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Cultura

Milena Busquets y lo difícil que es vivir alegre

La escritora, que «sigue diciendo lo que le da gana», habla con THE OBJECTIVE sobre la Barcelona perdida, su admiración por Proust y la fiebre de la cancelación

Milena Busquets  y lo difícil que es vivir alegre

Milena Busquets | Gregori Civera

La escritora Milena Busquets (Barcelona, 1972) saltó a la fama con su libro También esto pasará (Anagrama, 2015), una memoria del duelo por la muerte de su madre, la editora Esther Tusquets, fundadora de Lumen. Ahora prepara un nuevo libro de artículos. Milena Busquets no se muerde la lengua. Dice lo que piensa, sin dejarse mediatizar por las diferentes presiones sociales de cada momento. Conversamos con la escritora para saber más de su escritura, de sus próximas publicaciones y sobre cómo está viviendo estos tiempos actuales de inflación, incertidumbre y sospecha.

La veo de espaldas, lleva el pelo recogido en una cola, sentada en una silla de la pastelería Mauri, en Rambla de Catalunya, un clásico de la alta repostería barcelonesa desde 1929. Faltan unos minutos para las 12 del mediodía del primer jueves de noviembre. Toma café y una botella de agua de cristal. En la ciudad el tiempo sigue raro, no se pone de acuerdo el clima y, Milena Busquets, risueña y jovial, mientras se quita la chaqueta, sostiene con gracia que así no se puede, que no llueve en Barcelona, y que de sucias que están las calles, a veces se le pegan los zapatos cuando camina («las cosas ya están incrustadas en el suelo», anuncia contrariada). Como no llueve (pero tampoco hay planificación desde el Ayuntamiento para solucionarlo), las calles están asquerosas. A Milena le obsesiona la limpieza de calles y plazas; es toda una experta, me dice. Le parece que la ciudad ha perdido su lustre. «Soy catalana , y española, de Barcelona, pero no sé, igual me he hecho vieja y ya todo me parece mal», dice. Y añade: «Lo veo todo muy mal. Ahora no hay nada aquí». Hablamos de la Barceloneta, de las Ramblas, del Puerto; lugares, ahora mismo, intransitables por culpa del turismo, lugares perdidos para la ciudadanía.

Echa de menos la filantropía en los asuntos culturales. Empresas que se involucren en crear espacios, en reunir personas, en propiciar grupos distintos, en revitalizar la cultura (y, por ende, la ciudad). Le gustaría que hubiese más movimiento en Barcelona. Y mira con envidia a Madrid. «La gente está dispuesta a pagar por un brunch literario en Madrid», exclama perpleja, refiriéndose al acto el que participará mañana, a las 12:30 h en el Hotel Only You de la Villa y Corte. Para ponerle remedio, no obstante, Milena Busquets tiene varias ideas a las que le está tratando de dar salida. Como ejemplo de este querer sacar a los libros de su espacio natural, está su pasada presentación de su libro/diario Las palabras justas en el taller de Ricardo Bofill.

«En toda su obra hay una constante: el largo verano de la infancia»

En la rememoración de esa Barcelona perdida, y no solo aquella previa a la del turismo, sino a la de la gauche divine que vivió la autora en su infancia, hay un algo muy proustiano. Esa sensación de que todo se va a estropear, de que alguien vuelve a una fiesta y ya nadie es como era. Así las cosas, Milena Busquets confiesa que no es depresiva, que siempre piensa que lo próximo será lo mejor (en el amor, con los libros; con todo). De hecho, ya en la promoción de su primera novela, Hoy he conocido a alguien (Bruguera, 2008), declaraba a la prensa que «hay que procurar vivir con alegría y con cierta ligereza». Se trata de una frase que repetirá en su novela También esto pasará (Anagrama, 2015), con una leve variación, recordando, al tiempo, la relación con uno de sus exmaridos (tiene dos, y un hijo con cada uno de ellos), afirmando que, sin embargo, «vivir con ligereza y alegría es dificilísimo». Hay así, en la obra toda de la Busquets, una serie de ritornellos, que se repiten en sus novelas, dietarios, columnas y entrevistas. El mayor de los cuales, no obstante, es la infancia: el largo verano de la infancia.

Milena Busquets | Gregori Civera

«El verano termina una vez al año, cuando termina legalmente, y luego cada vez que me siento triste o nostálgica y que tengo la sensación de que una cosa más está a punto de terminar», escribe Milena Busquets en su dietario Las palabras justas. Y sirve esta definición de su tristeza para entender, igualmente, el corazón de su obra. Es éste aquel que se hunde en su yo. Así, Busquets da lo mejor de sí al inventarse sobre la página, tomándose como referente y proyectándose en la autoficción.

Milena Busquets, cuenta que está trabajando en un nuevo libro de ensayos, al estilo de sus artículos en prensa sobre los temas que le interesan y preocupan y que habrá de finalizar en los próximos meses, confiesa que no es resentida, ni envidiosa, pero que le gusta provocar. No está dispuesta a autocensurarse, como hace mucha gente. Y así continuará siendo en su próximo libro. «Sigo diciendo bastante lo que me da la gana, y pagando un precio muy alto», afirma. Cuenta que tuvo que dejar twitter, en su momento, por las cosas que le decían. Fue justo después de la publicación de También esto pasará, porque «la gente daba por sentado que yo era mala persona, sin conocerme de nada». A Milena le leen muchas más mujeres que hombres. Y se queja: «Los hombres, todavía, si podéis evitarlo, no nos leéis». A pesar de tener las ideas muy claras, siempre pregunta Milena al interlocutor, trata de conformar su pensamiento con el de quien conversa, buscando que en el diálogo surja algún tipo de verdad compartida; provisional, al menos. O útil para seguir conversando. Por eso le gustan los diarios (que siguen escribiendo), ya que es como si «una le hablará directamente a la oreja del lector». 

«La literatura acabará en manos de las mujeres»

Se nota que ya, desde niña, está habituada al arte de las palabras, como forma de conocimiento, seducción, amistad. Y recuerda esa niñez en la que trataba a Ana María Matute, Carmen Martin Gaite o Ana Maria Moix. En cómo todas ellas estaban obsesionadas porque su escritura fuera indistinguible de su sexo, y no se pudiera saber si escribía un hombre o una mujer. «Y, de repente, ahora, treinta o cuarenta años después, hemos aceptado que, quieras o no, escribimos desde un punto de vista nuestro, personal, femenino», afirma. Estas mujeres pioneras fueron el primer feminismo, y pensaban entonces que la literatura de mujeres era una cosa mala. Teme, no obstante, Busquets, que eso pueda volver, ese retornar a lo femenino como neutro. 

Sobre la literatura contemporánea, nos cuenta Milena Busquets que percibe que todo el mundo está escribiendo desde un punto de vista muy individual. Pero también íntimo. Y en eso las mujeres tienen ventaja, según le parece. Ya que «las historias son nuestras, de alguna forma». Es femenina, la idea del culebrón, de embrollar las tramas, de enrollar los sentimientos.  De ahí que «la literatura acabará en manos de las mujeres», sentencia.  «Esta nueva literatura se nos da más fácil a nosotras», nos dice. Y cita como ejemplo a Emmanuel Carrère, que incluso cuando desea exponerse de manera personal, siempre necesita poner al frente una historia; es incapaz de imaginarse emotivamente a sí mismo. 

Para Busquets el mejor novelista vivo es Ian McEwan: «tiene una técnica que no la tenía ni Javier Marías». Le gusta Houllebecq (aunque no ha leído su última novela), le gusta mucho la obra de la reciente Premio Nobel Annie Ernaux, pero también la de Amélie Nothomb y ha leído con curiosidad a Karl Ove Knausgård (aunque le acabó pareciendo un pelma). Entre los españoles cita a Javier Cercas y Eduardo Mendoza. Hablamos también de algunas chicas más jóvenes: de la argentina Camila Sosa, la mexicana Vanessa Londoño o la española Marta Barrio. En su altar, de cualquier forma, tiene a Proust, a quien leyó por primera vez a los 18 años y que volvió a releer entero el pasado año. «Podría leer a Proust el resto de mi vida y estaría bien. No necesito nada más», nos dice.

Sobre el tema de la lectura, una cosa le preocupa especialmente a la escritora barcelonesa, y es que «se nota mucho cuando alguien ha leído o no». Y, así, no se trata de que estemos o no de acuerdo con las opiniones y criterios de ciertos políticos o influencers, es que «te das cuenta -dice Milena Busquets- de que están hablando de democracia y no han leído ni lo básico y piensas… pero, ¡que esta gente está en el poder!». Y hablando de descréditos, comentamos las cancelaciones actuales, el hecho de que, según parece, ya no son tales. Aunque con matices. Pues a Woody Allen, por ejemplo (cuyas memorias disfrutó la escritora) «le destrozaron la vida». No obstante, puntualiza Busquets, hemos de aceptar «que es un tipo chiflado, porque mira que hay mujeres en el mundo… y acabar yendo a casarse con Soon-Yi…». Conversamos sobre si es o no legal casarse con los propios hijos y bromea Milena Busquets con que seguro que hay cierta ministra que si era legal ya lo habrá prohibido.

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