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Arte y ciencia se unen para salvar las Islas Galápagos

La Fundación Quo Artis está entre los promotores del ‘Manifiesto de Galápagos’, firmado por 95 investigadores, artistas y científicos que claman por la defensa de los océanos

Arte y ciencia se unen para salvar las Islas Galápagos

PostHuman, Ars Electronica | Fundación Quo Artis

El proyecto Galapagos Art & Science Journey es una expedición artístico-científica que busca salvar los mares y toma como epicentro (y ejemplo) las Islas Galápagos, y tras la que se encuentra la Real Academia Europea de Doctores (RAED), la Fundación Quo Artis y la organización My Planet First, contando con la colaboración de la Fundación Fidal y la Universidad San Francisco de Quito (USFQ). Recientemente presentaron el Manifiesto de Galápagos, documento propuesta frente a la problemática ambiental que afecta a las Islas Galápagos y, en general, a los océanos de nuestro mundo y cuya base, se puede leer en el manifiesto, se halla en la educación, pues es «la piedra angular para preservar nuestra riqueza biológica».

Desde 1959, el gobierno de Ecuador ha mantenido el 97% del archipiélago estrictamente regulado y ha logrado proteger este hábitat único. Para que así siga, y para que sirva de espejo en el que mirarse, fundaciones como Quo Artis trabajan uniendo ciencia y arte para tratar de concienciar a la sociedad de la necesidad de cuidar de nuestro entorno. El proyecto Galapagos Art & Science Journey forma parte del más ambicioso proyecto A sea change, que cuenta con el patrocinio de la UNESCO, y que culminará en 2024, cuando se celebre la bienal nómada Manifesta en la ciudad de Barcelona. Para saber más de la labor que realiza la fundación, de sus proyectos presentes y pasados y de los retos que tienen las organizaciones dedicadas a unir a la comunidad artística con la científica, conversamos con su Presidenta.

Una fundación nacida en Barcelona

En 2010, Tatiana Kourochkina fundó en Barcelona la galería que llevaba como referencia su propio apellido, la galería Kourochkina, en el Passatge Domingo de Barcelona (entre Passeig de Gràcia y Rambla de Catalunya). Abrió sus puertas un 12 de febrero con una exposición que ya anunciaba (o dejaba intuir) los planes artísticos de la comisaría y gestora cultural de origen ruso: las relaciones entre el pintor Albert Ràfols-Casamada y Maria Girona, pareja que compartió estudio en el barrio del Putxet de la capital catalana.

Su voluntad: la de realizar una relectura no académica del Noucentisme, el movimiento cultural e ideológico iniciado por Eugeni d´Ors y cuya ambición pasaba por crear una red de científicos, artistas y profesionales con una visión nueva según se estrenaba el siglo (XX), un afán modernizador que traía componentes cívicos y una visión europeísta. Con igual pretensión nace la Fundación Quo Artis, en 2015, evolución natural de la galería Kourochkina y con una misma visión internacionalista y de proveer a la sociedad barcelonesa primero y luego al resto de urbes e instituciones interesadas a lo largo del planeta, de conocimiento inédito y útil para (re)pensar las políticas públicas en torno a temas sensibles que preocupan a la sociedad en su conjunto.

Una sensibilidad particular

Nos cuenta Tatiana Kourochkina en un mediodía de octubre, sentados en una terraza de Rambla Catalunya, apenas al lado de donde quedó su difunta galería, que Quo Artis nace de su propia curiosidad y ganas de conocer, «porque es un tipo de arte (el que se combina con la tecnología y la ciencia) para el que nunca se acaba el aprendizaje». Y ése es el origen de la Fundación que puso en marcha hace ya siete años. Al principio, cuenta a THE OBJECTIVE, fue duro, porque es difícil tratar de que la gente, las instituciones, el público y, en general, la comunidad del arte y la ciencia, entienda que su fundación promueve un tipo de arte y de conocimiento que no ofrece respuestas, cuyo mayor valor reside en la investigación y en el diálogo.

Encontró reticencias al principio, más del lado de los científicos que del de los artistas, ya que, al estar habituados a trabajar en compartimentos estancos, especializados en sus disciplinas, les costaba tomar una visión de conjunto. Y aquí venían los artistas para abrir esa mirada (y tratar de que recobrasen esa ilusión casi infantil de quien comienza a preocuparse por cómo está el mundo).

Se entendía, cuando comenzaron con sus proyectos en Quo Artis, las relaciones entre arte y tecnología y ciencia, como la de aquel que viene a ilustrar, a hacer simplemente bello, comprensible y, de alguna forma, a divulgar el conocimiento científico. Esto era lo que los científicos esperaban de los artistas. Sin embargo, poco a poco, y gracias a una labor paciente, comenzaron los investigadores a entender que el artista no compite con el científico, que éste aporta un lenguaje más emocional, imaginativo, que es curioso, ofrece preguntas y abre, gracias a su voluntad de debate y discusión, un panorama más amplio de cuestiones, que no se centraliza en asuntos específicos de una disciplina en particular, sino que sirve su cuestionamiento estético para generar nuevas conexiones, imprevistas algunas, y a nuevas formas de entender la sociedad, basadas en esa triada que une a ciencia, técnica y arte.

Posthuman, Ars Electronica | Fundación Quo Artis

Para Kourochkina, no tiene que ver el éxito de estos diálogos más que con una sensibilidad particular de la que disponen algunos científicos (y que se les presupone a los artistas). «No es una cuestión de edad», afirma Kourochkina.  Y es que muchos de ellos, tienen (o han tenido) una cierta inclinación artística, hacia el dibujo, la música u otras artes; les sucede que, con el tiempo, su disciplina académica, les volvió menos flexibles. Pero, gracias a estos diálogos que propicia Quo Artis, «recuperan esa sensibilidad previa a su carrera científica». Así, el artista, emulando al científico, se convierte en investigador, realizando una investigación alternativa que se salta protocolos y es capaz de ver más allá de un cajón estanco.

Entendiendo el Planeta Tierra

De entre los primeros proyectos que produjo Quo Artis cabe destacar Zero-Gravity Band (2018), realizado para el Festival Sónar+D del mismo año, donde se reflexionaba sobre cómo la producción artística y la percepción estética se ven influidas por las fuerzas gravitatorias del Planeta Tierra. El proyecto se concretó en una instalación inmersiva de luz con sonido en 360º que recreaba un ambiente de gravedad cero, así como una exhibición de prototipos de vestidos inteligentes espaciales y de materiales para realizar creaciones plásticas y musicales en situación de gravedad cero. El proyecto que les situaría en el mapa y les serviría -en un futuro- de aval, no obstante, fue la Bienal de la Antártida (2017), un proyecto de arte intercultural y supranacional que reunió artistas de todo el mundo para explorar el futuro de la Antártida y las profundidades del océano desde una perspectiva artística.

«Su fundación promueve un tipo de arte y de conocimiento que no ofrece respuestas, cuyo mayor valor reside en la investigación y en el diálogo»

Una expedición que partió desde el Puerto de Ushuaia, en Argentina, y que tuvo lugar a bordo del buque de investigación Akademik Sergey Vavilov de la Academia de Ciencias de Rusia. Otro proyecto curioso fue el del colectivo multidisciplinar Posthuman Studies Lab, que se dedica a investigar las interacciones entre los sistemas vegetales y los computacionales. Un colectivo compuesto por cuatro artistas residentes en Moscú y San Petersburgo (Nikitina, Maria Molokova, Nikita Sazonov e Ippolit Markelo lo conforman); un colectivo que intentó buscar redes de colaboración y de paz entre Rusia y Ucrania, con el así conocido como perejil de Sosnovsky (o ‘La venganza de Stalin’) como argumento. 

Sus proyectos actuales más destacados son Roots & Seeds, donde se reflexiona sobre la emergencia climática en el contexto de la pérdida de biodiversidad vegetal, junto a Ars Electronica, Leonardo-OLATS y la Universidad de Barcelona, y A Sea Change, que involucra un reciente viaje a Galápagos, como espacio y fuente de inspiración por sus pioneras políticas de desarrollo sostenible y del medio ambiente, y que busca catalizar un impacto positivo en el ecosistema marino, el bienestar de las poblaciones costeras y, en general, provocar mejoras significativas en el medio ambiente, con especial énfasis en los impulsos de la economía azul tanto a nivel local como europeo. El proyecto culminará en 2024 durante el evento Manifesta, la Bienal Nómada Europea, que se celebrará en la ciudad de Barcelona.

De Sant Pau al mundo

Son los políticos los que deberían cambiar las leyes, pero, desgraciadamente, esto no sucede si no son los activistas y los artistas quienes empujan para ello. Cuando comenzaron con la fundación Quo Artis, nos cuenta Kourochkina, esta distancia era terrible; afortunadamente, cada vez más, se están uniendo fuerzas globales que obligan a los políticos a tomar en consideración problemas sociales y ecológicos acuciantes y que la combinación entre arte y ciencia ayuda a hacer más perceptibles (y a avisar de su urgencia). Tatiana Kourochkina cuenta a este medio que, por fortuna, cada vez más, las instituciones locales están más sensibilizadas con estos problemas y les están dando apoyo. Es cierto que les costó sumarse a la causa, pero parece que, finalmente, van tomando acciones.

No obstante, Kourochkina reclama una inversión más sostenida que les pudiera permitir una programación propia, con un espacio expositivo regular, gracias al cual se podría trabajar de manera estable con empresas y marcas que se involucrasen en sus proyectos, participando de sus valores, realizando talleres y diferentes simposios y actividades educativas de cara a la sociedad barcelonesa. «Tener una asignación mensual -nos dice- nos ayudaría a tener un poco más de seguridad y continuidad económica». Por el momento, desde sus oficinas en el recinto del Hospital de Sant Pau de Barcelona, y formando parte del Barcelona Health Hub, siguen trabajando en alertar a la población de la crisis de la biodiversidad y de la ecología urbana, pero también andan trabajando en cuestiones de salud humana en colaboración con el Hospital de Sant Pau. Poco a poco siguen incorporando, además de científicos y artistas, filósofos y economistas sociales a sus proyectos. El siguiente paso son los arquitectos. 

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