Irán hace crack
La extraordinaria ‘La ley de Teherán’ se convierte en la película sorpresa del año
Hubo un tiempo en que íbamos al cine a ver películas iraníes para aburrirnos. Y nos aburríamos. El cine iraní era lo más en los años 90, y ahí había que estar, con Abbas Kiarostami, con Mohsen Makhmalbaf y con su hija Samira, que aburría lo mismo que su padre porque aburrir se transfiere en Irán de generación en generación. Vimos, sí, películas extraordinarias, tedio aparte, como Y la vida continúa (1992) o Close-up (1990), ambas de Kiarostami.
La ley de Teherán (2019, pero recientemente estrenada en España) no es ese tipo de cine iraní. Es otro tipo de cine iraní. Debe de haber dos tipos de cine iraní, uno de aburrirse y otro de ir a verlo.
La película se vende como un thriller. Esto es apasionante. Después de dos horas y pico de metraje, sales del cine muy thriller tú mismo, pero enseguida te das cuenta de una cosa: no se ha disparado un solo tiro en la película, no ha habido un solo puñetazo o pelea o tortura o asesinato por lanzamiento de cuerpos desde la azotea. La película es violentísima sin una sola escena de violencia.
Dirige la cosa Saeed Roustayi, que también la ha escrito. La cosa va de un policía que quiere capturar a un capo de la droga. Para ello interroga muy amablemente a un buen número de gente. Su amabilidad consiste en amenazar con cárcel a todos los que no le den un nombre y una dirección. Recorremos buena parte de Teherán con este efectivo método policial.
«La ley de Teherán es prácticamente cine ilegal. Yo hacía años que no veía una película tan desmandada»
La película incluye entonces grandes secuencias ciudadanas, masas de gente miserable, zombie de ponerse, escrofulosa y fea y deforme. El paisaje urbano es desolador, pre-tecnológico. No debe de haber ni Internet en la ciudad. Es todo walkie talkie y tumbar puertas, pastorear drogadictos por tuberías y calabozos, hacer que arranque el coche destartalado de la ley.
La ley de Teherán es prácticamente cine ilegal. Yo hacía años que no veía una película tan desmandada. Pensaba que ya estaba prohibido rodar lo que rodó La parada de los monstruos (1932), o presentar una sociedad como un coladero de injusticias, depravación y muerte, sin un personaje que coma piruletas o abrace niños, sin un personaje que ponga un poco el fútbol en la tele para relajarse. Es todo como que la vida no merece la pena ni un segundo.
El ritmo de La ley de Teherán me ha recordado al de la serie Line of duty (2012-2021): no se paran a ver qué hace en su casa el policía, no hay visitas a mamá para tranquilizar la trama un rato, no se recurre al anticlímax. La película es frenética, no tiene tiempo para chorradas.
Ni siquiera hay planos bonitos, la cámara haciendo virguerías. Y, sin embargo, parece más cine que cualquier otra película reciente. Es cine en crudo.
Más de la mitad del filme se nos va en interiores carcelarios, masificados de humanos tratados como reses enfermas. Hay un personaje crucial en la película y es la gente, no tomada de uno en uno como decía el poeta, sino tomada toda ella como un amontonamiento. En los amontonamientos de gente se permite el error, la injusticia más espantosa, la pureza.
«Es llamativo que en Irán hayan dejado rodar esta película, pues sólo da ganas de no ir a Irán en muchos años»
Y, con todo, los actores destacan, se hacen ver entre el mar de cuerpos sucios y justiciables. Es un espectáculo creerte que un tipo que solo actúa es policía, y que otro es traficante, te lo hacen pasar muy mal. Son actuaciones extremas, ya digo que deben de estar hasta penadas por la ley, la de Payman Maadi (Una separación, The Nigh of) como policía, y la de un extraordinario Navid Mohammadzadeh como traficante. Como en todas las grandes películas criminales, al final el espectador simpatiza con el criminal.
Es llamativo que en Irán hayan dejado rodar esta película, pues sólo da ganas de no ir a Irán en muchos años. Está la cosa muy turbia allí.
Se drogan mucho los iraníes, por millones, con crack. Es lo que hay y esta película, que tiene más de cine social que de thriller, lo cuenta como un thriller. Es un cruce entre The Wire (2002-2008) y El expreso de medianoche (1978). La mirada es muy Buñuel: si es horrible, primer plano. Hay un niño, la historia de un niño, que te parte el corazón por la mitad peor.
Todo lo malo sale de que alguien escribe sobre un papel con un bolígrafo. Condenas, alijos, direcciones. La ley de Teherán es una historia manuscrita, garabateada, primitiva y brutal.