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Descubrir Grecia desde El Egeo con Pedro Olalla

El nuevo ensayo del helenista asturiano es un fascinante viaje por los orígenes de la civilización, el mar y la lengua griega

Descubrir Grecia desde El Egeo con Pedro Olalla

Pedro Olalla en una playa griega. | Cedida por el autor

Un hombre espera a su hijo en una de las playas del mar Egeo. Mientras el tiempo pasa va narrando con gran detalle todos elementos que hacen de este punto de Occidente el origen de la civilización. El narrador no es otro que Pedro Olalla, escritor, profesor y helenista confeso, quien tras De senectute politica, ese libro como carta sin respuesta a Cicerón, vuelve con un nuevo ensayo donde explora las raíces de la lengua, la cultura de su país de adopción y, en especial, en cómo el mar Egeo generó las rutas para el crecimiento de la cultura occidental.

En Palabras del Egeo (Acantilado, 2022), escrito en primera persona, los pensamientos de Olalla van hilvanando una carta muy personal a su hijo Silvano, quien volverá a visitar Grecia para recuperar lo que el autor llama la «consciencia metalingüística» de la lengua de su infancia. A partir del recurso epistolar, el autor le recuerda a su hijo todos los recorridos que en su momento hicieron o podrán hacer, le transmite su experiencia como padre y «observador externo» y le revela, a través de confidencias y contenidos científicos, algunos datos «resbaladizos y heterodoxos» que terminan en un «destilado vivencial de muchas de las cosas más emocionantes» que ha aprendido de Grecia.

Olalla comienza su recorrido muy temprano, caminando descalzo por una playa en una de las islas griegas. Atraviesa con la vista el azul del Egeo, ese que ya conoce desde 1994, momento en el que, conscientemente, decidió dedicarse al helenismo, «ya no desde la distancia sino in situ, con los pies sobre los escenarios de esta cultura y en contacto permanente con la lengua en que se ha transmitido».

El Egeo, el protagonista de la civilización del logos

Si se cierran los ojos y se piensa en Grecia, la imagen que suele venir a la mente es la de Atenas y sus monumentos erosionados, como el Partenón, pero para Pedro Olalla, el imaginario construido nos lleva a El Egeo «con su luz, su color y su belleza natural». Es por eso que este nuevo ensayo explica el porqué de ese imaginario colectivo de una manera «más intuitiva, reflexiva y profunda». En este libro, el mar Egeo «no es el telón de fondo de una historia; tampoco su escenario: es su protagonista. Es el protagonista de la historia de esa gran civilización, que conocemos como griega, en los intensos milenios que precedieron a los tiempos de Homero». En el libro, el entorno del Egeo es el espacio físico y cultural que, con sus singulares elementos, alumbraron a la civilización más influyente del pasado y «de la que con justicia nos sentimos herederos», afirma el autor. 

En gran parte de los capítulos de esta extensa carta al mar griego se podría afirmar que la isla de Creta es una pieza clave sin la cual no puede explicarse la civilización del Egeo, sin la que no puede entenderse la civilización griega. Es a partir de esta isla, junto a algunas de las Cícladas, como Naxos, y otros puntos del Egeo y del Jónico, que se puede constatar , gracias a la arqueología, cómo esta civilización fue la pionera en el mundo de la navegación. «Hay testimonios inequívocos de presencia humana desde el paleolítico inferior; pues bien: si tenemos en cuenta que Creta era ya una isla hace varios millones de años y que algunas islas del Egeo y el Jónico lo son desde hace, al menos, 200.000, tenemos que aceptar que el homo sapiens llegó hasta esos lugares ¡navegando! O dicho de otro modo: que la navegación en esas aguas ha existido desde siempre, desde que el hombre es hombre».

Más allá de la evidencia arqueológica, Olalla confirma que también se ha probado empíricamente a través de balsas de cañas y canoas de papiro, por lo que la navegación de larga distancia fue posible en el paleolítico, y que «el homo sapiens pudo cruzar por mar desde el Peloponeso a Creta hace 125.000 años».

En las cartas de Palabras del Egeo, Olalla se emociona con la grandiosidad de la civilización que ha estudiado: «El dominio de la construcción naval de los minoicos -del que se beneficiaron también los micénicos- tuvo que ser enorme, pues se estima que llegaron a armar naves de remos y de vela de más de 35 metros de eslora, capaces de cargar cincuenta toneladas…Piensa que la nao Victoria, con la que Elcano culminó a duras penas la primera vuelta al mundo, tenía 28 metros, y que las carabelas de Colón eran aún más pequeñas».

Pedro Olalla

No extraña la emoción del autor cuando explica que, los egipcios «no eran un pueblo con especial vocación marina» y que por esa razón las expediciones navieras del Egipto faraónico iban en colaboración con los minoicos. «Las antiguas civilizaciones del Nilo, el Indo y Mesopotamia fueron culturas fluviales; la del Egeo, en cambio, era una civilización marítima, que, para navegar a mar abierto, supo desarrollar de forma preeminente la náutica, la geometría, la observación del firmamento y el conocimiento de las corrientes oceánicas».

En gran parte de Palabras del Egeo, Olalla subraya que la prehistoria del Egeo es difícil de estudiar y conocer porque «el propio mar ha borrado sus huellas». Los cambios geológicos que datan de hace 18.000 y 6.000 años hicieron que el nivel medio del mar Egeo aumentara «unos 150 metros, esto quiere decir que gran parte del suelo habitado desapareció bajo las aguas, y que lo que ahora son islas, antes eran montañas». Aunque cueste creerlo, «la mayoría de los vestigios paleolíticos y neolíticos de la región han sido borrados por el mar. Sin embargo, muchos de los mitos que nos ha transmitido la cultura que conocemos como griega tienen raíces antiquísimas y conservan memorias muy remotas», que, a través de nuevas herramientas, han dado nueva «información sobre la gran antigüedad de la civilización en esta región geográfica y sobre su continuidad en el tiempo. En este sentido, cualquier descubrimiento sobre lo sucedido en el pasado arroja luz sobre la conformación de nuestra propia identidad y ayuda a entender las causas y las vicisitudes que nos han llevado a ser como somos».

El Egeo en nuestra identidad

A lo largo de las páginas del libro se van hilando el lenguaje con las referencias históricas, las mitologías y las raíces de los vocablos griegos que construyen y siguen construyendo los idiomas de la actualidad. Posiblemente fue la navegación de los pueblos del Egeo el punto  de partida para que también viajara su lengua, «que habría de influir sobre las poblaciones locales y de arraigar, en mayor o menor grado, en los distintos territorios. Y todo esto, claro está, desde época muy temprana: porque, si navegaban, es seguro que hablaban».

Esa riqueza lingüística y cultural no solo se ha extendido a la Grecia actual sino a todos los occidentales, que en muchos aspectos «somos herederos de la civilización clásica griega». La población griega contemporánea «pueden sentirse así al menos con el mismo derecho; y, en su caso, además, viene a sumarse el hecho de que siguen hablando la misma lengua -evolucionada, claro está- y habitando el mismo entorno, cultivando el legado antiguo como una seña propia de identidad» y, aunque a veces se diga lo contrario, «con un alto grado de afinidad genética incluso con las poblaciones de época micénica y minoica».

El ensayo de Pedro Olalla desvela cómo la memoria, la lengua y el viaje de las culturas se conservan hoy en día por una civilización forjada en el Egeo, con una «impronta sobre toda la cultura de las épocas que han venido después», desde la lengua hasta la psicología, pasando por todas las manifestaciones de la actividad humana sin excepción. «Dicho en pocas palabras: conocer lo que de griego hay en nosotros, lo que hemos heredado de la milenaria cultura gestada en el entorno del Egeo, es cobrar poco a poco la vertiginosa conciencia de un abismo».

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