon, pero con el correr del tiempo, «estamos descubriendo que esa cadena natural de acontecimientos que habíamos generado está jalonada por una serie de figuras muy desconocidas y que tienen una gran importancia, entre ellas, Alice Guy». Y, para dar fe, todavía de este desconocimiento sobre esta cineasta, un detalle curioso, y es que incluso hoy día existe un debate sobre su apellido: si se pronuncia a la inglesa o a la francesa. Pues se trata de un apellido inglés, pero ella nació y vivió gran parte de su vida en Francia.

En 1953 el gobierno francés le concedió la Legión de Honor a Alice Guy. Al acto no concurrió ni un solo periodista.

Afortunadamente, en los últimos años, una serie de estudiosas, sobre todo canadienses, como Alison McMahan, autora de la biografía Alice Guy Blaché. Una visionaria olvidada del cine (Plot Ediciones, 2006), empezaron a recuperar su obra y a darse cuenta, nos dice Laborda, de que «esa obra tenía elementos novedosos que eran fundamentales para la creación del cine». Asimismo, y gracias a esta labor de investigación, «sabemos o pensamos que muy probablemente con su film de apenas un minuto de 1896, El Hada de las coles, Alice Guy ya hizo ficción narrativa. No está claro que fuese la primera, pero lo que sí es seguro es que estaba en el grupo de cabeza y fue de las primeras». Sobre sus primeras obras, escribe Tiziana Panizza en el prólogo a su Autobiografía que «Alice Guy filmó sin referencias. Su trabajo cruza el momento más alucinado del cine, un tiempo de búsquedas, mientras aparecía un nuevo tipo de público: el espectador de cine». Mientras el resto de sus compañeros (hombres) se dedicaban a filmar piezas con un afán documental, tratando de reflejar la vida cotidiana, Alice Guy inventaba, experimentando con protogéneros (hizo los primeros westerns, películas de misterio y terror) un nuevo lenguaje narrativo audiovisual.

Fotograma de Two Little Rangers. | EYE Film Institute Netherlands vía Wikipedia.  

La pregunta que se hace obligada es la del porqué de su desconocimiento. ¿Cómo es posible que hayamos tardado tanto en saber de su obra? «Pues yo creo que por el hecho de ser mujer», sentencia Laborda. «Ella planteó un discurso muy desde la perspectiva femenina, muy feminista para aquella época», añade el autor de Alice Guy, en el centro del vacío hay otra fiesta. A esto se le ha de sumar el hecho de sus obras no estuvieran catalogadas, y que su atribución se haga difícil, ya que, en su momento, las obras no siempre se atribuían al director, sino que eran propiedad de los estudios. No obstante, hay una suerte de «justicia temporal a golpe de clic, cada vez tenemos más obras de libre acceso en Youtube y otras plataformas», nos comenta Laborda. Van apareciendo más cortos suyos, que estaban perdidos, en desguaces incluso o en manos privadas, pero es todavía insuficiente. «Todavía queda mucho por descubrir, con lo cual tenemos que seguir trabajando en ella», opina Laborda, quien confía en que sigan apareciendo cintas, con el correr del tiempo.

El  problema de la atribución

Para hacer frente a este trabajo, y aquí es donde se halla la valiosa propuesta del libro de Laborda, el autor sugiere que «estudiando la narración, el simbolismo y la semiótica de las piezas que ya tenemos de Alice Guy, podríamos, poco a poco, ir identificando un corpus de obras propias de la autora. Es decir, si identificamos elementos narrativos propiamente suyos, si identificamos temas (como por ejemplo el travestismo, la irreverencia, el feminismo, la crítica social), si identificamos esos temas y una forma particular de contar conseguiremos ir poniendo cada vez más piezas en su casillero».

Portada del libro ‘Alice Guy, en el centro del vacío hay otra fiesta’ de Juan Laborda Barcelo

Animando no solo a ello, sino también a que se produzca un mayor conocimiento de la obra de Alice Guy entre el público general, Juan Laborda ha escrito este libro que traemos hoy aquí, Alice Guy, en el centro del vacío hay otra fiesta (Huso, 2022). Un libro que toma la forma de libelo. «Me parecía que el formato de libelo siempre es más libre, más provocador, juega más con la historia. Y eso me permitía lanzar una serie de ideas que podían encajar mejor. Quería centrarme en las ideas fundamentales, y quería ser también, en cierta medida, provocador. Y siendo que Guy fue una persona irreverente, pues esa irreverencia le pegaba muy bien al libro», dice Laborda.

«Exageraría si dijera que es una obra maestra, pero el público no fue indiferente, los intérpretes eran jóvenes, atractivos, y la película tuvo el éxito suficiente para que me permitieran repetir el intento»

Alice Guy acerca de su obra ‘El hada de las coles’.

A esta voluntad se suma también la propia portada, un fotograma de El Hada de las coles (La Fée aux choux), la obra fundacional de su producción, una breve historia de fantasía basada en un popular cuento infantil francés, «que yo reivindico como uno de los grandes hitos del cine, a la misma altura que la luna con el cohete en el ojo de Méliès», sentencia Laborda. La propia Alice Guy, escribe -con humildad- sobre esta obra en su Autobiografía: «Exageraría si dijera que es una obra maestra, pero el público no fue indiferente, los intérpretes eran jóvenes, atractivos, y la película tuvo el éxito suficiente para que me permitieran repetir el intento».

Es hora de que el público de hoy día no le sea indiferente a ésta y el resto de las producciones de una pionera del cine, innovadora, original, y feminista, que ya en el declinar del s.XIX situó a la mujer en el centro de sus narraciones.

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