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José María Beneyto: «Picasso fue un gran oportunista»

El autor ahonda en la vida tormentosa del pintor en su nuevo libro ‘Las traiciones de Picasso’, coincidiendo con el 50 aniversario de la muerte del artista malagueño

José María Beneyto: «Picasso fue un gran oportunista»

José María Beneyto. | Almudena Calado

«Llevo con este libro seis años», cuenta José María Beneyto (Valencia, 1956) mientras se sienta en uno de los sillones de su casa, con las estanterías a las espaldas. Sobre la mesa, el libro Picasso and truth (Princeton University Press, 2013), de T. J. Clark. Al lado, la última novela del entrevistado: Las traiciones de Picasso (Turner, 2022), la cual ya estaba en proceso mientras presentaba El espía que engañó a Hitler (Espasa, 2016), la historia de Joan Pujol, el doble agente británico y alemán en la Segunda Guerra Mundial que al final consiguió engañar a Adolf Hitler sobre el lugar del desembarco de Normandía. Entonces Beneyto ya hablaba de las traiciones de Picasso. Calcula que del pintor malagueño habrá como diez mil libros escritos, «una bibliografía inmensa», pero piensa que a pesar de todo se pueden seguir sacando perspectivas de Pablo Ruiz Picasso.

Pregunta.- ¿Por qué ocuparse ahora de Picasso?

Respuesta.- Es un personaje literario único. Todo lo que reúne -tan español, tan universal, tan genial, y, a la vez tan inhumano, tierno y cruel…- está lleno de contradicciones y para una figura literaria las ambivalencias son ideales. En realidad, esta novela está planteada como una especie de búsqueda, de interrogación, sobre Picasso. A través de él, se tratan una serie de temas cada día más actuales, como la relación con las mujeres y el maltrato, que es una de las tres traiciones que yo identifico. Está también todo el tema político y cómo los acontecimientos políticos y sociales influyeron sobre la obra de Picasso; él las absorbe, las somatiza y las traslada a su obra -la Segunda Guerra Mundial, la Guerra Civil Española, la ocupación…- de un modo muy particular. Ahí Picasso actuó de una manera bastante oportunista; tenía buenas relaciones con los nazis, antes había intentado que Miguel Primo de Rivera le organizara una exposición…

La verdad es que al principio le importaba muy poco el tema político, se sentía más bien anarquista, pero después colaboró con los nazis -a través de intermediarios- vendiéndoles obras, buscando su protección, mientras a la vez hablaba con sus amigos de la resistencia. Y cuando acabó la guerra, de alguna manera tenía que blanquear todo ese pasado oscuro durante la ocupación, entonces se hace el gran comunista y estalinista, hasta el punto de ser el propagandista más claro del gran motivo de Stalin -que va a utilizar como propaganda después de la guerra-, que es la paloma de la paz. En los años de posguerra, ellos estaban en el rearmamento frente a la situación nuclear de Estados Unidos y necesitaban tiempo. Picasso se prestó sabiendo lo que estaba ocurriendo.

«Picasso tenía un enorme egocentrismo y con eso es muy difícil mantener una relación permanente»

Portada del libro.

P.- ¿Cuál es la tercera traición?

R.- Su relación con los otros grandes del arte y su permanente ansiedad para ser verdaderamente uno de los grandes e incluso superarlos. Esto es algo que en la vida de Picasso jugaba un papel muy importante. Lo que Harold Bloom llamaba «la ansiedad de la influencia» en Picasso es brutal. Era un gran depredador a todos los niveles, también sexual, pero sobre todo artístico. Hay un capítulo en el que va a ver a Henri Matisse para coger ideas y éste, al final, dice que Picasso había ido para llevarse ideas, pero que como era Picasso había que perdonarlo.

P.- El propio Picasso decía de sí mismo que era un bufón público que había entendido su tiempo…

R.- Sí. Ahí hay un tema muy interesante, que es en qué medida Picasso simboliza el siglo XX. A mí me interesa la novela histórica y veo a Picasso como una figura con una enorme significación histórica en el sentido de representación de muchas de las grandes ambigüedades y traiciones del siglo XX.

P.- En la página 247 hay una conversación de la que extraigo el siguiente corte: «¿No te parece que con la perspectiva que tenemos ahora, más amplia durante su vida y su tiempo, es hora de replantearse muchas de las opiniones sobre él, sobre su conducta, sobre sus crueldades y traiciones, sobre la naturaleza de su genio, tan ambivalente…?». ¿Podemos juzgar a Picasso y a su tiempo desde nuestra actualidad?

R.- La interpretación de la obra de arte siempre va a tener un componente histórico. Cada época vuelve a reinterpretar la historia, pero sobre todo las obras de arte. El Guernica, las obras de Picasso, tienen muchísimas dimensiones y muchas interpretaciones plurales. Y creo que en este momento, de cara al año Picasso, tenemos unas perspectivas nuevas que hace cuarenta, treinta, setenta o cincuenta años no teníamos y que también son válidas para acercarnos a una obra tan plural y tan rica. No le quito nada de la genialidad, me apasiona, pero me gusta menos su última época, aunque la han rehabilitado. Creo que hacía un poco de caricatura de los grandes para rebajar esa ansiedad.

«Picasso es una figura con una enorme significación histórica»

P.- Habla usted del retrato a Josef Stalin y las cartas de los ofendidos militantes comunistas a la redacción de Les Lettres Françaises acusando a Picasso de haber pintado a Stalin como si fuera una especie de playboy asiático.

R.- Sí (risas), le pusieron verde. No era el realismo socialista ni un retrato verdadero de Stalin. Picasso tenía una enorme guasa, una ironía y una visión de cultura vieja, pero a la vez era como un niño; por las mañanas se levantaba y solo se sabía quejar e insultaba a todo el mundo. Tenía las pasiones en carne viva. Pero con todo, era un hombre muy infeliz, porque no conseguía la satisfacción. Primero, ni la satisfacción sexual, que era una especie de retroalimentación permanente, ni la satisfacción artística, porque a sí mismo se ponía unas metas muy altas. Pero consiguió mucho. Posiblemente sea el artista que más obra ha hecho. Era muy prolífico, estaba todo el día trabajando, que era lo único que le daba satisfacción.

José María Beneyto y Carlos H. Vázquez. | Almudena Calado

P.- Y era muy cambiante. Dora Maar, una de sus mujeres, decía que cada vez que Picasso cambiaba de mujer, todo cambiaba. Se trasladaba a otra casa, cambiaba de amigos, de perro, de estilo…

R.- Totalmente. Era muy cambiante, muy supersticioso… Hay un aspecto que es esa conversación -en la novela- que tiene con Ernst Jünger, donde le dice que lo que él está retratando es el cambio del orden zoológico. Después de la Segunda Guerra Mundial, lo que estaba poniendo de manifiesto era la transformación del ser humano, la naturaleza, el uso de la técnica… Estaba anticipando lo que iba a venir después. «Yo lo hago de una manera horizontal, viendo cómo se han ido sedimentando los estratos, y usted lo hace verticalmente y contraponiendo las fuerzas», le dice Jünger. En realidad no comprendemos otra perspectiva sobre Picasso. El cubismo al final es eso: una anticipación de la idea de la realidad como varias posibilidades.

«Picasso tenía una enorme guasa, una ironía y una visión de cultura vieja, pero a la vez era como un niño»

P.- Sin Dora Maar, ¿habría sido posible el Guernica?

R.- Es ella la que insiste, la que está detrás, y es ella la que está coautorando, cosa que a Picasso le sentó fatal. También le dio una cierta educación política, porque ella estaba más comprometida que él.

P.- ¿A qué era fiel Picasso?

R.- A sí mismo. Era muy consciente de su capacidad. Ha transformado nuestra manera de ver el arte, es el hombre clave de la vanguardia, del cubismo y, aunque no lo quería aceptar, estaba muy influido por el surrealismo. Luego hizo un neoclasicismo en los años veinte en el que tuvo una gran influencia. Tenía una permanente capacidad de creación y por eso ha tenido tanta influencia en todo el mundo. Es, verdaderamente, el primer pintor global.

P.-¿Picasso imitaba a la vida o era la vida la que imitaba a Picasso?

R.- Afortunadamente, la vida y el arte se complementan y se enriquecen mutuamente. Las mentiras de Picasso crean una realidad superior, más intensa, con más planos, y a la vez la realidad influía sobre su vida. Hubo una época en la que la interpretación de Picasso era semiológica, pero cada vez han ido entrando más elementos históricos, sociales… Tenía algo de intentar entender lo que estaba pasando en esos momentos claves: la Segunda Guerra Mundial y la Guerra Civil Española. Son unas vivencias muy intensas que él reflejaba como siempre, con una especie de hipersensibilidad personal, con todas sus garras interiores todavía más radicalizadas y que proyectaba, en muchas ocasiones, sobre la gente que tenía cerca, sobre todo Maar, a la que acabó destruyendo.

José María Beneyto y Carlos H. Vázquez en la casa del autor. | Almudena Calado

P.-¿Rozaba Picasso la psicopatía?

R. Hay elementos de psicopatía, sin duda. También en el tema del sexo; llega a límites que eran un poco casi enfermizos y muy morbosos, como la coprofagia. Era una fuerza de la naturaleza radical y él sacaba energía de todos lados. Está también el tema religioso y espiritual. En una de las conversaciones con Gerhard Heller, que era el censor alemán en París, le dice que lo suyo es una mística negativa. La madre de Picasso era muy religiosa y eso él lo había vivido desde pequeño en Málaga. Hay mucha iconografía religiosa en sus cuadros vuelta del revés.

«Las mentiras de Picasso crean una realidad superior, más intensa, con más planos, y a la vez la realidad influía sobre su vida»

P.- Era muy… ¿cínico?

R.- Sí. Cínico es la palabra. Era deconstructor como Friedrich Nietzsche; de las ruinas vuelve a crear… a costa de lo que genera alrededor. También es interesante cómo las mujeres caían en esa red, porque la seducción que tenía era impresionante, además de la fama. En Dora Maar ejerció una seducción y muy posiblemente los dos se hubieran enamorado. Luego decían que no era capaz de amar porque en realidad se buscaba a sí mismo, ya que lo que tenía era un enorme egocentrismo y con eso es muy difícil mantener una relación permanente, porque siempre intentaba ver qué sacaba de ahí, como hizo con Dora Maar. La única que le abandonó fue Françoise Gilot, que escribió luego un libro (Vida con Picasso) muy crítico. Además se llevó a los dos niños y Picasso se lo tomó como una humillación.

P.-¿Se pueden cancelar obras de Picasso sabiendo la historia que hay detrás?

R.- Hay gente que está a favor de eso. A mí me parecería una exageración, pero hay que plantear el tema, sin duda. Hay quien dice que se debe separar al hombre de la obra, pero esto es falso. Desde luego, en la gran mayoría de artistas, no se puede, pero es que en Picasso mucho menos. El decía que «cada pintura que yo hago es un frasco de mi sangre», porque su obra es una autobiografía. El Guernica no fue inicialmente un cuadro político, sino que era un cuadro en el que estaba revelando toda su situación erótica del momento. Es posible que no viera todo lo demás, aunque era una persona muy intuitiva y muy lista que hablaba con todo el mundo y tenía todo el interés en vender cuanto más mejor. Es el gran tema de Picasso: la mercantilización del arte.

P.- La policía parisina le detuvo por un asunto de tráfico de obras de arte y llegó a negar su amistad con el poeta Guillaume Apollinaire.

R.- Crea un mercado con los grandes marchantes en donde tiene un papel fundamental Estados Unidos. Mientras Picasso se hace comunista, los americanos son los que le están haciendo la gran propaganda en Estados Unidos.

P.-Pero es curioso que dijera que su odio hacia los americanos no era mayor que antes de la guerra.

R.- Sí. Picasso era descendiente de militares españoles, como el general Juan Picasso, del que hablo al principio de la novela. Esa cosa tan machista, de español viejo, de hidalgo… Por eso empiezo con esa conversación con Ernesto Giménez Caballero, que dice: «Éste lo que es es un íbero que ha vuelto a sus raíces». Por eso me interesó tanto encontrar una figura tan universal.

«El gran tema de Picasso es la mercantilización del arte»

P. – A pesar de ser tan global, resulta que era mediterráneo…

R.- Mucho. Lo que pasa es que luego absorbió muchas influencias. Barcelona fue muy importante en su desarrollo porque era una puerta abierta al modernismo. Y París, por supuesto. París en ese momento era al lugar al que había que ir si lo que se quería era ser un artista reconocido. Algo tenía, desde luego. La idea del genio es una idea romántica del siglo XIX, y creo que eso se ha acabado.

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