'Vengo de ese miedo': la escalofriante confesión del maltrato familiar
‘The Objective’ conversa con Miguel Ángel Oeste, autor de una de las novelas más valientes, honestas y complejas del panorama literario de este año
Sánchez Dragó le dijo en una entrevista a Jesús Quintero que escribir es un oficio de samuráis que consiste en «poner las tripas en negro sobre blanco». Yo era entonces adolescente y esa sentencia, acompañado por el histrionismo del escritor, me fascinó. Lo comentaba con un compañero de clase mientras recorríamos Pedregalejo, nuestro barrio de Málaga, sin caer en que en aquel espacio urbano, que era para nosotros libertad y familia, habitaban monstruos y dramas que se escondían tras las miradas de los vecinos.
Tantos años después, Miguel Ángel Oeste (Málaga, 1973) pone sus tripas en negro sobre blanco en Vengo de ese miedo (Tusquets), una confesión personal novelada, una labor de arqueología e investigación familiar, que intenta dar explicaciones a la psique de un maltratador, su padre, recomponiendo la memoria de una tragedia, la de su familia, que se desarrolló en el mismo espacio donde otros niños vivíamos felices y a salvo. Sin miedo.
THE OBJECTIVE conversa con el autor, precisamente en una cafetería cercana a su geografía literaria, para hablar sobre la que puede ser una de las obras más valientes, honestas y complejas de este año. Mucho más que una historia de maltrato y violencia, la novela acaba por dibujarnos un profundo retrato de la condición humana que deja tras la lectura un regusto esperanzado y luminoso.
PREGUNTA.- ¿Qué es Vengo de ese miedo? ¿Novela, autoficción, confesión…? Hay mucho de memorias pero también de thriller psicológico.
RESPUESTA.- Sí, hay de todo. Para mí la novela es un híbrido. Todo está ya contado y lo importante es cómo lo cuentas. Pasé de una tercera persona que parecía impostada a un narrador en primera persona y mezclé los géneros: hay terror, género policial, novela testimonial, crónica familiar y también la crónica de una época.
«La realidad siempre va a ser peor que la ficción»
Miguel Ángel Oeste
P.- ¿Qué hay de ficción y qué de realidad? ¿Por qué usar la ficción para contar una historia real?
R.-Toda novela tiene una base real. ¿Qué es verdad y qué es mentir? Todo está mezclado y transformado. A veces es más fácil contar la verdad a través de la mentira de una narración ficticia.
P.- ¿Por qué escribirla? ¿Por qué publicarla? ¿No te daba miedo abrirte en canal de esa manera ante el lector?
R.- Cualquiera que escriba se expone y las críticas te afectan. La gente que escribe estamos un poco mal de la cabeza y somos frágiles, pero uno escribe lo que le llama. Son historias que te van acompañando a lo largo del tiempo.
P.- ¿Hay algo de desmitificación del concepto tradicional de familia o es un descargo personal sin más intención?
R.- Hay un poco de ambas cosas. Se hace un retrato de una época de España de la que no se habla. Los abuelos son personajes trágicos, sin cultura, que intentan darlo todo por unos hijos que se les escapan. Hay un juego de espejos entre tres familias y tres cambios de época: el franquismo, la apertura del desarrollismo y la actualidad. La novela dialoga con el presente a través de la memoria, quiere quitarse los disfraces y máscaras para narrar la historia sin pudor en una sociedad llena de imposturas. Por eso el libro sacude y remueve.
«Un niño que no ha amado es algo muy triste. Me preocupaba mucho el lenguaje del dolor»
Miguel Ángel Oeste
P.- ¿Qué peso tiene la memoria en la obra? Tanto la tuya como la del resto de testigos a los que recurres para completar la historia.
R.- La memoria es fundamental, pero no solo la del narrador y los personajes: los lugares tienen memoria, las casas tienen memoria… y eso está muy presente en el libro.
P.- El miedo es el protagonista principal de la obra ¿Cómo nos moldea? ¿Sigue presente en tu vida?
R.- Miedos tenemos todos, y de todo tipo. Se van transformando. Está bien que identifiquemos nuestros miedos y fantasmas. Es algo con lo que tenemos que lidiar. El miedo te puede paralizar, pero debemos mirar al pasado para intentar no repetir patrones de cara al futuro.
P.- El estilo es descarnado y notarial, directo, supongo que buscado ¿no?
R.- Un niño que no ha amado es algo muy triste. Me preocupaba mucho el lenguaje del dolor. Escribir es una forma de estar en el mundo y el estilo lo marca la historia que quiero contar. Es un estilo aparentemente sencillo, directo, pero está muy trabajado, pensado durante años para que funcione y tenga ritmo.
P.- En la obra hay dos libros: la historia familiar y la narración de la propia investigación y escritura de Vengo de ese miedo. ¿Cómo llegas a darle esa forma?
R.- Es un libro escrito al compás del tiempo. Era para mí importante que fuese modificándose la escritura a lo largo de la obra. Al principio está escrita desde el rencor y se va acompasando y perfeccionando a medida que el narrador va cambiando. Aunque todo esté escrito desde la actualidad. El texto lo he ido modificando sobre la marcha, pero la estructura está buscada. Sobre todo, hablo de la escritura: de los efectos de ella sobre quien escribe y sobre quien lee, sobre sus límites, sobre qué se puede contar y qué no.
P.- ¿Cómo está siendo recibido el libro por los lectores?
R.- A un sector masculino de cierta cultura le incomoda. Creo que las mujeres lo leen mejor. Estoy recibiendo mensajes de mujeres que dicen que el libro les ha ayudado y les ha servido más que muchas horas de terapia. La gente tiende a pensar que la novela es mi vida, pero es una historia basada en ella. Es un libro pensado para conmover, medido y contenido en la violencia, pero que te remueve cosas. La realidad siempre va a ser peor que la ficción.