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Cómo escribir ‘A sangre fría’, según Pierre Lemaitre

De Truman Capote o Vázquez Montalbán a Dennis Lehane, Petros Márkaris o Fred Vargas el escritor francés disecciona en su ‘Diccionario apasionado de la novela negra’ un panorama personal y literario del género ‘noir’

Cómo escribir ‘A sangre fría’, según Pierre Lemaitre

Ilustración del libro 'Diccionario apasionado de la novela negra' (fragmento de portada) | Salamandra

Decía Manuel Vázquez Montalbán que toda la literatura, «absolutamente toda», podía dividirse entre dos tipos de novelas: policiacas y de amor. Pierre Lemaitre, que lo cita en la primera página de su Diccionario apasionado de la novela negra (Salamandra), lo lleva a la práctica en este libro, su último título publicado en España. Un extenso y ameno «manual» de 500 páginas que es, desde luego, toda una declaración de amor hacia el género que encumbró al escritor francés al éxito. Al menos, matiza, de lo que significa el suspense para él. «Se trata de un diccionario de lo que me gusta donde ni siquiera cabe todo lo que me gusta», aclara en la introducción. «En consecuencia, incluye a Yves Ravey, Dennis Lehane, Petros Márkaris, Elmore Leonard o Joseph Incardona, pero no a Michael Connelly, William Irish, Nick Tosches, Yishai Sarid o David Goodis, lo cual, evidentemente, no significa que no me gusten».

«Me han preguntado por ese asunto cientos de veces porque esa ‘vocación tardía’ se considera una extravagancia. Si a la misma edad me hubiera hecho agente de seguros o fontanero, nadie le daría importancia»

Autor tardío, Lemaitre publicó su primera novela a los 56 años en 2006. «Me han preguntado por ese asunto cientos de veces porque esa ‘vocación tardía’ se considera una extravagancia. Si a la misma edad me hubiera hecho agente de seguros o fontanero, nadie le daría importancia», afirma al respecto en estas páginas. Irène supuso la primera entrega de una serie protagonizada por el comandante Camille Verhoeven, a la que siguieron Alex y Camille.

En 2013 obtuvo el prestigioso Premio Goncourt con Nos vemos allá arriba, un retrato histórico de la sociedad francesa de principios de siglo sobre las secuelas que deja la guerra. No era una novela negra, como el propio escritor recuerda en su entrada sobre este premio francés que nunca ha prestado demasiada atención al género. «Es justo y a la vez injusto –tercia-. Justo porque en la novela negra no abundan las obras maestras. Sin embargo, no puede decirse que en el palmarés del Goncourt sólo haya obras maestras».

Portada del ‘Diccionario apasionado de la novela negra’ cortesía de Salamandra

Un fresco y amplio mosaico del noir

En cualquier caso, el escritor comparte su pasión y disecciona a lo largo de estas páginas a modo de diccionario el género negro con entradas aleatorias que alternan nombres propios con títulos de libros, además de algunas series o películas, al tiempo que reflexiona sobre todos los aspectos que rodean al noir: el uso de la violencia, la distinción entre novela policiaca y negra, los premios, su origen o sus técnicas, entre otros temas.

Desde A sangre fría, del que escribe que Truman Capote propuso «un nuevo enfoque, una nueva perspectiva que fusionaba su investigación periodística y la amplitud novelesca utilizando un estilo sobrio que acentuaba aún más el horror de esos asesinos», hasta The Wire, el autor francés esboza un amplio y fresco mosaico, del que no falta la crítica o su particular sentido de humor cuando por ejemplo, bromea: «Mi primera novela fue rechazada por veintidós editoriales, Ellory escribió veintidós novelas antes de que le publicaran la primera: la palma de la perseverancia es para él».

«No se puede negar que la señora Clark demostró con creces su valía en el campo de la novela policiaca: cuarenta años de carrera, cincuenta thrillers, doscientos cincuenta millones de ejemplares vendidos y ni una sola línea que pueda considerarse literatura»

Y es que Lemaitre se pone especialmente cómico, o especialmente hiriente, cuando su análisis se vuelve ácido. «No se puede negar que la señora Clark demostró con creces su valía en el campo de la novela policiaca: cuarenta años de carrera, cincuenta thrillers, doscientos cincuenta millones de ejemplares vendidos y ni una sola línea que pueda considerarse literatura», escribe sobre la escritora Mary Higgings Clark.

Crítico con Agatha Christie -«leyéndola se puede obtener una satisfacción intelectual -afirma-, admirar la ingeniosidad de sus tramas o jugar a ver si eres más listo que su investigador, pero nada provoca jamás una reacción emocional. A quien se haya sentido conmovido al leer las pericias de miss Marpple o de Hércules Poirot le aconsejo que pida ayuda de inmediato»-; Lemaitre reconoce, no obstante, su admiración por la escritora y no se olvida de otros referentes como Arthur Conan Doyle o algunos más clásicos como Balzac, Victor Hugo con Jean Valjean o Edgar Allan Poe, al afirmar sobre este último que Los crímenes de la calle Morgue «contiene prácticamente todo lo que la novela policiaca de investigación explorará durante las siguientes décadas».

Nombres como Elizabeth George -«la gran socióloga de la novela negra inglesa»-, John Harvey -«uno de los grandes a la hora de construir personajes»- , Jonathan Kellerman -«en él, la deconstrucción de la mecánica psicológica que lleva al asesinato es de una eficacia extraordinaria»-, Thomas Harris y su Hannibal Lecter, John Grisham -«se pueden leer (en pequeñas dosis), pero escucharlo en directo es realmente difícil de soportar»-, Elmore Leonard -del que se pregunta si no estará un poco sobrevalorado-, Henning Mankell, Fred Vargas o Petros Márkaris –«figura capital del noir negro»-, desfilan por este diccionario en el que tampoco podían faltar los primeros investigadores con los que se identificó su autor como lector: Los cinco de Enid Blyton.

Foto: Samuel Kirszenbaum cortesía de Salamandra

Los pilares de la novela criminal

Mención aparte merecen, cómo no, Raymond Chandler o Dashiell Hammet. «El edificio de la novela criminal se sostiene gracias a unos cuantos pilares, pero estos dos ensombrecen por sí solos a casi todos los demás. Durante mucho tiempo fueron las referencias últimas, y puede que aún lo sean». Así como Dennis Lehane -«está en lo más alto de mi lista: es uno de los mejores entre mis contemporáneos»- Irish William –«la novela negra no cuenta con demasiados poetas, pero él es uno de ellos»- o su admirado George Simenon. «Llevo casi treinta años hurgando en esos libros -cuenta sobre la extensa saga del comisario Maigret-. Cuando no sé qué leer, cuando no tengo nada que hacer, vuelvo a ellos, al azar. De todos los escritores que me gustan, Simenon es el único que hace que me entren ganas de escribir; los otros más bien me disuaden de hacerlo», remarca.

Presentado en una ocasión por el Times, recuerda con sorna, como «el nuevo Stieg Larsson» sobre la moda de la novela negra nórdica tiene el autor también una opinión. «Tengo atravesado el noir escandinavo (y el nórdico en general, por no hacerles un feo a Islandia y Finlandia). Decir que estos autores nos han amargado la vida es decir poco: a mí, leer veinte páginas de Jo Nesbø me dejaba para el arrastre, la verdad –confiesa-. Además, durante al menos dos décadas, si no eras sueco no eras nadie; daba igual que todas las novelas presentaran, con alguna pequeña variación, al mismo poli depresivo alcohólico en trámites de divorcio y a malas con su hija: parecía que no había otra cosa», critica.

Reivindicativo, Lemaitre recuerda además a Jean-Patrick Manchette: «Si hoy la novela negra francesa entra en todos los compartimentos de la vida social y no ceja en su empeño de mostrar la responsabilidad de las estructuras sociales en la existencia individual, hay que agradecérselo al impulso transgresor de Manchette». Y a Vera Caspary, autora de Laura, título que se popularizó en 1944 con la adaptación cinematográfica de Otto Perminger. «Escrita en la época triunfal del hard boiled, Laura es una novela pionera en la medida en que inaugura la era del thriller psicológico. Los diálogos reflejan la voluntad de Caspary de luchar contra los estereotipos de la novela criminal de la época haciendo una crítica de fondo a la figura ‘viril’ del detective, que encarna la fuerza bruta o la razón», analiza.

De los libros al cine, pasando por las series, el escritor francés recorre además éxitos del momento como Breaking Bad y del pasado como The Wire o Colombo, recuerda a Hitchcock en más de una entrada y escribe sobre El padrino o Seven. Por el cine, también conocemos a Jim Thompson que murió en 1977 «en medio de la más absoluta indiferencia: su obra ya no se edita y sus novelas, antes publicadas directamente en formato de bolsillo, están fuera de circulación». Admirado por Scorsese, Corneau y Tavernier, cuenta Lemaitre, sus novelas han sido adaptadas en numerosas ocasiones con títulos como La huida o El demonio bajo la piel, enumera.

Foto: Maxim Hopman | Unsplash

Una historia de violencia

La pregunta surge una y otra vez, se queja el propio Lemaitre. Ya, pero, ¿qué pasa con la violencia? ¿De dónde viene esa fascinación? «No soy el más expuesto a este peligro: soy hombre y ya no muy joven, de modo que mi supuesta perversidad, más que sorprender, resulta divertida», responde, pero «el caso de Mo Hayder es muy distinto. Produce asombro», casi indignación. Autora de libros como El caso Birdman y Wolf, ella «no recurre nunca a la violencia por la violencia misma: no hay en ella un regodeo morboso –defiende el autor francés-. Ante todo, es una escritora que refleja de forma admirable el dolor de sus personajes».

«Soy hombre y ya no muy joven, de modo que mi supuesta perversidad, más que sorprender, resulta divertida»

Excelente contador de anécdotas, el francés perfila brevemente las vidas de estos escritores que dieron rienda suelta a nuestras curiosidades más oscuras. «La obra de Robin Cook/Derek Raymond -propone- nos impacta y nos conmociona tanto porque se apoya en una fuerte simbiosis entre el autor y los personajes». De él, recuerda, cuesta separar la obra de la ficción: «Montará un negocio artístico bastante turbio en Estados Unidos, se verá involucrado en el tráfico de coches robados en la España franquista y regresará a Londres, donde se asociará con los hermanos Kray, los criminales que controlaban el East End de la década de 1960».

Historias más o menos conocidas como la trágica historia de James Ellroy, cuya madre fue asesinada cuando era pequeño, o la del autor de El Club de la Lucha del que cuenta que «en plena consagración, tras el estreno cinematográfico, Palahniuk perdió a su padre de forma brutal: fue asesinado y luego quemado junto a su novia por el exmarido de esta. ‘No escribiré nada sobre el asesinato de mi padre ni sobre el juicio posterior’, declaró nuestro autor. ‘Pero todo lo que escribo está relacionado de forma velada con su muerte. Es inevitable’».

Junto a estos y otros autores, varios españoles engrosan las páginas de este diccionario de la novela negra. Un honor que ocupan escritores como Víctor del Árbol con Un millón de gotas, del que destaca que «con un estilo directo e impactante, jalona su relato con escenas sobrecogedoras», o uno nuestros autores más consagrados, Arturo Pérez-Reverte, que desde 1991, «hace las delicias de los lectores del magazín español XLSemanal con sus crónicas, un pim pam pum semanal en el que dispara sin piedad a todo lo que se mueve», comenta Lemaitre. De él confiesa el escritor sentir cierta predilección por El club Dumas, una «obra maestra» que «da fe de la devoción del autor por el novelista francés y de su erudición respecto de su obra», escribe.

Casi en un último suspiro recordamos al autor de la cita que, junto a Hitchcock, abría este libro. «Pepe Carvalho ha entrado definitivamente en el panteón internacional de los héroes de la novela policía junto con Marlowe, Wallander, Maigret y unos pocos más», asevera Lemaitre como homenaje a Manuel Vázquez Montalbán. Lo suyo, cuenta el escritor francés, es una crónica sombría de la Transición española. «Afortunadamente, este sombrío fresco de España está iluminado por su poética pluma y su humor» del escritor, «que no duda en salpicar sus historias de momentos dedicados a los placeres de la vida, a las alegrías culinarias o sexuales, o incluso a ambas a la vez», relata entre las últimas páginas, las correspondientes con la V, de este diccionario.

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