‘12 bytes’ o cómo la Inteligencia Artificial podría llegar a tomar el mando del mundo
En su último ensayo Jeanette Winterson desmenuza cómo la Inteligencia Artificial ha ganado terreno y hasta dónde puede llegar: ¿tomará el mando por nosotros?
Para crear 12 bytes: cómo vivir y amar en el futuro (Lumen, 2022), Jeanette Winterson partió del único motor posible que puede tener cualquier obra literaria: una redomada curiosidad. Ella llevaba años de su vida reflexionando sobre el impacto del desarrollo de la Inteligencia Artificial (IA) en nuestras vidas, así que decidió ponerse manos a la obra para procurarse respuestas, en primer lugar, a sí misma. Así nos lo cuenta en una rueda de prensa que atiende desde el salón de su casa de Manchester, detrás del cual se vislumbra un hermoso jardín.
«Soy una mujer inteligente y no comprendo cómo hemos llegado hasta aquí», empieza diciendo la autora de obras tan conocidas y aclamadas como ¿Por qué ser feliz cuando puedes ser normal? (Lumen, 2020). Dice que para documentarse de cara a su nuevo trabajo leyó una cantidad desmesurada de libros sobre el tema, pero todos se constreñían a ámbitos muy reducidos, como el de los cyborgs o cómo afectaría la IA al mundo laboral. «Y pensé que lo que yo quería era escribir un libro en el que la filosofía, la religión, la poesía, la política… un amplio espectro de cosas, pudieran responder a las curiosidades de un lector inteligente para que luego cada uno pueda explorar por su cuenta».
Y así lo hace en su 12 bytes: cómo vivir y amar en el futuro, el ensayo de ensayos en el que aborda cómo la IA ha evolucionado hasta llegar al punto en el que ahora se encuentra, y en el que vaticina también hasta dónde podría llegar y de qué modo podría trastocar nuestro mundo y nuestras relaciones interpersonales. «Ya tenemos Siri y un montón de herramientas de sistemas operativos que hablan. Los seres humanos ya estamos preparados para tener una relación importante con algo que no es biológico como nosotros. Por ejemplo, hay una importante industria de muñecas sexuales con las que la gente ha empezado a mantener relaciones en las que conversan con ellas», afirma.
La afirmación es inquietante, y en su obra la desarrolla profusamente, explicando que «en China, comprar muñecas es cada vez más popular y se hace de forma más abierta. DollMates es un fecundo grupo de las redes sociales chinas. Algunos hombres que participan en esta página web nunca han mantenido una relación con una mujer». Eso sí, aclara que las versiones sin inteligencia artificial no triunfan del mismo modo, puesto que los seres humanos «somos animales hablantes y, pese a lo que digan los idiotas de la manosfera (madre mía, los hombres hablan MUCHO)» e ironiza escribiendo que «en cuanto estas muñecas sean capaces de hacerle un bocadillo a su hombre, cotizarán más que el bitcoin».
Para los lectores que se estén echando las manos a la cabeza, la autora tiene también palabras positivas, pues en la rueda de prensa defiende que «antes de juzgar, tenemos que plantearnos las cosas positivas que esto puede traernos», como por ejemplo que las máquinas puedan servir para hacer compañía a las personas que acucien una terrible soledad. Sin dejar de plantearnos, claro, las cuestiones morales que la poliédrica cuestión de la inteligencia artificial plantea, como si debemos dejar en manos de las máquinas los cuidados y desproveerlos del afecto.
«Si la Inteligencia Artificial comienza a tomar sus propias decisiones, ya no estaremos en lo más alto de la pirámide evolutiva»
12 bytes ha sido nombrado como uno de los libros de año por The Guardian, Financial Times y Evening Standard y, cuando le preguntamos a Jeanette cuál cree que ha sido la tecla que ha tocado para alcanzar tal quórum, contesta que se debe a que «pasamos mucho tiempo considerando o pensando en la IA» y que «nos obsesiona cómo van a evolucionar los patrones humanos estas tecnologías disruptivas». La cuestión más decisiva, explica, es si la Inteligencia Artificial será capaz de llegar a tomar sus propias decisiones, porque si eso sucede «nosotros dejaremos de estar en lo más alto de la pirámide evolutiva. Por eso la comunidad científica está dividida, hay quien cree que sucederá y quien cree que no». ¿Su vaticinio? Lean: «Yo, personalmente, creo que sí sucederá. Veremos qué pasa con estos Terminators: esperemos que no destruyan el mundo ni la humanidad», dice bromeando, pero sin dejar de decirlo.
Por el momento, hay techos contra los que la Inteligencia Artificial choca, tal y como describe en su ensayo. Uno de ellos, que esta periodista que es a su vez poeta celebra, es el siguiente: «Una IA o tú mismo podéis aprender a escribir un soneto, una villanella, en pareados o en verso libre, pero ¿cómo producir la magia? La parte misteriosa de la poesía es igual que las propiedades emergentes: sale del lenguaje, pero no se halla en las palabras en sí ni en el orden de las palabras, del mismo modo que la conciencia surge del cerebro-mente pero no es el cerebro-mente. Y sin embargo, ¿qué más hay en la poesía aparte de las palabras?¿Qué más hay en la conciencia aparte del cerebro-mente? Respuesta: algo más. Es un poco raro, pero es así», cuenta en uno de los apartados de su obra.
«El amor requiere de todos los recursos de que podamos echar mano: la creatividad, la imaginación, la compasión, así como de nuestro yo inteligente, brillante y pensante»
Y, al igual que con la poesía, sucede con el amor, al que dedica el último de los ensayos comprendidos en este compendio, y del que aclara que, aunque «dista de ser una respuesta antiintelectual», el amor exige «de todos los recursos de que podamos echar mano: la creatividad, la imaginación, la compasión, así como de nuestro yo inteligente, brillante y pensante». Por ello, ¿podrá la Inteligencia Artificial empaparse de una emocionalidad sincera? Para la autora, no hay duda: «Estoy segura de que el Homo sapiens del futuro será una fusión con la IA que estamos creando. El transhumanismo será la nueva raza mestiza. Tendremos mucho que aprender. Nos aguardan retos nunca vistos porque nunca habíamos alcanzado este estadio». Agárrense, que el curso de la historia, y a eso sí que nos tiene acostumbrados, no para.