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Cultura

Rocío Márquez y Bronquio: la revelación flamenca del año

La cantaora onubense y el DJ jerezano promocionan uno de los discos del año, ‘Tercer cielo’, que mezcla la poesía, el flamenco y la música electrónica

Rocío Márquez y Bronquio: la revelación flamenca del año

Márquez y Bronquio | Lhaura Rain

Tercer cielo de Rocío Márquez y Bronquio se estrenó el pasado mes de mayo, lanzado por el sello Universal Music. Desde entonces, diversos críticos del panorama musical lo han calificado como «uno de los discos del año», llegándolo a comparar con el famoso Omega de Enrique Morente y Lagartija Nick. En este álbum, ambos artistas juegan a experimentar con el flamenco y la electrónica. Logran una peculiar fusión que, conservando el purismo de los palos, transita influencias tan dispares como los cantaores Manolo Caracol y Manuel Vallejo, dos de nuestros máximos exponentes dentro del flamenco, y los productores Arca y Flume, inmersos en la electrónica y de corte tan experimental.

Bronquio, DJ jerezano de tradición punk-hardcore, ya había sampleado con anterioridad al dúo Lole y Manuel en su canción «Niño». Rocío Márquez, la voz de este disco, lleva el flamenco en las venas: la artista onubense comenzó a cantar siendo niña, ganó la prestigiosa Lámpara Minera en 2008, y, años más tarde, se doctoró con una tesis sobre técnica vocal. Aparte del disco, también ha publicado recientemente «Nana a medias», una canción para la banda sonora del nuevo documental Pico Reja, escrita junto al autor Antonio Manuel y acompañada de Javier Prieto a la percusión. Antes de Tercer cielo, la cantaora trabajó en distintos proyectos, uno de ellos junto al prestigioso productor Raül Refree, Firmamento (2017), un disco flamenco sin guitarra flamenca en el que se vale de otros instrumentos como el saxofón y la batería.

Disco ‘Tercer cielo’

Tras ganar la Lámpara Minera, Rocío Márquez reconoce que pasó por un año de estancamiento, repitiendo los mismos cantes casi de forma automática. Por eso Tercer cielo, alejado del flamenco más ortodoxo, es un canto a la libertad, una idea a la que se alude de forma continua a lo largo del disco. En el programa Duendeando de Radio 3, concibe su estructura como la de una serpiente: «El primer tema, la cabeza, digamos que es una introducción; el último es la cola, y en medio encontramos cuatro cuerpos entrelazados por transiciones». Así se conforma un álbum de 17 pistas, con tres transiciones por seguiriyas llamadas «La piel», que combinan versos del poema «Por recoger tus huellas», de Luis García Montero.

La literatura, y en concreto la poesía, funciona como un hilo conductor a lo largo de todo el disco, que también involucra a la escritora y poeta Carmen Camacho, que ha ayudado con la composición y adaptación de las letras. También se ha experimentado con los escritos de otros autores: el disco se abre con «Paraíso. Cuántos cuerpos por venir», una canción milonga que recoge unos versos del «Denso, denso» de Miguel de Unamuno («Cuanto más denso más blanco, si es pensamiento»). El segundo tema del disco, «Exprimelimones», recupera frases de la conferencia Juego y teoría del duende de Lorca («El duende exprime limones de madrugada […]. Las artes y los países tienen ángel, musa y duende»), acompañadas de originales sonidos de zapateados flamencos pasados por sintetizadores. Las bulerías «Mmmm», además, adaptan el Tarde te amé de Las confesiones de San Agustín, combinadas con el verso «Toda ciencia trascendiendo» de San Juan de la Cruz, que ayudan a dar un toque místico al álbum.

Márquez y Bronquio | Lhaura Rain

Si nos centramos en un plano más musical, tan pronto encontramos un guiño a Smash y Las Grecas en el garrotín «Un ala rota», como un techno mezclado con palmas y voces distorsionadas en ‘El corte más limpio‘, el tema más puramente electrónico del disco, que podría sonar en cualquier rave de festival. También encontramos referencias a los cantaores Manolo Caracol —en la canción por soleá «Prefiero la muerte»— y Antonio Mairena —con la toná «La Marca», que cierra el disco con su profundo verso «Qué grande es la libertad». 

Así se conforma este álbum multisensorial en el que la voz se va diluyendo, poco a poco, con el resto de los instrumentos, con sus distintas capas y facetas, formando parte de un «todo» unificado junto a esos ritmos de la electrónica, mezclando las referencias cultas con las populares, yendo de los cantes originados en el campesinado rural —como los verdiales «Niña de sangre»— a la rave moderna en los temas más festivos. Una de las facetas más originales del disco es, sin duda, su capacidad para integrar sonidos analógicos del flamenco, como palmas y zapateados, y pasarlos por sintetizadores hasta convertirse en prácticamente irreconocibles, distorsionándose junto a las voces. 

Tampoco se debe olvidar la dimensión de este disco desde el punto de vista del directo, que tiene sus próximos conciertos en Cádiz, Valencia, Gijón y Sevilla. Una rave flamenca en la que se aúnan, mediante una puesta en escena sencilla, la música, el baile y la performance, buscando el engrandecimiento del disco desde el punto de vista de la imagen y creando, mediante el ambiente, ese universo característico de Tercer cielo que, en palabras del propio Bronquio, se alcanza «cuando te da igual todo y empiezas a jugar».

El álbum, como ya hemos mencionado, termina con «La Marca», una canción toná con aires de pregón al principio, que cierra esa estructura de «serpiente» y que, además, hace un guiño a la primera canción del disco: «Aquel que se va, va diciendo en el silencio ‘Qué grande es la libertad’». Así, esa serpiente se cierra, se muerde la cola, remitiendo a la naturaleza cíclica de las cosas y a esa idea de renovación tan presente en el aguilando «Droga Cara», la que mejor guarda el espíritu del disco, terminando con un contundente «Quiero ser quien soy de nuevas, voy a parirme a mí misma» por parte de Márquez. Un espíritu que parte desde el flamenco y que también guarda Omega —y la obra de Val del Omar, pionero en experimentar con el flamenco y la electrónica—. Esta tendencia, a su vez, es desarrollada por diversos artistas del panorama actual como El Niño de Elche, Baiuca, Califato ¾, Rodrigo Cuevas, Boyanka Kostova y Derby Motoreta’s Burrito Kachimba, que adaptan la música popular a los nuevos ritmos, a su vez cercanos y lejanos a la tradición, y que abren una puerta entre la reivindicación del folclore español y las capacidades de experimentación que ofrecen los nuevos recursos musicales.

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