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Bessie Smith: la vida ondulante de la emperatriz del blues

La editorial Alpha Decay publica un interesante híbrido de biografía novelada y ensayo musical dedicado a la que para muchos es la verdadera reina del blues

Bessie Smith: la vida ondulante de la emperatriz del blues

La cantante Bessie Smith, en una imagen de archivo. | Wikimedia Commons

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«La vie est ondoyante», escribió Josep Pla remendando a Montaigne. Y para Bessie Smith fue una vertiginosa montaña rusa. La Emperatriz del Blues salió literalmente del arroyo, se subió literalmente al tren veloz de la fama y murió literalmente sin una lápida que le rindiera memoria. Exprimió la vida y la cantó −entre el júbilo, la desesperanza y el estoicismo− con el desgarro aguardentoso del blues. Fue la reina y la mendiga. Y antes de que la fiesta se hubiera acabado, supo que solo la soledad acompaña en el dolor de la caída.

Nobody Knows You When You’re Down And Out, uno de sus blues más célebres, estremece no solo por su voz prodigiosa sino también por una letra con capacidad profética. En 1929, cuando la Gran Depresión estaba a punto de llamar a su puerta, graba esta maravillosa pieza que, entre arrastres blueseros, habla de una vida perdida de riqueza y farra, de amigos que dan la espalda ante la adversidad, de bolsillos sin un centavo y de la cuesta abajo en la rodada. No es la única de las canciones de Bessie que posee esa extraña cualidad de prever su propio futuro, de abrazarlo desesperadamente en el blues, la música de los libres, porque nada tienen ya que perder. 

De esa capacidad adivinatoria, la poeta y novelista Jackie Kay pone un buen puñado de ejemplos de la discografía de la cantante en Bessie Smith, un interesante híbrido de biografía novelada y ensayo musical publicado originalmente en 1997 y que la editorial Alpha Decay acaba de presentar por primera vez en español. Tal y como señala la autora, «sus narraciones son incluso escalofriantemente proféticas: cantó sobre inundaciones, sobre abuso sexual, sobre crisis económicas, sobre cambios súbitos de circunstancias, cambios en el amor. En la actualidad, no hay nada que la vida pudiera echarle encima que fuera a sorprenderla.

Sus blues buscaban la verdad… La verdad en toda su multiplicidad; la dura verdad, la verdad más inopinada, la verdad sobrenatural. En el mundo de los blues de Bessie, la verdad absoluta posee un atractivo peculiar». Y señala la vigencia de unos pioneros que en la crónica arriesgada de una época reflejan lacras todavía presentes: «en estos tiempos absurdos, donde identificar la verdad es todo un reto, la voz de Bessie suena pura y sincera. Cuenta las cosas como son. En ella no hay fingimiento. Y como no temía dar testimonio de su época, hablar del racismo y del Ku Klux Klan, de las desigualdades y de las diferencias de clase, de la hipocresía y de los peligros de la fama, también logra dar testimonio de nuestros tiempos. Los pioneros no sólo marcan la senda en su propia época; también refractan y reflejan la presente. Los pioneros pueden hacer ese truco de magia que consiste en ser actuales en cualquier época». 

Más ratas que niños 

Bessie nació en Chattanooga (Tennessee), el 15 de abril de 1894, pero no es seguro. Según Chris Albertson, biógrafo de la cantante, «la burocracia sureña hacía poca distinción entre la población negra y los perros; los registros oficiales, como el certificado de nacimiento, no siempre se consideraban necesarios». No tuvo una infancia fácil ni plácida, ni mucho menos feliz. Vivió en la miseria más absoluta, en una chabola destartalada, «donde las ratas superaban en número a los niños», describe Kay. Murieron los padres y con nueve años ya estaba cantando por las calles para llevar dinero a casa. La música siempre mitigó dolor y ahuyentó las penas, pero por encima de todo trajo comida a la mesa. Más tarde también serviría para pagar el alcohol clandestino que bebía en cantidades industriales. El blues, la música del diablo, no se entiende sin el whisky de contrabando. 

Con precisión narrativa, Kay va incrustando en el devenir de la historia letras de blues, escenas ficcionales, monólogos inventados, cartas fantaseadas. Son el tributo de una autora que confiesa su admiración por Bessie Smith desde la niñez, cuando su padre le regaló un disco de la artista. El libro, de esta manera, responde doblemente a la biografía, en tanto en cuanto rastrea la vida de la cantante de blues pero, al mismo tiempo, muestra fogonazos de la propia autora y su deuda con la biografiada: «Mi blueswoman libidinosa, lúbrica e intrépida. Mi blueswoman honesta, valiente y desaforada. Sigo imbuida de su pasión. Tengo su brillo en mis ojos. Puedo arder de amor, arder con el blues. Sigo totalmente, definitivamente, wild about that thing».

Sin lugar a dudas, si un encuentro marca la carrera profesional de Bessie ese es el que se produjo en 1912 con Ma Rainey, la gran madre del blues. Bessie se enroló como bailarina en el espectáculo ambulante de Moses Stokes, y aprendió de Ma Rainey la exuberancia y la suntuosidad en la puesta en escena; el desparpajo y el descaro los traía de casa, pero le faltaba el arte de lucir vestidos elegantes y complementos estrafalarios. Ma era lesbiana y Bessie abiertamente bisexual, aunque, según Kay, mantuvieron solo una relación de estrecha amistad. 

Portada del libro de Jackie Kay. | Alpha Decay

En cualquier caso, en los felices años veinte, las blueswoman gozaban de un estatus de estrella muy superior al de los bluesman. Si atendemos al canónico Blues: La música del Delta del Mississippi, de Ted Gioia, la vida de los pioneros de la música del diablo era más bien precaria y con un éxito limitado. Charley Patton, Bukka White, Son House, Tommy Johnson o Robert Johnson viajaban con lo puesto en un vagabundeo constante. Su radio de acción era el de las cantinas peligrosas del sur. Y su trío abrasivo: alcohol, cartas, mujeres. Tal vez alguna pelea a muerte a causa del alcohol, y por culpa de las cartas y/o las mujeres. Cantaban a los trenes que se alejan impávidos, pero no vivían precisamente a todo tren. Su rango en el ferrocarril no era muy superior al de los polizones en un trasatlántico. En cambio, Bessie compró su propio coche cama en 1925. 

Ella es su blues 

En las letras de estos pobres bluesman de vida errante y suerte esquiva no faltan las mujeres desaprensivas. Algunos asesinatos pasionales hay. Sin embargo, apunta perspicaz Kay, los versos de tintes misóginos de los bluesman son un tenue berrinche lastimero si los comparamos con las pullas inmisericordes a los hombres que rugen Bessie y sus camaradas. No se salva ni uno. En Dirty No-Gooder’s Blues canta: «Diecinueve hombres viven en mi barrio./ Diecinueve hombres viven en mi barrio./ Dieciocho de ellos son idiotas y el otro es un inútil redomado». 

La vida no le ahorró a Bessie un zángano y mala bestia. Su segundo marido, Jack Gee, la maltrató y se aprovechó de ella todo lo que pudo. Años después de la muerte de la cantante, todavía se dedicó a mangonear su legado. «Los hombres, en los blues de Bessie, destrozan y arruinan a las mujeres, les consumen la vida; para sobrevivir, una mujer debe huir de los hombres. Debe plantarles cara, no pasarles ni una y montarse en un tren a Chicago. ‘Soy una buena chica, pero me han tratado mal’ (Lost Your Head Blues)». 

Más allá de una cohabitación complicada con los hombres, Bessie supo pasárselo bien con las mujeres. La promiscuidad era su fuerte. Fiestas privadas, hedonismo orgiástico, sexo sin barreras. Disfrutó la sexualidad al máximo y supo esculpir una leyenda excesiva y desgarrada acorde con los blues que cantaba con un corazón infiel, desnudo de cintura para abajo. «Su vida fue puro teatro. Es imposible separar el blues de Bessie de la propia Bessie. Ella es su blues. «’Era blues desde que se levantaba por la mañana hasta que se acostaba por la noche’, afirmó el que después sería su mánager, Frank Walker», resume Kay. 

Nació en la miseria, empezó a cantar por las esquinas a los nueve años, se unió al espectáculo ambulante de los Rabbit Foot Minstreles a los diecinueve, vendió 780.000 copias de Donwhearted Blues en seis meses. Realizó ciento sesenta grabaciones con la discográfica Columbia y cantó con los mejores músicos de su época: Louis Armstrong, Don Redman, Fred Longshaw, Fletcher Henderson, Jack Teagarden, Benny Goodman. Con la depresión económica de los treinta, los gustos musicales se decantaron por el jazz. Ascendieron las figuras de Ella Fitzgerald, Billie Holiday y Sarah Vaughan. En el terreno del blues, la electrificación de Chicago marcó la senda a seguir. Pronto impondrían estilo hombres emigrados de las plantaciones del sur a la urbe industrial, como Muddy Waters y Howlin’ Wolf. La muerte de Bessie llegó con el declive. No fueron los excesos cometidos los que pasaron factura. Un accidente de coche en la autopista 61, en Clarksdale (Misisipi), fue la causa del fallecimiento.  

Puro fuego

Bessie Smith abre el camino a una serie de artistas de rompe y rasga en el blues y el jazz. Mujeres tempestuosas, de vidas difíciles y no siempre de trato fácil. Biografías escritas en renglones torcidos y cantadas desde el puro fuego de las emociones. En sus memorias, Lady Sings the Blues, escritas en colaboración con su amigo y pianista William Duffy, Billie Holiday confiesa que «siempre quise el gran sonido de Bessie y el sentimiento de Pops», en referencia a Louis Armstrong. Lady Day tampoco tuvo mejor infancia que Bessie: miseria, un intento de violación a los diez años, la prostitución y la discriminación racial. Estuvo en la cárcel en varias ocasiones. La adicción a las drogas le llevó años de lucha sin cuartel. Conoció a hombres que precisamente no la ayudaron a protegerse de sí misma. De Billie se decía que nadie cantaba como ella las palabras «hambre» y «amor». Sabía de lo que estaba cantando.  

Imponente y rugiente como Bessie, Big Mama Thorton es una de las figuras femeninas más arrolladoras del blues de los años cincuenta y sesenta del pasado siglo. En 1952 consiguió su mayor éxito con Hound Dog, pieza que los compositores Jerry Leiber y Mike Stoller escribieron especialmente para ella y que unos pocos años después Elvis Presley popularizaría para la masa enfebrecida de rock and roll. La carrera de Thorton no acabó de despegar durante la década de los setenta. Bien es cierto que su alcoholismo rampante y un grave accidente de tráfico no ayudaron a mejorar las cosas. Pese a todo, en la década de los ochenta consiguió reaparecer brevemente, aunque ya como remedo espectral de aquella explosión de energía bluesera

Tumba de Bessie Smith. | Chicago Legacy Project

El 20 de noviembre de 1931, Columbia prescindió de los servicios de La Emperatriz. En su última sesión para la discográfica grabó Safery Mama y Need a Little Sugar in My Bowl. Esta última sería interpretada por muchas cantantes de jazz, siendo una de las más memorables Nina Simone. En el documental What happened, Miss Simone?, la directora Liz Garbus presentó la verdadera dimensión de Simone dentro del jazz y la música popular. Con estudios de música clásica, la artista se decantó por la música del diablo y pronto demostró su capacidad por romper moldes y aunar estilos dispares que iban del jazz al soul pasando por el blues o el folk. Independiente y comprometida, a finales de los sesenta acabó tomando partido por los Black Panthers. Su radicalización política perjudicó su carrera y finalmente decidió abandonar los Estados Unidos. A partir de los años setenta, vivió en Liberia, Suiza, Inglaterra y finalmente Francia, su país de adopción. 

En 1970 se recaudaron fondos para inscribir la tumba anónima de Bessie Smith. Solo hicieron falta dos donantes. Uno de los donativos provino de Juanita Greene, que limpiaba la casa de Bessie los sábados siendo todavía una mocosa. La segunda donante fue Janis Joplin. Tal y como escribe Jackie Kay: «Siempre había sido una gran admiradora de Bessie Smith y en su propia música se apreciaba la influencia de la Emperatriz. Al escuchar sus canciones se puede oír a Bessie Smith muy al fondo. Coming Home Blues, Turtle Blues, Kozmic Blues y I Need a Man to Love: todas ellas mantienen viva la llama de la Emperatriz». 

Janis Joplin murió de sobredosis, en el Hollywood Landmark Motor Hotel, en 1970. Murió el 4 de octubre, la fecha del funeral de Bessie. Su personalidad excéntrica y libérrima debía mucho a aquellas pioneras blueswomen. La revista Cashbox la describió como «una mezcla de Leadbelly, un motor de vapor, Calamity Jane, Bessie Smith, una grúa petrolífera y bourbon de garrafón vertida en el siglo XX en algún lugar entre El Paso y San Francisco». Con la muerte de Janis Joplin se cerró un círculo de fuego.

 

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