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Cultura

Jorge Martínez: «Lo malo de mis pesadillas es que acaban convirtiéndose en realidades»

Era 1982 cuando Ilegales publicaron su primer LP. Hoy, el álbum cumple 40 años. Para la ocasión, se ha relanzado aquel trabajo en diferentes ediciones, entre ellas una caja de lujo con extras

Jorge Martínez: «Lo malo de mis pesadillas es que acaban convirtiéndose en realidades»

Ilegales. | Cedida por Warner

La situación está «picosa», que dirían en América del Sur, y aquí nadie parece levantar la blanca bandera de la rendición. Tiempo muerto, un chance… «Tiempos nuevos… tiempos salvajes», cantaba Jorge Martínez (Avilés, 1955) para abrir aquel primer disco de larga duración de Ilegales (de título homónimo) que en estos tiempos celebra su cuadragésimo aniversario con una edición especial que incluye jugosos extras. Jorge se pone al aparato desde Madrid mientras en una calleja del Barrio Gótico de Barcelona un tipo enarbola la enseña patria gritando «¡viva España!» para disgusto de un paisano que le responde con un agarrón que promete tangana en mitad de una terraza. Jorge Ilegales, sin pretenderlo, sería el narrador de una tarde de violencia.

PREGUNTA.– Tiempos nuevos, tiempos salvajes… pero 40 años después parece que seguimos igual.

RESPUESTA.– Sí, y probablemente hace 4.000 años estábamos igual.

P.– No evolucionamos ni queriendo, ¿eh?

R.– Bueno, la naturaleza humana es así. Avanza en tecnologías pero en cuanto a la actitud y el saber, quieren lo mismo de siempre, que es todo. La ambición, como decía el tango: «El músculo duerme, la ambición descansa». La ambición está siempre ahí, en la brecha, con las cosas de los demás, incluso con la sangre ajena.

P.– ¿La ambición fue la que te empujó a coger 12.000 pesetas, irte a Madrid, entrar en todos los medios que podías, y volverte a Asturias con un contrato discográfico?

R.– Yo creo que sí. Tenía la ambición de hacer la música a mi medida, como los otros dos miembros del grupo. Éramos tres bichos raros y queríamos transmitir un mensaje determinado, menos lúdico, menos probablemente, o menos catecismo comunista malinterpretado. Estábamos desprovistos de toda ingenuidad, pero éramos lo bastante jóvenes para cantarlo, encima. Y claro que sí, esa era la ambición. El capital que pretendíamos era más artístico que económico y siempre ha sido así. Lo realmente importante, a mí me parece cuando me hablan de que podíamos haber tenido más éxito, más reconocimiento, yo creo que el capital realmente apetecible desde el primer día era un capital artístico y nos pareció bien que en el reparto los demás se llevasen el dinero y el reconocimiento. De todos modos, hemos tenido de todo.

P.– Estaba pensando en Revuelta juvenil en Mongolia fue un single que también estaba dando fuerza a Ilegales para un primer disco, pero no acabó como parte del repertorio del LP.

R.– Sí. Tiene un sonido un poco más punk, más bronco, porque probábamos con muchos estilos de música. Estábamos probando todo el tiempo fórmulas diferentes, porque repetir la misma canción, que era lo que se llevaba en la época y a lo que llamaban «tener una personalidad», era realmente una limitación. Entiendo que las bandas estaban muy limitadas y que practicasen un solo estilo o repitiesen siempre la misma canción cambiando, a veces, algo en la letra, que no el mensaje, pero nosotros éramos demasiado adultos para eso y éramos capaces de mezclar estilos distintos. Habíamos trabajado todos como profesionales en orquestas desde edad muy temprana y eso te da una cierta solvencia, no sólo instrumental, sino de conocer otros estilos. Habíamos estado trabajando con gente muchos años mayores que nosotros. Yo había tocado con tipos de casi 80 tacos.

P.– Eso te llevó a odiar luego el pasodoble.

R.– Sí, los pasodobles los odiaba. Cuando llegaba el pasodoble (a veces se tocaban hasta dos) era horrible. Yo me olvidaba de los acordes porque estaba pensando en otras cosas, maldiciendo… En muchas orquestas se apiadaban de mí y me decían: «Chaval, vete a la barra a tomar algo y vienes ahora cuando acabemos, que vamos a tocar dos pasodobles». Y tocaban dos pasodobles, yo me iba a la barra y me tomaba muy rápidamente un cubalibre o dos, generalmente uno y medio, y volvía y me cantaba todos los chachachás más animados. Solía cantar Piel canela un poco puesto. Había un local muy mohoso con la orquesta Los Siete magníficos y allí encontré un disco de Benny Moré y hacía Piel canela. Tenían esa y unas cuantas canciones de ese tipo. Había otros de Eydie Gormé y Los Panchos con versiones muy buenas de cha cha chás, tangos arreglados, como casi bolero…. Todo ese tipo de cosas. Un artefacto de estos tenía una sonoridad muy parecida a los jukebox. También había un montón de discos de rock, fíjate tú. Toda esta gente de las orquestas, de generaciones muy anteriores, oían a Chicago (Chicago Transit Authority), a la Creedence Clearwater Revival… En esos locales insalubres me hice permeable a un montón de influencias que luego extraje para imprimirlas en los discos de Ilegales.

Foto: cecida por Warner.

P.– Víctor Manuel os ayudó con el primer disco, de hecho. La música que él hacía era la antítesis de la de Ilegales.

R.– Víctor se portó muy bien. Es un tío muy honesto. Todo el mundo lo sabe. En vez de agarrarse a la Unión Fonográfica, dijo: «Es una cuestión de conciencia. Este grupo puede volar mucho más allá, más alto que en una discográfica cuasi provincial y vamos a cederlo a una discográfica grande». Y así acabamos en el sello Epic de la todopoderosa CBS. O sea, que, en unos meses, hubo tres ediciones en tres discográficas distintas del primer disco de Ilegales.

P.– ¿Fue Paco Martín el que casi se arruina?

R.– Sí. Paco Martín, en ese momento histórico de la industria de la música, había estallado ya la independencia. Los sellos independientes se comían una muy buena parte, la más importante y con más futuro del mercado, y montaron Ariola, una independiente bajo cuerda, que se llamaba MR. Un sello independiente de Ariola en el que dejaban hacer muchas cosas. Paco es un loco divino, muy entusiasta y, probablemente, aunque tenía muy buena visión para detectar artistas que pudiesen tener una proyección, llevado por ese entusiasmo, fichó a gente no rentable. La colección de discos de MR (tengo la colección) me la regaló Paco en su oficina y ninguna de estas cosas tuvo éxito, así que lo que pasó es que finalmente le cerraron el grifo y coincidió cuando iba a editar el disco de Los Ruidos, de mi hermano, y el nuestro. Eran discos que sí que podían haber funcionado. El nuestro funcionó inmediatamente. Paco, con el poco dinero que tenía, quería fabricar unas copias. El disco ya estaba grabado, era sólo hacerse con una portada, que fue la de Ouka Leele. Es muy buena, icónica, con el hombre disparándose a la cabeza. Hablaba de un suicidio muy psicodélico y de la nueva ola, ambas cosas antagónicas. Tuvo éxito de manera casi inmediata. Me llamaron de Linacero (Zaragoza), de los distribuidores… Habían conseguido mi teléfono, y me llamaban para preguntarme quién llevaba esto, porque querían comprar 5.000 y 10.000 discos; los podían vender inmediatamente. Yo no podía contactar con Paco, no era capaz, y la Sociedad Fonográfica Asturiana se hizo cargo y empezaron a distribuirlo, pero no podían llegar. Entonces Víctor le puso remedio traspasándonos a una compañía que sí pudiese gestionar aquello.

P.– Creo que se vendieron 150.000 copias.

R.– No sé exactamente cuántas se vendieron. Se vendieron entre todas las ediciones. Tengo datos de CBS, se vendieron un montón… Se batieron los récords de todos los discos de rock hasta el momento. Los había pulverizado. Los discos de Ilegales no son de vender de bombazo y luego se paran. La reedición contiene un disco con varios discos de manera muy lujosa. Tuvimos que remasterizarlo porque había maquetas que sonaban mejor que el disco. No queríamos tocarlo pero al final le conseguimos un sonido más potente. Las maquetas y los directos tienen un sonido un poco más normalito, un poco más precario. Hay versiones en directo, están las maquetas incluidas, y van casi calcadas. Se nota en una que la voz la tengo ronca, pero es muy expresiva. Hay una de Hombre solitario que es más rock sin el piano, por ejemplo. De aquella, grabábamos al tiempo todo.

P.– Enamorados de Varsovia es de la misma época, pero acabó en el tercer trabajo de Ilegales: Todos están muertos.

R.– Sí, es de la misma época, pero fue un fracaso. No lo conseguimos ni en el primer disco ni en el segundo (Agotados de esperar el fin), pero la versión definitiva se consiguió para el tercero. No fuimos capaces de empaquetarla como queríamos. La tengo grabada, pero no suena bien. Ahora, fíjate, una canción que nos dio tantas dificultades, ahora la podemos ejecutar en directo y suena perfecta, colosal.

P.– Y es una de las más recordadas de Ilegales.

R.– Sí, es un tema que puede partir el concierto en dos. Llegamos a tocarla en sitios tan punk, como el Festival Punk que hay en Juneda, cerca de Lérida, y… ¡joder! Reaccionó muy bien el público. Se puede tocar en muchos sitios. Ahora la vamos a tocar en Rock al Parque. El día 3 de diciembre estamos en Bogotá.

P.– ¿Cómo está la cosa con Latinoamérica?

R.– Muy caliente. Hemos estado en Chile, en Ecuador, en Perú… Y ahora en Colombia. Luego hay que mover México, que lo tenemos ahí. Tenemos que hablar con la persona que lleva nuestras cosas en América, a ver si somos capaces de ultimar unas cosas.

Foto: cedida por Warner.

P.– ¿Cómo crees que se va a recibir Heil, Hitler!? En su momento, esperabas la reacción de los hippies.

R.– Yo creo que casi todos los hippies han crecido. Bueno, muchos de ellos no tanto, pero sobre todo han crecido intelectualmente. Era una parte juvenil que había absorbido un dogma. Ahora se han mezclado con el punk y con este tipo de chistes rock. De hecho, lo que se ve en las calles es gente muy lista que entiende este tipo de discurso y entienden la parte de broma y la parte que no es broma; esa broma se hace para señalar a quienes son realmente dogmáticos. No los veo muy cabreados. De hecho, la canción en ese momento la hice mirando a unos compañeros en los locales de ensayo. Lo entienden perfectamente ahora y nos dicen: «¡Cómo nos calentaste en ese momento! Estábamos que saltábamos». Entonces yo les respondo: «Bueno, qué… ¿Os hace gracia?». Pues sí. 

P.– ¿Crees que un disco como el primero de Ilegales podría ser publicado ahora mismo?

R.– Lo malo de mis pesadillas es que acaban convirtiéndose en realidades. En fin… Sí, es un poco profética y Europa ha muerto, también. Aunque Europa ha muerto me la ha reventado [Vladimir] Putin, que ha conseguido que la OTAN vuelva a cobrar fuerza y ha convertido a la vieja Europa otra vez en una entidad posible o, por lo menos, hipotéticamente posible. Incluso los ingleses se lo están pensando de nuevo. Ya hay contactos desde hace bastante tiempo para ver cómo se puede reconducir la historia. Creo que les va a costar un poquito. Alguien que quería disgregar, un imperialista que se debe creer Catalina de Rusia, y que quizá se pone su corona por las noches cuando nadie le ve, ha conseguido justo el efecto contrario; ha funcionado como un aglutinante. 

P.– El efecto Streisand.

R.– Yo creo que alguien le ha aconsejado mal muy intencionadamente. Que es raro que los chicos de la CIA hagan tan buen trabajo. No creo que se les haya ocurrido a ellos… [Risas].

P.– «Toma un arma, eso te salvará», dice la letra. ¿Tendremos que llegar a las armas? 

R.– Es inevitable. Estas cosas son inevitables. De hecho ya hay países en armas y países donde hay más de una guerra fluctuando (subterránea, de momento) y otros países donde no son tan subterráneas. Yo he estado en Colombia cuando había más de una guerra en curso y parece ser que las cosas se estás reconduciendo y algunos países mejoran y otros empeoran. Ahora estamos inmersos en una guerra dialéctica con la extrema derecha que está tomando un camino peligroso.

P.– ¿La extrema derecha siempre ha tomado un camino peligroso?

R.– Sí, sí. Se trata de utilizar las vías democráticas para abolirla y ese camino es peligroso para nosotros. Lo que pasa es que no saben que para ellos también.

P.– ¿Qué hay más peligroso que eso? ¿Ilegales?

R.– Ilegales no están exentos de peligro pero es un peligro ínfimo comparado con lo que puede incorporar uno de estos regímenes totalitarios. Eso sí que puede ser como para hacer las maletas. Me voy a vivir al mar. Si ocurre eso habrá que llevar una vida submarina y yo ya tengo listo mi fusil de aire comprimido para atravesar besugos.

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