Nazareth Castellanos: «Meditar fortalece áreas muy importantes del cerebro»
La popular neurocientífica española nos descubre los retos más sorprendentes y motivadores de su disciplina, plasmados en el libro ‘Neurociencia del cuerpo’
Desde la noche de los tiempos, los sabios se han preguntado por las claves de la consciencia. Sintiéndose heredera de ese antiquísimo legado, Nazareth Castellanos, licenciada en Física teórica y doctora en Medicina, ha combinado el conocimiento de los humanistas del pasado con los últimos hallazgos de la neurociencia. Como directora de investigación del laboratorio Nirakara y de la Cátedra Extraordinaria de Mindfulness y Ciencias Cognitivas de la Universidad Complutense de Madrid, Castellanos explora los vínculos entre la dinámica neuronal y la actividad cardiaca, gástrica y respiratoria.
Esa búsqueda la llevó a escribir un libro de gran éxito, El espejo del cerebro (La Huerta Grande). Ahora regresa con otro ensayo en el que vuelve a estudiar la neuroanatomía con una fascinante apertura de miras. Aunque Neurociencia del cuerpo (Kairós) tiene asegurada la atención de los lectores que se interesan por la medicina y el desarrollo personal, su autora hace hincapié en dos conceptos que atraerán a un público mucho más amplio. Por un lado, describe con detalle una perspectiva integral del cerebro y el cuerpo humano. Por otro, subraya la necesidad de recuperar una visión humanista de la medicina. «Es verdad que ciencias y humanidades están completamente separadas, al menos en el mundo científico-técnico, en el que yo me he movido tanto», explica a THE OBJECTIVE. «Ahí creo que debo mucho a mi familia, que es muy humanista. Para mí, era muy natural que se hablase de astronomía o de filosofía en casa. Me parece completamente lógico que esos saberes confluyan y, de hecho, no debería existir separación entre ellos».
El antecedente más claro de esta dimensión humanística de la medicina es, justamente, el padre de la neurociencia, Santiago Ramón y Cajal. «Él siempre ha sido una referencia», reconoce. «Representa algo que yo intentaba recuperar y que creo que hemos perdido: ese genio de la ciencia que se rodea de pintores y de poetas, y que se expresa con un lenguaje muy metafórico. Mi idea ha sido invitar a la comunidad científica a poder expresarse también de esa forma. No digo en los artículos académicos, pero sí en el en el día a día o en otros medios de expresión».
En Neurociencia del cuerpo, Castellanos cita dos conclusiones de Cajal acerca de la dinámica neuronal. En primer lugar, el hecho de que la neurona no es lo importante, sino su capacidad de dar y recibir ‒en otras palabras, la interacción eléctrica y química que se establece entre ellas‒. Y lo realmente importante: la posibilidad de que todos, si nos lo proponemos, podamos ser escultores de nuestro propio cerebro. «Cajal presentó un concepto que fue visionario en aquella época y que después se demostró», añade Castellanos. «Él hablaba de la plasticidad neuronal. Entendía que el cerebro es un sistema formado por neuronas y que, por tanto, dada la conexión que hay entre ellas, es muy flexible y moldeable. Fue un pionero porque los experimentos de su época todavía no permitían asegurar aquello. Cuando ya se ha empezado a comprobar, los resultados nos llevan al problema de la vinculación entre mente y cuerpo. Ambos son caras de la misma moneda. Por ejemplo, capacidades como la voluntad o la anticipación tienen que tener un correlato neuronal. De igual modo, estar todo el día enfadado y estresado no puede salir gratis en lo que se refiere a la salud corporal».
«La meditación nos habla de un proceso sumamente importante: el control voluntario de la atención»
Nazareth Castellanos
El anterior libro de Nazareth Castellanos, El espejo del cerebro, examinaba una práctica que nos permite adueñarnos de nuestro cuerpo y armonizar nuestra comunicación neuronal: la meditación. Le pregunto acerca de las evidencias científicas del mindfulness. «La neurociencia de la meditación surge en el año 1973 en la Universidad de Harvard», responde. «Es verdad que al principio pasó un poco desapercibida, pero en los últimos años ha cobrado muchísimo interés, entre otras cosas porque un porcentaje cada vez más elevado de la población la practica y hay un interés social en ella. Por otra parte, de cara a la comunidad científica, se ha visto que la meditación nos habla de un proceso sumamente importante: el control voluntario de la atención. Este era uno de los grandes dilemas de la psicología, ya desde los tiempos de William James, e independientemente de las tradiciones contemplativas. Para la ciencia es muy importante saber qué pasa cuando nosotros prestamos atención a algo, porque prestar atención es un proceso que se nos escapa. Esa lucha entre lo voluntario y lo involuntario tiene una trascendencia enorme, y la meditación ofrece un escenario donde todo eso se evidencia. Desde hace alrededor de doce años, disponemos de numerosos artículos científicos en revistas muy sólidas, como Nature o Cerebral Cortex, que muestran cómo evoluciona el cerebro cuando practicamos la meditación de forma regular. Harvard sigue siendo la universidad que lidera estas investigaciones, pero hay otros centros muy prestigiosos que siguen esta línea de trabajo. Se ha visto que meditar fortalece áreas muy importantes del cerebro. Asimismo, el envejecimiento de ciertas áreas también se retrasa».
Aunque una de las ideas que guía Neurociencia del cuerpo es la necesidad de llevar una vida armónica, lo cierto es que nuestra existencia cotidiana parece ir en la dirección contraria. Le planteo a Nazareth Castellanos los posibles efectos negativos de una sociedad frenética, bombardeada por innumerables estímulos digitales. «Las nuevas generaciones se enfrentan a un reto diferente al nuestro», dice. «Pero no creo que esta época sea ni mejor ni peor. No apoyo las teorías catastrofistas sobre el ser humano. Como las distracciones están ahora muy presentes en nuestra vida, quizá por eso también surge esa necesidad de desarrollar el control de la atención. La recuperación de la intimidad es otro concepto que me encanta y que se estudia mucho ahora en la filosofía. A este asunto le dedicó un libro maravilloso Josep María Esquirol, catedrático en la Universidad de Barcelona. La intimidad es ese espacio que uno conserva para sí mismo, y como todo ahora es rápido y estimulante, también surge la necesidad del recogimiento íntimo. Cada vez hay más centros educativos que hacen estas prácticas de control de la atención. Frente a tantas novedades tecnológicas, somos como un niño con un juguete nuevo, pero confío en que desarrollaremos estrategias para adaptarnos a esta nueva circunstancia».
«Los niveles tan altos de ansiedad que experimentamos a lo mejor no se deben solo a una cuestión de conducta, sino a los productos que comemos»
Nazareth Castellanos
A lo largo del libro, resulta evidente el modo en que interactúan el cerebro, el corazón y el intestino. El influjo de nuestros hábitos en esa consonancia entre diversos órganos es el objeto de estudio de una nueva rama científica, la medicina del estilo de vida. «El concepto de la medicina del estilo de vida se genera en Estados Unidos», explica Castellanos. «Estamos pasando de una medicina curativa a una preventiva. Lo que nosotros vemos en los laboratorios ‒esa influencia que tiene el organismo sobre el cerebro‒ tiene un eco inmediato en esta disciplina, porque de nada nos vale saber que el intestino influye sobre el cerebro si no nos da pistas de qué tenemos que hacer en nuestro día a día. Me di cuenta de que estos hallazgos no los podía entender alguien que no estuviera metido en el mundo científico. Era imprescindible un trabajo divulgativo. Por el momento, hay tres ejes identificados que son los más importantes: la influencia del intestino sobre el cerebro, la influencia de la respiración sobre el cerebro y la influencia del corazón sobre el cerebro. Antes de hablar contigo, estaba leyendo un artículo publicado hace dos semanas sobre cómo la dieta impacta en las conexiones que se producen entre las neuronas. Dietas pobres, basadas en la comida basura que todos conocemos, dificultan los procesos neuronales y, por tanto, el aprendizaje. También hacen que seamos mucho más propensos a tener ansiedad y estrés. Se trata de un conocimiento que me parece valiosísimo, que ya empieza a calar a nivel social y que también debería ser atendido por las grandes organizaciones. La comida basura está por doquier. En este sentido, los niveles tan altos de ansiedad que experimentamos a lo mejor no se deben solo a una cuestión de conducta, sino a los productos que comemos».
A estas alturas, ya no hay duda de la relevancia que tienen la dieta, la calidad del sueño o el ejercicio y la postura corporal en una vida saludable, pero pregunto a Castellanos por otro hábito menos llamativo: el cultivo del conocimiento. ¿Existen pruebas científicas de sus beneficios a largo plazo? «Por supuesto», responde ella. «Al hecho de mantenernos intelectualmente activos se le llama la reserva cognitiva. En el laboratorio, estudiamos el impacto que tiene en personas con alta probabilidad de padecer enfermedades neurodegenerativas, como el Alzheimer. Esta reserva genera una barrera protectora, que no impide la aparición de la enfermedad, pero sí que produce una evolución que es diferente. En este sentido, el envejecimiento no tiene por qué ser patológico. Puede ser sano y la reserva cognitiva es uno de nuestros grandes protectores. Por otra parte, hay un concepto que me parece maravilloso, y que lo ves sobre todo en las personas cuando ya se jubilan. Me refiero al hecho de mantener la curiosidad. Hay muchos estudios que lo demuestran. Mantener la curiosidad, a lo largo de toda la vida, mejora el sistema inmune, está relacionado con una mejor salud cardiovascular y mejora la plasticidad del cerebro».