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Cultura

Alarma en los museos: «El riesgo cero no existe»

Máxima preocupación en las pinacotecas españolas por la ola de ataques contra obras de arte. Los activistas se exponen a penas de hasta tres años de cárcel

Alarma en los museos: «El riesgo cero no existe»

Dos activistas arrojan sopa de tomate contra el cuadro 'Los Girasoles', de Van Gogh. | Reuters

La ola de ataques de activistas del clima contra obras de arte en los museos de Europa no cesa. El último se ha producido este jueves en el museo Mauritshuis de La Haya, cuando dos manifestantes del grupo Just Stop Oil lanzaron salsa de tomate al famoso cuadro La Joven de la Perla del pintor Johannes Vermeer. La policía neerlandesa ha confirmado la detención de tres personas involucradas en el atentado, que han sido están acusadas de «ataque abierto contra bienes artísticos».

Los museos españoles han incrementado en las últimas semanas sus medidas de seguridad y vigilancia y se encuentran en alerta ante posibles ataques contra obras de su patrimonio artístico. Las pinacotecas consultadas por THE OBJECTIVE se inclinan de momento por la prudencia o por el silencio y aseguran fiarse de sus sistemas de protección y prevención de actos vandálicos. Afirman que han aumentado sus protocolos de seguridad, pero también son conscientes de que el riesgo cero no existe. El abogado Raúl Pardo-Geijo Ruiz, elegido como el mejor penalista de España del 2022 por la prestigiosa institución del derecho Best Lawyers, explica a este diario que si una obra artística llega a sufrir daño real se podría hablar de una «pena de seis meses a tres años de prisión o multa de 12 a 24 meses» basándose en el artículo 323 del Código Penal.  Añade que en determinadas circunstancias el juez «podría ordenar a cargo del autor del daño la adopción de medidas encaminadas a restaurar, en lo posible, el bien dañado».

A principios de este mes, activistas climáticos de Just Stop Oil arrojaron sopa de tomate sobre el cuadro Los girasoles de Vincent Van Gogh en la National Gallery de Londres para insistir en su causa. Una semana después, dos miembros del grupo alemán Letzte Generation (Última Generación), atacaron con puré de patatas una obra de arte de Claude Monet valorada en casi 100 millones de euros expuesta en el Museo Barberini de la ciudad alemana de Potsdam. 

«Para que la conducta sea delito, el daño a la obra debe ser real»

Pardo-Geijo Ruiz señala que «en el caso de que se arroje pintura o comida sobre una obra de arte, dependerá, para que la conducta sea delito, si tal obra ha sufrido un daño real (cualquier deterioro físico de la obra) o no (verbigracia, por estar protegida por una mampara)».

«¿Qué vale más, el arte o la vida? ¿Vale más que la justicia?», dijo la manifestante, Phoebe Plummer, de 21 años, que lanzó sopa de tomate en la National Gallery. «¿Te preocupa más la protección de un cuadro o la protección de nuestro planeta y de las personas?», insistía la activista. 

Para la asociación ecologista radical, la desobediencia civil forma parte de una estrategia para dar a conocer su objetivo inmediato, que es conseguir que el Gobierno británico detenga la concesión de futuras licencias para la producción de combustibles fósiles.

Llama la atención que estos activistas dispuestos a causar daños irreparables a obras de arte irrepetibles luchen por unos cambios que ya están en la agenda del establishment global, tanto de los Gobiernos como de las multinacionales. De hecho, en la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático de 2021 (COP26), realizada en Glasgow (Escocia), diez gobiernos nacionales, liderados por Costa Rica y Dinamarca, anunciaron el lanzamiento de Beyond Oil & Gas Alliance (BOGA o Alianza para ir Más Allá del Petróleo y el Gas Natural) – la primera iniciativa diplomática del mundo– con la finalidad de lograr una transición gradual del petróleo y el gas a energía limpias. Además, muchos de los países europeos disponen de legislaciones que prohíben la exploración y extracción de combustibles fósiles. 

El pasado lunes Just Stop Oil volvió al ataque: la figura de cera del rey Carlos III en el Madame Tussauds de Londres fue el objetivo de dos activistas. Apuntaron con una tarta a la cara falsificada del monarca británico. Todavía no se conoce el alcance de los daños, pero una parte del museo fue cerrada temporalmente. 

Hay que recordar que dañar a una obra artística se puede considerar delito en España. «Para que sea delito –y no mera infracción administrativa- es preciso que el atentado o alteración sea grave, cuantitativa y cualitativamente hablando», aclara el abogado Pardo-Geijo Ruiz. «Si los daños fueran de especial gravedad o afectaran a un bien cuyo valor histórico o artístico sea de especial relevancia, puede imponerse la pena superior en grado, es decir, de tres años a cuatro años y medio de prisión o multa de 24 a 36 meses». 

«Hay que encontrar el equilibrio entre facilitar el acceso y garantizar la integridad de la obra»

Prohibido introducir bebidas

Tras este último ataque, este martes, el Ministerio de Cultura envió una comunicación a los museos «instándoles a extremar las medidas de seguridad y ser exhaustivos» en el cumplimiento de las normas habituales de acceso de los visitantes. El mensaje alude específicamente a «la prohibición de introducir elementos y bebidas en las salas», así como mochilas y bultos grandes, «paraguas u objetos punzantes». THE OBJECTIVE se ha puesto en contacto con varios museos del país para saber cómo están viviendo esta situación de cierta tensión. Muchos de ellos –como el Museo del Prado, el Museo Nacional Thyssen-Bornemisza o el Museo Guggenheim de Bilbao– son reticentes a hacer comentarios sobre el asunto por temor a «dar pábulo a ese tipo de acciones». El Prado ha recordado estos últimos días en su Twitter la campaña de 2019 con WWF España, en la que el museo y la ONG se unieron para alertar sobre el cambio climático. Se trataba de un simulación en vídeo para demostrar cómo sería el planeta si la temperatura aumentara 1,5 ºC. 

Un portavoz del Museo Reina Sofía explica, por su parte, que «existen planes de seguridad encaminados a evitar cualquier acto de vandalismo o acción en contra del buen estado de las obras de arte». Están en alerta tras los últimos sucesos y refuerzan su seguridad en las zonas que ellos entienden que puedan «estar sometidos a un mayor riesgo». Entienden que «el riesgo cero no existe» y tratan de optimizar todas las medidas de seguridad que tienen a su alcance «en lo que se refiere a personal de vigilancia y al uso de herramientas avanzadas de última tecnología». 

El Museo Picasso de Barcelona asegura que «cuenta con sistemas de seguridad y protocolos diseñados para garantizar la salvaguardia de las obras». Siguen muy de cerca los acontecimientos, pero también quieren dejar claro que «el museo es un equipamiento público cuya misión es poner las obras de arte a disposición de los ciudadanos que quieran visitarlo». Tratan de encontrar «el equilibrio entre facilitar el acceso a la colección y garantizar la integridad de la obra».

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