'Modelo 77': viaje a los albores más siniestros de nuestra democracia
Alberto Rodríguez, maestro del thriller patrio, firma una de las mejores películas del año, con dos enormes interpretaciones de Javier Gutiérrez y Miguel Herrán
Alberto Rodríguez (Sevilla, 1971) lo ha vuelto a hacer. Después de La isla mínima o El hombre de las mil caras, este maestro del thriller patrio ha escrito y dirigido una de las películas del año golpeando donde más nos duele: en los rincones más oscuros de la sociedad española. Con Modelo 77 ha acertado de lleno.
Su última película está repleta de actores consagrados, como un enorme Javier Gutiérrez, pero también de joyitas recién descubiertas, como Miguel Herrán –además de todo un elenco de actores a los que nos tiene más acostumbrada la pequeña pantalla, pero todos magníficos. Rodríguez nos sitúa en la barcelonesa cárcel Modelo, en el año 1977. Son los albores de una democracia que todavía está por construir. Y el lugar escogido, el más marginal de todos –la prisión—, es el ejemplo perfecto.
Modelo 77 nos cuenta, en concreto, la historia de Manuel (Herrán), un joven contable, encarcelado y pendiente de juicio por cometer un desfalco, que se enfrenta a una posible pena de entre 10 y 20 años, un castigo desproporcionado para la cuantía de su delito. Pronto, junto a su compañero de celda, Pino (Gutiérrez), se une a un grupo de presos comunes que se está organizando para exigir una amnistía. Se inicia así una guerra por la libertad que hará tambalearse al sistema penitenciario español.
Inspirada en hechos reales
«Inspirada en hechos reales». Este es el rótulo que abre la película. Un aviso de que estamos ante una obra de ficción que narra hechos ficticios, sí, pero también otros muchos que ocurrieron realmente aunque parezcan obra de la imaginación de alguien con muchos pájaros en la cabeza.
La autenticidad es el sello de calidad de Modelo 77. Todos los elementos que intervienen en un largometraje –fotografía, sonido, vestuario…– están enfocados a que nos sintamos exactamente en la cárcel Modelo a finales de los años 70. Y Alberto Rodríguez, que es todo un referente en esto, lo consigue con una facilidad pasmosa. Facilidad para el espectador, claro.
Nos coloca en un periodo histórico muy concreto, el de la Transición, alabado durante estas últimas cuatro décadas por ser un momento de cohesión y de progreso tras tantos años de dictadura franquista. Un periodo del que rara vez aparecen las sombras, pero en Modelo 77 esas sombras aparecen de la forma más cruda. Una sociedad también es lo que hay en sus cárceles. Y, en 1977, las cárceles españolas no representaban ese espíritu de cambio que se imponía en otros sectores. No hasta que llegó COPEL.
¿Qué fue COPEL, la asociación que retrata Modelo 77?
La Coordinadora de Presos en Lucha (COPEL) fue una organización horizontal y asamblearia que surgió en los inicios de aquella Transición para luchar por los derechos de los presos, no solo los políticos, sino –y especialmente– los sociales –vagos y maleantes– y comunes. Sus inicios están en la cárcel madrileña de Carabanchel, aunque rápidamente y gracias a un grupo comprometido de abogados se fue corriendo la voz hasta cárceles de toda España. La Modelo de Barcelona fue una de las más reivindicativas.
«Si las cosas están cambiando fuera, dentro también tendrán que hacerlo». Esta línea del guion de Modelo 77 resume bien el espíritu de aquella lucha. ¿Los medios? Desde huelgas de hambre, pasando por autolesiones en forma de cortes, hasta motines y fugas. Todo valía para pedir que las cosas cambiaran –pasando, incluso, por peticiones de amnistía– en unas cárceles superpobladas y con unos funcionarios de prisiones que vivían todavía en pleno franquismo. Las palizas eran habituales, el maltrato y la tortura, protocolos encubiertos.
La película retrata fielmente unos episodios desconocidos para la gran mayoría de nosotros, los españoles, que seguimos idealizando un periodo histórico que nos trajo la democracia, sí, pero a un precio demasiado alto para según qué sectores de la sociedad.
Aunque no entra de lleno en la cuestión, el director deja entrever un drama que en aquellos últimos años de la década de los 70 asomaba la patita: la adicción a la heroína. Un problema que entró de lleno en las cárceles, justo a tiempo para apaciguar esa fiebre por el cambio que promulgó COPEL. En una de las escenas de la película, intuimos –por eso digo que Rodríguez no entra de lleno en la cuestión– cómo un funcionario es el que proporciona la droga a los presos.
Modelo 77 es una de las películas del año. En términos absolutos, puede que no sea la mejor película de su director, Alberto Rodríguez, que sin embargo ha logrado enganchar –una vez más– a público y crítica con un ritmo vibrante. Es, sin lugar a dudas, el maestro del thriller español, y poco o nada tiene que envidiarle a los foráneos. Y lo hace, además, resolviendo cuentas pendientes de nuestra democracia y eso no es baladí. Le auguro un gran éxito en la temporada de premios, especialmente en el apartado de mejor actuación: Javier Gutiérrez estará en todas las quinielas, como de costumbre, y Miguel Herrán será igual de protagonista. Al tiempo.