Flecha Valona, un dardo de ‘power pop’ directo al corazón
La banda jerezana vuelve a la música con su primer disco en español, ‘Los días pasarán’, un melódico cóctel de rock suave, ‘indie’ nacional y coletazos flamencos
Hay bandas que hacen su agosto nada más empezar a tocar. Es dar los primeros coletazos y prenden los cuartos traseros de la fama con resultado flamígero. Otras, las que más, tienen que hacer una cola de años hasta tener turno en la pescadería del reconocimiento. Héroes del Silencio, por ejemplo, con todo el ruido meteórico que hicieron a lo largo de su carrera, tardaron alrededor de cuatro años en confirmarse.
Flecha Valona es un grupo jerezano que, hasta ahora, había pasado tímidamente desapercibido. Running in a Circle, su anterior disco, no les dio el empujón deseado. Tal vez por ese esporádico ramalazo andalusí que recordaba a un hippie malagueño tocando Wonderwall en la Plaza de la Constitución. Ahora, con Los días pasarán, su nuevo disco seis años después del anterior, Flecha Valona regresa con hambre de demostrar que su experiencia es la madre de la ciencia, que nunca es tarde para hacer buena música y que las oportunidades, si uno se mantiene con los pies en la tierra, firme y convincente, acaban por presentarse.
THE OBJECTIVE habla con Ezequiel Márquez, cantante y frontman del grupo, aprovechando su presencia en Madrid de mano del promotor Pablo Camuñas. Reunidos en el céntrico café Central, Ezequiel luce su característico moño alto, un poco hípster, y depositada en una esquina la guitarra acústica con la que orquesta la melodía de sus canciones. Le pregunto por los inicios de la banda, por el nombre, tan curioso y singular que se queda fácilmente grabado. Cómo decía Mick Mars, de Mötley Crüe, toda banda es lo buena que sea su nombre. «Flecha Valona nació originalmente como un proyecto, digamos, de sustitución. Aunque el nombre sí fue mío, los miembros del grupo ya estaban juntos desde antes. Debido a determinadas circunstancias, decidimos separarnos. Ellos siguieron con su proyecto, y yo me quedé con Flecha Valona. Desde entonces han ido pasando músicos hasta que, ahora, ya nos hemos consolidados. Sobre todo gracias al interés de la agencia Esmerarte».
Conociendo el origen de la agrupación, sólo queda saber el del nombre. «La Flecha Valona es una clásica ciclista que se celebra durante la primavera en Bélgica. A mí me gustó el nombre por su sonoridad, además de por la especial relación que tengo con el país. Yo soy ingeniero y trabajo para una empresa norteamericana que me ha llevado allí. Finalmente se ha convertido en mi país favorito. A la gente le echa para atrás el clima, pero a mí me da que eso alimenta mucho la creatividad y el artisteo». Desde luego, si el mal tiempo no diese buena música Liverpool o Manchester no habrían sido granjas de genialidad como lo han sido.
La banda, más que en pañales, por el momento con orinal, apunta a pegar el estirón con este álbum. Eso invita a replantearse la vida. Ezequiel asegura que todavía hay que llenar la despensa, lo que nos los exime de trabajos no musicales, pero también confiesa: «El teclista me dijo el otro día que le preguntara al manager si se metía, o no, en una hipoteca. Así que esperanza no nos falta». Y razón tampoco. Se triunfe o no, ya lo decían los Chichos, ‘de ilusión también se vive’.
Interrogando ahora a Ezequiel por el estilo de sus canciones, a medio camino entre un clásico indie nacional de entonaciones a lo Vetusta Morla y unos arreglos sonoros que desfilan entre géneros como el pop, el rock suave y hasta ciertos coletazos flamencos, el líder de la banda manifiesta algo llamativo. «Sabes, me alucina pero mis canciones suelen gustar mucho a los niños. No te sabría decir por qué. Ya en 2011 publiqué un EP [reproducción extendida] con otra banda y la musicalidad, las armonías, no sé si son los coros, es algo que les llama mucho la atención a los críos». Una sensación que parece hacerse tangible en lo que respecta a la portada del disco: una melancólica imagen de una niña en un caballito de madera.
«Venimos mucho del power pop, aunque nos abrimos a otros retazos», prosigue el cantante, al que le transmito mi sorpresa por la espectacular calidad de grabación y producción del disco. «Eso sin duda. Ha sido obra del productor Juan de Dios, que ha hecho un trabajo excelente. Ha puesto todos los medios a su disposición, además de sus dilatados conocimientos que ha adquirido en estos últimos siete años en Los Ángeles y esas varias nominaciones a los Grammy Latinos. Las canciones han tomado una carga mucho más tridimensional gracias a él». Canciones, por cierto, que planean en un poética abstracta y metafórica a la que, a veces, hay que pedirle una explicación a su creador, como en el tema Ruleta Rusa. «Algunas cosas me salen sin más, sin previo aviso, y las tengo muy claras. Otras, lleno cuadernos de tachaduras por ambas caras. En cualquier caso, trabajo mucho los temas y las letras. No siempre te puedo decir exactamente qué significa, pero sé de dónde viene». Lo cual no deja de agradecerse. «El disco acaba de salir en todas las plataformas», sentencia finalmente Márquez «y estamos ahora a la expectativa de conciertos y festivales. Los dos temas ya publicados antes; Qué te puedo dar y El Límite han tenido una acogida fantástica, esperemos que sea así con todo el disco» Con suerte, el grupo hará honor a su nombre e irá, valga la redundancia, como una flecha hacia el éxito.