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Cultura

José Carlos Llop reúne su poesía completa de los últimos 20 años en 'Mediterráneos'

El poeta, novelista, ensayista y traductor echa la vista atrás, recopilando sus últimos libros de versos, y añade un libro inédito a su producción poética

José Carlos Llop reúne su poesía completa de los últimos 20 años en ‘Mediterráneos’

José Carlos Llop. | Carmen Silvestre

Mediterráneos (Fundación José Manuel Lara, 2022) reúne los últimos 5 poemarios publicados por el escritor José Carlos Llop (La dádiva, Quartet / Cuarteto, La avenida de la luz, Cuando acaba septiembre y La vida distinta), además de incluir un poemario inédito (El árbol de los cormoranes) y cuatro poemas inéditos en libro. En él se puede observar una panorámica completa desde el año 2001 y hasta la actualidad y apreciar esa poesía de la que dice Jordi Gracia que «es también un territorio que bascula entre la elegía y la pintura verbal». Lo que, en otras palabras, significa que en la poesía de José Carlos Llop hay una constante presencia del pasado (pero que siempre acontece de nuevo, esto es, se renueva: no asiste como un invitado nostálgico) y una fuerte vocación plástica.

Los lectores de Llop reconocerán ese estilo sosegado y esa vocación cosmopolita del escritor palmesano, su elegancia en el verso. Pero, por sobre, todo, esa luz y esos paisajes tan característicos, y a la que se refiere el poeta en Durreliana, esa luz mallorquina que es muy parecida a la de Corfú y que «nos hizo como somos, / -en lo malo y en lo bueno- sin posibilidad de vuelta atrás».

«Sin el Mediterráneo Europa no sería y sí, la luz de nuestro mar es para mí la metáfora de todo eso»

Sobre ello, nos cuenta el autor mallorquín, vía correo electrónico, que «Chéjov decía que sólo se puede ser universal partiendo de lo local, algo así decía el gran escritor ruso que, por cierto, era ucraniano como lo era Anna Ajmátova. Soy un escritor del Mediterráneo y el Mediterráneo es la cuna de las grandes religiones, del pensamiento filosófico, de los viajes y del comercio, de las guerras, del mejor arte y de la civilización. Sin el Mediterráneo Europa no sería y sí, la luz de nuestro mar es para mí la metáfora de todo eso. En cuanto a mi poesía está mucho más influenciada por la poesía anglosajona que por la francesa y ahí está Robert Graves, viviendo en Mallorca, mi isla natal, y los escritores ingleses viajando por el Mediterráneo o instalándose en él. Pero Francia ha sido y sigue siendo todavía la casa de la literatura y esa casa me acoge desde hace años, es mi otra vida y es una vida que ha nacido del hecho de ser escritor, ha nacido de mis libros, de mis novelas, concretamente. El tiempo de los regalos, que diría Leigh Fermor». 

Una mirada distinta

Son importantes las ciudades en la obra de Llop. Sobre todo, ya se ha dicho, Palma de Mallorca, pero también la Barcelona de la juventud del escritor, París o Burdeos, Alejandría o Venecia. Ciudades que se (re)viven a través de la memoria, pero también con la mediación de la poesía. Espacios y poemas que se aman, y a través de los cuales se filtra y exuda el amor por la vida. Porque ya lo dice el poeta en Retrato, pues que: «No hay vida / para quien no la ama y yo no he sabido / hacer otra cosa».

Una vida plena de los colores más vivos, siempre entendiendo que, aun sutil, el poema ha de tener voluntad de trascendencia, que la poesía es un don y que quiere vencer al tiempo. Así, el también columnista de este periódico, José Carlos Llop, afirma en el prólogo del libro que «escribir poesía es una espera, no un acto de voluntad». Y sobre el poema, sostiene asimismo que solo sabemos del poema una vez que lo escribimos. El poeta es aquel que ha conocido «el misterio de la voz y la pierde y dedica sus días a su recuperación porque sabe que nunca más será sin ella; no quien fue, sin quien ha de ser y se debe», nos dice. Por ello, la escritura poética, afirma Llop, «es siempre epifánica y superior». Y, además, concede una forma de mirar distinta. Preguntado sobre la intuición poética, nos explica el autor que «así funciona cierta forma de conocimiento, no necesariamente de escritura, cuyas vías son múltiples y muy variadas. La escritura poética tiene de oficio y tiene de revelación; la intuición es una herramienta menor que suele enriquecer el poema y también la vida en toda su complejidad. Pregunte a las mujeres». 

Portada de Mediterráneos.

El tiempo circular

La presencia de la muerte crece según avanzamos en la lectura de Mediterráneos, hasta llegar al último de los poemarios, El árbol de los cormoranes, donde aparece ya de una forma más significativa y central. Preguntado por el particular, nos dice Llop que «la muerte siempre está. Pertenezco a una generación que tuvo muchos muertos en su juventud y de ahí la expresión del dolor vestido de desconcierto, pero cruzados los 50 –y no hablemos ya de los 60– llegan las malas pasadas de la naturaleza y se establece una naturalidad en el trato con la muerte que antes no existía. Aprendemos de los que se van. Empezamos a aprender más de los que se van que de los que se quedan».  Y ese sentido de la mortalidad (de lo que se va y de lo que se queda) es aplicable a las lecturas que el propio autor realiza de los libros queridos, por un lado (a los que vuelve una y otra vez) y a los libros que se leyeron en la juventud y cuyo poso tememos se esfume al confrontarlos de nuevo. Preguntado sobre su posición al respecto de esta circunstancia, cuenta José Carlos Llop a The Objective que es la misma: «Por un lado, el agradecimiento a lo que nos hizo. Por otro, la creencia en que sorpresas negativas basta las que traiga la vida –que es tozuda y no amaina–; las demás no hay que buscarlas y hay veces que se encierran en algo que en el pasado nos hizo felices». 

José Carlos Llop nos habla de esta idea de los ciclos, cuando escribe que «nada acaba en el tiempo […] Ni siquiera el tiempo». Sin embargo, hay, hacia el final del poemario, una cifra curiosa: 33 años, que son los que ha vivido el poeta en la casa de verano sobre la que escribe en sus últimos poemas, y que ha de abandonar. Y, en la actualidad, José Carlos Llop tiene 66 años.

«Nuestra idea progresiva del tiempo no es más que un signo de la soberbia occidental»

Preguntado sobre su percepción del tiempo y sobre esta singular dualidad temporal, nos comenta que «el tiempo siempre ha sido circular, como muy bien saben en Oriente y nuestra idea progresiva del tiempo no es más que un signo de la soberbia occidental. Recordemos a Eliot: el tiempo presente y el tiempo pasado están en el tiempo futuro y el tiempo futuro en el tiempo pasado, algo así escribe Eliot, como en mi principio está mi fin y al revés. Respecto a la edad y el tiempo presente, éste se escapa entre los dedos a la velocidad del agua, cada vez más deprisa, pero no se escapa nunca del todo: está la escritura y está el pasado, donde se vuelca y conecta con el futuro».

Envejece nuestro alrededor, nunca la poesía

Recoger la poesía escrita es también recoger la vida propia, echar la vista atrás y contemplar lo escrito y lo vivido. Sobre ello, sobre cuáles han sido sus sensaciones al recuperar toda esa obra de dos décadas, le preguntamos al poeta palmesano, quien nos dice que: «La poética es también una hermenéutica de vida. No se refiere sólo a una concepción del poema sino a la comprensión de la vida, esa comprensión que nos conduce a la poesía y en ella a lograr una voz propia. Gracias al editor Ignacio Garmendia, este tomo reúne los últimos veinte años de mi poesía, después de otro anterior en la editorial Península, que reunía, más o menos, los primeros diecisiete. Casi medio siglo, se dice pronto, y sin embargo la vivencia del origen del poema –la causa de que un nuevo poema surja y se escriba– permanece intacta, sin envejecer mientras todo lo demás –empezando por uno mismo– envejece a nuestro alrededor. Es la misma que hace veinte, treinta o cuarenta años. No ha pasado el tiempo porque no existe y no existe porque la poesía es atemporal y el poeta –que sólo lo es en el momento de escribir el poema, no me cansaré nunca de repetirlo– es alguien atravesado por todos los tiempos –y aquí me refiero a la historia y a la cultura y a ese gran caudal de voces que arranca en Homero y desemboca, por ejemplo, en Walcott, Brodsky, Zagajewski, Merrill y tantos otros. Y sí, alguna corrección o cambio he hecho, es inevitable, pero muy pocas y mínimos».

«La escritura narrativa participa del hallazgo; la poética, de la revelación»

Centrándonos en su último poemario, el inédito El árbol de los cormoranes (que recoge poemas escritos entre 2014 y 2019), y sobre cómo está trufado de cambios y despedidas, pero también de agradecimientos, y notando que se percibe en él un cierto tono más reflexivo, además del hecho de que el poeta menciona (o anuncia) que está por cambiar su vida a vida de novelista, le preguntamos a José Carlos Llop, quien nos dice que «la vida afecta a la escritura porque la escritura es vida o no es; fíjese que siempre le estamos dando vueltas a lo mismo y lo demás son figuras, metáforas, aforismos para atrapar fragmentos de tiempo. La escritura narrativa participa del hallazgo; la poética, de la revelación. He tenido la suerte –tengo la suerte– de vivir entre ambas, no de cambiar o sustituir una por otra. Confío en poder seguir haciéndolo. Pero es verdad que los cambios de escenario –y en El árbol de los cormoranes hay un cambio de escenario, la pérdida de una casa, que recorre el libro– modifican nuestra vida; la cuestión es poder enriquecer esa incógnita y ahí está, también, la escritura futura».

Escritura futura que está por ver, pero que estamos seguros que continuará en la senda del disfrute vital, que habitará «la luz de los frescos del Renacimiento -que no es más que la luz del Mediterráneo» y que, preferentemente, será escrita a primera hora de la mañana, siguiendo la costumbre de Llop de tratar de salvar el día «en caso de que éste se tuerza».

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