Pascua florida y Florida española
Hay quien aprovecha la Semana Santa para descubrir un nuevo mundo, como hizo el explorador español Juan Ponce de León
Juan Ponce de León se puso de viaje en vísperas de la Semana Santa de 1513. A diferencia de los millones de españoles que lo han hecho en la de este año 2022, no iba de vacaciones sino en busca de una utopía.
Tras combatir en la conquista de Granada, Ponce de León fue uno de los primeros hidalgos españoles en pasar al Nuevo Mundo con el segundo viaje de Colón, un adelantado de la raza de los conquistadores. Colonizó Puerto Rico, fundó su capital San Juan, se hizo riquísimo extrayendo el oro de la isla, y Fernando el Católico le nombró «capitán gobernador de la Isla de San Juan». En la cuarentena había alcanzado la riqueza y la gloria, ¿qué más podía anhelar? Está claro: no hacerse viejo.
Corría por las islas la historia del cacique Sequene, un jefe arahuaco de Cuba que había navegado hasta la isla de Bimini donde, como todo el mundo sabía en el Caribe, brotaba una fuente mágica cuyas aguas mantenían al hombre siempre joven, sano y sexualmente vigoroso. Sequene nunca regresó, pero nadie creía que hubiesen muerto, todos sabían que habían preferido quedarse para siempre en el paraíso de la eterna juventud.
Ponce de León también se creyó aquella leyenda, tomándola por auténtica historia. Realmente eran tan extraordinarios los acontecimientos ocurridos a raíz del primer viaje de Colón que uno se podía creer cualquier cosa. Armó a sus expensas una pequeña flota de tres barcos y zarpó de Puerto Rico rumbo Norte, en busca de Bimini.
El 27 de marzo de 1513 la expedición encontró una tierra de aspecto ubérrimo por su vegetación, obviamente era la Isla de la Eterna Juventud. Era Domingo de Resurrección, el último día de Semana Santa, que en lenguaje litúrgico se llama Pascua Florida, por lo que Ponce de León bautizó la tierra incógnita «La Florida».
Había muy fuertes corrientes que dificultaban tanto la navegación bordeando la costa como el desembarco. Un piloto de Ponce de León, Antón de Alaminos, natural de Palos de la Frontera y avezado hombre de mar, estudiaría el fenómeno y se le considera el descubridor de la Corriente del Golfo. El caso es que los españoles no pudieron desembarcar hasta el 3 de abril de 1513, pero no importaban la espera, eran los primeros europeos que ponía el pie en Norteamérica.
La eterna juventud
La búsqueda de la eterna juventud terminó muy mal para Ponce de León, en su segundo viaje a Florida recibió un flechazo que le provocó la muerte. Sin embargo alcanzaría esa inmortalidad que da la memoria histórica. Vamos a dar un salto de cerca de cuatro siglos, a 1883, cuando Florida es ya un Estado de Estados Unidos. Una multitud de 10.000 personas, norteamericanos anglosajones, se reúnen en una playa para entrar en el túnel del tiempo. Así pueden presenciar el desembarco de Ponce de León, con su armadura y su casco como manda el canon de los conquistadores españoles, que planta el estandarte real y toma posesión de la nueva tierra en nombre de los reyes de España.
En realidad se trata de una reconstrucción histórica, con trajes y armas del siglo XVI fabricados para la ocasión, que ha organizado la Saint Augustine Historical Society (Sociedad Histórica de San Agustín). Es el primer paso en la recuperación histórica y cultural del pasado español de Florida, dándole la vuelta a los intentos xenófobos de borrar toda huella de la España católica, que fue lo pretendido durante el primer medio siglo de la Florida estadounidense.
Florida había sido española hasta 1821, cuando España se la vendió a la joven república norteamericana en el Tratado Onís-Adams. Teniendo en cuenta que ese año triunfaron las independencias de toda la América Española, excepto Cuba y Puerto Rico, la venta fue un buen negocio. La discutieron Luís de Onís, embajador de Fernando VII en Washington, y el secretario de estado John Quincy Adams, hijo del segundo presidente de Estados Unidos y él mismo futuro presidente. La mayoría de los españoles que vivían en Florida, que nunca fueron muchos, se marcharon a Cuba, aunque en la capital San Agustín quedó un núcleo de menorquinos, al menos durante 20 años.
Inmediatamente comenzó la «americanización» del nuevo territorio, que se convertiría en Estado de la Unión en 1845. Especialmente preocupaban al establishment norteamericano las «reliquias de la superstición papista y prácticas españolas» de la ciudad de San Agustín, donde los menorquinos seguían celebrando el carnaval y la Semana Santa. En 1843 un escritor neoyorquino de visita en la antigua capital, William Cullen Bryant, comentaba alegremente que los menorquinos se habían ido y con ellos había desaparecido la «matanza de judíos», como Bryant llamaba a la Semana Santa.
Borrar el rastro español en Florida
No sólo las fiestas españolas, también había que eliminar los edificios levantados por los españoles en la ciudad más antigua de Norteamérica, porque había sido fundada por Menéndez de Avilés en 1565. El proceso de derribo y nueva construcción le hizo sentirse optimista a Bryant, que escribió «San Agustín pronto se alejará de todo lo que recuerde su origen español».
Así fue, y veinte años después, en 1863, el periódico local Saint Augustine Examiner anunciaba: «Por primera vez en la historia del país, la ciudad más antigua de Estados Unidos está en manos de anglosajones». Sin embargo junto a los historiadores y escritores xenófobos que mantenían los tópicos de la Leyenda Negra antiespañola, siempre hubo en Estados Unidos un sector de sus intelectuales y políticos que miraban a España con simpatía, recordaban la importante ayuda que les había prestado en su Guerra de Independencia y apreciaban la herencia cultural hispana, empezando por el propio George Washington, el presidente fundador.
California fue el primer Estado que reclamó la herencia española, reconstruyó las viejas misiones e hizo que el Congreso de Washington acogiese la estatua de Fray Junípero Serra, el misionero español que cristianizó a los indios de California. Florida siguió sus pasos, animada por los trabajos de un historiador pionero, Thomas Buckingham Smith, criado en San Agustín. De la semilla sembrada por éste, que falleció en 1871, surgiría el 1 de enero de 1883 la Saint Agustine Historical Society, que tenía como objetivo la recuperación del pasado español.
El reenactment (recreación) del desembarco de Ponce de León que hemos citado antes fue la primera de sus manifestaciones reivindicativas, y lo han mantenido hasta el presente. Durante muchas convocatorias ha interpretado a Ponce de León un norteamericano descendiente suyo, John Browne Ayes, que pronunciaba en correcto español, aunque con fuerte acento anglosajón, la toma de posesión «en nombre de Su Majestad en Castilla».
Ponce de León no logró la eterna juventud, pero sí la inmortalidad.