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Cultura

Rosario 'La Tremendita', la voz flamenca indómita y libre

La cantaora sevillana lanza un proyecto dividido en dos discos en los que mezcla la tradición del cante jondo con diferentes géneros musicales como el jazz o el funk

Rosario ‘La Tremendita’,  la voz flamenca indómita y libre

Rosario 'La Tremendita' en SUMA Teatros del Canal. | Pablo Lorente

Botas de cuero, traje negro de chaqueta y unos enormes pendientes triangulares acompañan esa inconfundible melena que se apelotona en el lado izquierdo y deja al descubierto un rapado hemisferio craneal. Atuendo que se altera al rato por una camisa sin mangas y un pantalón bombacho, justo cuando se abre el escenario y de la mesa tabernaria donde se arremolinan los acordes surge una banda con batería, teclados y bajo. Rosario Guerrero, más conocida como ‘La Tremendita‘, ejecuta con esta dualidad de estilos su «viaje por el cante con distintos registros sonoros». Un trayecto que lleva décadas recorriendo y que ahora se presenta como el sólido armazón de toda una vida dedicada al flamenco.

Porque esta artista, nacida en Sevilla hace 38 años, acaba de culminar un doble disco donde se manifiesta su versatilidad, su amor por el pasado del género y sus inquietudes sobre su contemporaneidad. Con razón lo ha llamado Tremenda. Origen y principio y lo ha dividido en dos álbumes: uno más clásico y otro más vanguardista. Su voz, en ambos casos, sobresale como un torrente por encima de las palmas, la percusión o incluso la guitarra que mece mientras deconstruye colombianas o seguiriyas. «Me gusta crear un diálogo con otras disciplinas y enriquecerlas. Al final, lo que tenemos que aportar a la música es nuestra personalidad. Y Tremendita solo hay una», explica a THE OBJECTIVE después de haber puesto a un patio lleno en pie en la SUMA Flamenca de Madrid, que se celebra del 18 de octubre al 6 de noviembre.

«Me asombra que haya que resaltar la vida sexual y no lo que alguien tenga que aportar al mundo»

Rosario La Tremendita

Su propuesta viene de cuna. Criada en Triana, barrio donde aún reside y al que menciona a menudo por su carácter o su influencia, asegura que el periplo ha sido «muy orgánico» desde que debutara con A tiempo, en 2010. «Mi casa era muy libre. Predominaba una base tradicional, pero todos los mundos se relacionaban y no eran excluyentes», confiesa la artista, hija del cantaor José Tremendo y curtida desde pequeña en festivales o en juergas familiares. El camino desde esa Rosario Guerrero volcada en el flamenco, catalogada como «promesa del cante jondo», y esa Tremendita capaz de mezclar jazz o funk no ha tenido «nada de impostado», según expone. Y en la actualidad, incide, las dos figuras son la misma.

Rosario La Tremendita en SUMA Teatros del Canal | Pablo Lorente

No fue siempre así. Hasta hace no tanto, subía cabreada al escenario. «Me lo tomaba con muchos nervios. Ahora sé que arriba se está para pasarlo bien, para reírse», cavila, señalando una marca perpetua que «sufre» en la frente debido a aquella época de enfado. Con esa tensión arrastrada desde la adolescencia lanzó Fatum, en 2013, o Delirium Tremens, en 2018, nominados a mejor álbum flamenco en los premios Grammy y avalados por diferentes reconocimientos en el Cante de las Minas o la Bienal de Sevilla. Desde entonces se propuso este experimento, con una nueva imagen y huyendo de etiquetas. «No me gusta que se me encasille en una corriente. Creo que hay mucha gente maravillosa, con mucho talento, pero no siento que pertenezca a ningún grupo», indica cuando se la compara con nombres como Niño de Elche, María Peláe o María José Llergo.

A ella le inspiran esos colegas de profesión y otros mitos del gremio como La Niña de los Peines o Lola Flores, pero también la garra de Patti Smith, la textura de David Bowie o incluso los sonidos electrónicos de Daft Punk. «Hago lo que me apetece en cada momento. Ni por el mundo ni por la moda. Lo que busco es emocionarme. Mi único impulso es meterme en el estudio y disfrutar. Y cada disco lo vivo con miedo. Es como si me vaciara y tuviera que volver a llenarme. Es bastante ‘heavy metal’ », describe ‘La Tremendita’, para quien ese «tajo» que le esquilmó media cabellera es también una declaración de intenciones: «Lógicamente, es aspecto físico es un reflejo con lo que te pasa en el interior. Vengo de un mundo con muchas reglas y muchos prejuicios, empezando por mí misma, y así es cómo me he ido quitando capas y ganando libertad», asiente ‘La Tremendita’, que empieza y termina su espectáculo con la canción que condensa ese mantra: «Oye mi voz, que ya no calla». 

Una voz indómita que, como su apariencia o su arte, combina dos niveles. En el externo va ganando terreno tanto el gremio como en entornos menos acotados. Y dentro de su cabeza se mantiene a raya gracias a la terapia. La voz flamenca nunca se ha cortado a la hora de hablar de la salud mental, hasta ahora algo tabú, o de su orientación sexual. Arranca titulares diciendo que «es mujer, paya y lesbiana» o que visita a semanalmente a su psicóloga. «Es que lo he vivido de manera muy normal. Igual que vas al gimnasio o a clases de danza, vas a la consulta. Y no solo por arreglarme, sino por no dar por culo a los demás», reflexiona, «Nos iría mejor si todos nos tratáramos; habría mucha más empatía y menos frustraciones».

La Tremendita también está cansada de que sigan llamando la atención sus declaraciones sobre rasgos individuales que no tienen que ver con la música. «Me asombra que haya que resaltar la vida sexual y no lo que alguien tenga que aportar al mundo», esgrime, tachando a la sociedad española de «alcahueta». «Aquí funciona el entretenimiento a base de cotilleo, el ‘reality’ de ver quién se acuesta con quién y no si se es científico ambiental», protesta, ajena ya a la polvareda que pueden provocar sus palabras y pendiente de que el círculo que ha cerrado con Principio y origen llegue al público. «Ha sido como tener mellizos. Un proyecto de ida y vuelta muy interesante, lleno de enriquecimiento», sopesa, centrada en mostrarlo, ya sea enfundada en una americana o en un peto holgado: «Quiero ver por dónde respira mi cuerpo y seguir ilusionándome. No tengo ni idea de hacia dónde me dirijo. Y lo mejor: no quiero saberlo».

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