Noticia bomba: una librería en Carabanchel
«No cuentes en Carabanchel que tu librería se nombra bajo la égida de la psicogeografía situacionista revolucionaria anticapitalista: es sólo un consejo»
Hace unos meses, abrió una librería en Madrid. Fue noticia. Cada semana, un nuevo medio, de primera línea, avisaba de la sensación: que se abría una librería en Madrid. La librería era realmente increíble: vendía libros. Los libros estaban en mesas y estanterías, seguramente colocados por orden alfabético. El orden alfabético acababa de llegar a la capital de España, y esto había que contarlo, en muchos titulares. Era grandioso asistir a la invención de la librería, en el año 2021. La librería no se inventa todos los días, como supondrán. Los madrileños podrían por fin comprar libros muy cerquita de la Puerta del Sol.
La librería nueva quedaba a 99 metros de la librería Méndez; a 400 metros de La Central de Callao; a 500 metros de la librería La buena vida; a otros 500 metros de la Casa del Libro y a 1,1 kilómetros de Tipos Infames, por citarles sólo los comercios de libros más afamados de la zona. Sin embargo, era una gran noticia otra librería más, que se abría esencialmente para hacernos un favor: poder comprar libros en ese kilómetro cuadrado donde, si una cosa ya podíamos hacer, era comprar libros.
Pregunté a varias personas cómo explicaban esta publicidad. Nadie lo entendía. Tampoco decían nada. Nadie dice nada de nada no sea que, por decirlo, se pierda un cóctel. El dueño de esa librería debía de ser alguien con buenos contactos, o que sabía moverse; o el periodismo cultural es una broma. Elijan. Así, la noticia de la apertura de un negocio particular, vendido como si se estuvieran llevando alimentos a África, fue recibida en medio del alborozo ciudadano. Nadie pensó qué noticia era esa de que una persona abre una tienda.
Derivas, una nueva librería de barrio
Ahora -noticia bomba- dos personas han abierto una tienda. Es una librería y está en Carabanchel, y a nadie en ningún periódico le importa lo más mínimo su existencia. Porque no está en el centro de la ciudad y sus dueños son gente corriente.
Carabanchel es un distrito del sur de Madrid con una población de 240.000 habitantes. El distrito abarca catorce kilómetros cuadrados. No hay en él ninguna librería. Papelerías sí, puedes comprar sacapuntas y el premio Planeta. También hay una Fnac en cada extremo, dentro de dos centros comerciales. Eso es todo: Fnac, sacapuntas y premios Planeta.
Como creo que es noticia la apertura de esta librería, fui a preguntarles cómo se les había ocurrido hacer algo que a ningún periódico le importaba. Para dejar claro mi vinculación con sus dueños, sepan que su exquisito gusto literario conllevaba que no hubiera en sus estanterías ningún libro mío.
La librería se llama Derivas, y sus dueños son Jesús Navarro y Paula Bordonada. Viven en el barrio. Carecen de cualquier experiencia en el sector, por lo que han consultado a otros libreros sobre cómo se levanta una librería. Tienen apenas 30 años.
Para la elección de la calle, me reconocieron que habían recurrido a estudios demográficos complejos. En concreto, pararse en una esquina u otra y contar una a una las personas que pasaban. Cuando vieron que por una calle pasaba un número promisorio de gente, decidieron que ahí les iba bien. Así recalaron en la calle Jacinto Verdaguer.
También los libros que venden fueron elegidos uno a uno, en base a listas de mejores libros del año, reseñas destacadas, noticias en las secciones de cultura y recomendaciones en las redes sociales.
El local que aloja Derivas fue antes un centro de estética llamado Ámbar. En Google maps aún pueden verse los carteles de masajes, tonificaciones y batallas contra la celulitis que tenía pegados en el escaparate. Ahora es lo que podemos llamar «una librería cuca».
Una librería cuca es la que tiene obras publicadas por Libros del Asteroide, Las afueras, Acantilado o Tránsito. También es importante que sirva café. Una librería cuca dispone de sección de libros feministas, poesía y una máquina de escribir antigua, inmejorablemente una Underwood. Luego en una sala aledaña hay que dar talleres y acoger presentaciones. El nombre puede ser cualquier cosa menos ‘Rayuela’. Incluso ‘Ámbar’ es mejor nombre para una librería que ‘Rayuela’.
«Derivas», les dije. «¿Eso es por los situacionistas?» «Sí», me dijeron, «eres el primero que lo pilla». Sonreí. Y luego pensé que quizá era mejor no ir diciendo por ahí que el nombre de tu librería procede de la psicogeografía situacionista revolucionaria anticapitalista, si acaso querías vender algún libro en Carabanchel. Pero me contuve.
Aprovecho para decirlo ahora: no cuentes en Carabanchel que tu librería se nombra bajo la égida de la psicogeografía situacionista revolucionaria anticapitalista: es sólo un consejo. Di que Derivas es bonito, porque es bonito. Y que los libros nos hacen soñar y vivir otras vidas, esas cosas. Y que ya no hace falta ir al centro de la ciudad para comprar libros, porque el sur tiene por fin su librería cuca; o sea, el humilde consulado de la cultura.