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Cultura

La inverosímil poesía del mercado común

«Casi nadie lee poesía. Ni la mitad de los que dicen que leen poesía leen poesía»

La inverosímil poesía del mercado común

Mercedes Cebrián. | Carmen Suárez

Mercedes Cebrián escribió Mercado común. MC por MC. MC2. Estoy formulativo.

Voy a hablar de poesía.

(Loco aleteo en el calvero. Desbandada general. ¿Qué quiere este tipo?).

La poesía interesa menos que poco, aunque aún gustan las trampas fulleras tipo «puedo escribir los versos más tristes esta noche».

El poemario de Cebrián lo ha publicado La Bella Varsovia, nombre picante y bello para una editorial. 

Casi nadie lee poesía. Ni la mitad de los que dicen que leen poesía leen poesía. En la escuela no se estudia poesía. (¿Ganancia? Ya no hay que memorizar felonías como «las corderas vehementes / que se aparten imprudentes / de las madres clamorosas / morirán entre los dientes / de famélicas raposas»).

Pero Cebrián no se arredra y nos ofrece un breve manual de desquiciamiento de la realidad, en el que hasta los más refractarios a la poesía podrán hallar sombra reparadora en el reseco páramo de sus vidas prosaicas.

Come in under the shadow of this red rock, nos grita Eliot. «Ven a la improbable poesía del Mercado común» nos grita MC.

El Mercado común, hoy UE, es un invento ambicioso que ha resultado aburrido. Un despiadado hacedor de tedio. Yo también soy poeta. Vean:

«La Bruselas de la UE es el morir,

allí van los funcionarios

derechos a se acabar

y consumir».

Ni mejillones ni niño meón ni nada. Un coñazo. (Se salvan Simenon, Hergé y los bombones de Marcolini). Pero la poeta trenza su danza de conexiones improbables y nos enreda. Son conexiones inesperadas hasta que las lees y te dices «era evidente», pero no lo era hasta que, como el comandante de la tonadita, llegó Mercedes y «mandó a parar».

«Unión Europea», leemos en un verso, y algo después, «vertedero de proyectos» y algo sobre la muerte de un proyecto, «verjurada en la pulpa de su propio papel». ¡Muerte verjurada! ¡Pulpa! Pulp fiction.

La poesía de MC es atractiva en plan sirena homérica, en plan «átate al mástil, marinero», es un ejercicio de extrañamiento, de hacernos ver lo familiar de una manera nueva. Los formalistas rusos llamaban a esto ostranenie.

Avanzamos un poco y sigue nuestro asombro:

«… se detenían en la adjetivación y ahí, en ese punto,

se les abrían las vidas con la aceleración de las flores».

Se les abrían las vidas… y las venas tal vez. ¡La aceleración de las flores! Nos quedamos en suspenso ante la imagen; es maravillosa, y como es una imagen, nos lleva a imaginarla: imagino rosas y después orquídeas, aunque no sé si las orquídeas (flores lascivas, flores vaginales) se abren y se cierran, se abren y se cierran. Pero hay un peligro: estas frases sublimes pueden estar a un paso del fiasco, del exceso demoledor. ¡Ah, pero es que MC, cuca, lo tenía previsto, porque yo he detenido la cita donde termina el verso, pero en el libro a ese verso le sigue otro, y entonces tenemos:

«se les abrían las vidas con la aceleración de las flores

filmadas…».

Las flores filmadas. Documental de después de comer; sopor postprandial; una cosa botánica y plácida; seguro que habrá abejas revoloteando. Hemos vuelto a la vulgar cotidianidad ―la del documental, digo―, pero de manera alevosa, y todo por esa mínima detención de la lectura que supone el final de un verso antes de pasar al siguiente. Pues bien, en esa alevosía está parte de la poesía (no rhyme intended) de ese fragmento.

Cada vez que Mercedes Cebrián le retuerce el brazo a las cosas de diario, nos da una alegría y un pescozón para que aprendamos a mirar.

«Aquí envejecemos, aquí se celebran

las citologías. La seducción se practica

con guantes […]

No paran de vender sandalias

en las zapaterías, los pies de las mujeres

interesan.»

MC nos entrena la mirada, nos pone a buscar. A fin de cuentas la poesía también es encontrar el nombre secreto de las cosas. («Citologías» nos pone nerviosos).

Mercedes se va a Andorra y no se compra un mechero, sino una idea poética, y saca a colación a los copríncipes, esos que algunos, alguna vez, estudiamos de pequeños al estudiar Andorra. (¿Se puede estudiar Andorra?) Dice la poeta:

«Si no hemos hablado aquí de los copríncipes es porque no logramos entenderlos».

Y así uno ya no se quita de la cabeza a los fucking copríncipes (Macron es copríncipe; Pedro Sánchez no es copríncipe; el dolor de not to be), que además han sido anunciados con dos kilos y medio

«…de leche en polvo blanco

             simulando el concepto

de gran pista de esquí.»

Polvo blanco. La imaginación vuela. En varias direcciones. Polisemia. Y entonces llega un verso que envuelve una epopeya geológica en un disfraz prosaico: «De repente hay un volcán en Soria». ¿Cómo, cómo? Unos versos más allá, insiste:

«y volvamos a Soria y al volcán específico

de Soria, de una Soria hoy remasculada,

ya nunca más eunuco,

ya nunca más larvaria ni en espera…»

Por fin empezamos a saber qué mosca les picó a los de Gabinete Caligari con la dichosa Soria, cuál fue su fascinación. La poesía del hoy, si buena, también explica el ayer. Mi fascinación con Soria son los arévacos y también su población menguante. Soria: víctima de jíbaros demográficos. («Remasculada» nos pone nerviosos).

Ya saben que el primer poeta que comparo los dientes de su amada con perlas fue un genio y el segundo, un imbécil. En el poema PYME Mercedes Cebrián hace un maravilloso malabarismo con este tópico, lo sacude fuerte y sale este nuevo prodigio:

«el mundo palidece

ahora

ante las ortodoncias

de todos nuestros hijos»

Las perlas del clásico son ahora refulgentes brackets y la metáfora (aunque la poeta no la declara ni  la busca descaradamente) resplandece de nuevo.

Desde el poema Como si fuésemos me llegan ecos de uno de mis poetas favoritos, Donald Justice, cuando recordaba el rostro de su padre al afeitarse: And the face of that father / still warm with the mistery of lather… Esa espuma misteriosa en el rostro paterno es ahora para MC unos pantalones cortos que remontan el tiempo:

«…para llevarnos lejos. Lejos son unos padres

con pantalones cortos…»

Este es el incesante fluir de Mercado común, de Mercedes Cebrián, la reina de la ostranenie, the Lady of the Rocks, the lady of situations. Come in under the shadow of Mercedes Cebrián.

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