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Salud mental y neurociencia: un recorrido por la historia y el futuro de la mente

La posibilidad de pasar nuestro cerebro a un ordenador parece cada vez menos de ciencia ficción, pero aún queda mucho por conocer sobre el funcionamiento neuronal

Salud mental y neurociencia: un recorrido por la historia y el futuro de la mente

En la séptima década del siglo XXI, las cuatro estaciones (primavera, verano, otoño e invierno) han dejado de existir como tal y la fauna y flora del mundo ha perecido de golpe. La Humanidad, mientras tanto, comercializa, como quien vende seguros, con el negocio de la inmortalidad traspasando la mente a un sistema. Si la premisa distópica se cumple, el «yo» del que hablaba Sigmund Freud se verá sometido a cambios de todo tipo sin haberse quedado antes a solas consigo mismo.

Portadores de estrés

«El estrés es una relación valorativa que realizamos entre lo que la situación requiere de nosotros y los recursos que tenemos disponibles para resolver adecuadamente», explica a THE OBJECTIVE la psicóloga Ana Varela, autora de El estrés, aliado del cambio (La Huerta Grande, 2022). Esta relación de la que habla es una especie de «contabilidad entre dificultades percibidas en la situación y capacidades y habilidades con las que contamos para afrontarla». Si la valoración sale negativa, si se percibe que no hay capacidad de resolución, y la situación se mantiene, es cuando un individuo puede comenzar a sentirse estresado. «Y no todos nos estresamos ante las mismas situaciones», matiza Varela, «depende de los recursos que tengamos desarrollados». Exceptuando situaciones críticas, se refiere a las situaciones cotidianas.

¿Es malo el estrés? Nazareth Castellanos, licenciada en Física Teórica y doctora en Neurociencia por la Facultad de Medicina de la Universidad Autónoma de Madrid, declara a THE OBJECTIVE que el estrés es malo dependiendo de la proporción. «El estrés es la capacidad que tiene nuestro cuerpo de adaptarse a una situación un poco más adversa. Favorece la creativad y la inteligencia tremendamente». Pero cree que la gente, por haberse acostumbrado a que con estrés funciona mejor, tiran de él, pero es entonces cuando el estrés se convierte en crónico y en algo dañino. «El estrés no es lo que te mata, es tu reacción a él», diría Hans Selye, el llamado «padre del estrés». Nazareth continúa su desarrollo: «Pienso que hemos perdido mucha capacidad de esfuerzo, de mantenernos en el día a día, entonces dejamos todo para el último momento porque creemos que con el estrés nos va a salir esa parte más productiva. Pero es letal».

Estrés y agotamiento
El estrés es uno de los principales problemas de las sociedades actuales.

El doctorado en Filosofía y el Premio Extraordinario de Doctorado por la Universidad Ramon Llull en el año 2011, Marc Pepiol, citaba en Freud. Un viaje a las profundidades (Shackleton Books, 2019) el breve texto de 1916-1917 de Sigmund Freud Una dificultad del psicoanálisis: «No estás poseído por nada ajeno; es una parte de tu propia vida anímica la que se ha sustraído de tu conocimiento y del imperio de tu voluntad. Por eso tu defensa es tan endeble; luchas con una parte de tu fuerza contra la otra parte, no puedes reunir tu fuerza íntegra como si combatieras a un enemigo externo. Y la que de ese modo ha entrado en oposición contigo y se ha vuelto independiente de ti ni siquiera es la peor parte o la menos importante de tus fuerzas anímicas. Me veo obligado a decir que la culpa reside en ti mismo».

En la película Cándida, de Guillermo Fesser, el personaje de Julián (Víctor Monigote) dice: «Quiero advertir al mundo que aunque no padezco estrés, soy portador». «Todos, teóricamente, somos portadores de estrés, porque somos capaces de cambiar; es una de nuestras grandes capacidades humanas, aprender y cambiar», añade Ana Varela, también con estudios de Antropología. Opina que el estrés avisa de cambio necesario. Pero todo cambio debe ser analizado previamente de forma consciente y realista. «Se trata de, en lugar de comportarnos por impulsos y de forma automática, realizar un proceso de análisis consciente de posibilidades reales». Calmar la mente y analizar.

El estrés es un informador, sin olvidar que descifrar su información requiere conocerse, o contar con profesionales que ayuden en el recorrido del cambio, de ese aprendizaje. El estrés es una alarma que, al apagarla, se pierde información. En las primeras fases, si se deja avanzar al estrés,  la persona frena al final por agotamiento. Sabiendo esto, ¿por qué no se aprende a frenar al comienzo? Responde Ana Varela: «Porque frenar, analizar y tomarse un tiempo se vive como un desperdicio, y nos hace sentirnos culpables, de esta forma no aprendemos, no conocemos y al final frenamos agotados«.

No saber estar en casa

En la actual cultura del cambio rápido, aprender es una necesidad casi de supervivencia, lo que resulta imprescindible si lo que se pretende es desarrollo e innovación. La incertidumbre es alta. A nivel laboral, se plantean algunas cuestiones como por ejemplo cuántos trabajos tuvieron las generaciones pasadas en su vida y cuántos se tienen hoy día. Varela apela a la necesidad de adaptación continua a nuevas situaciones, a nuevas incertidumbres, a traslados, cambios de relaciones… Tras la aclaración, surge otro interrogante: ¿existen recursos y aprendizajes para resolver tantos cambios sin desequilibrarse? Si tal es la realidad actual, Ana pide ayudar entonces a las personas en estas rápidas adaptaciones para reducir sufrimiento o agotamiento. Y, desde luego, normalizándolo.

Uno de cada cinco españoles sufre algún problema de salud mental: ansiedad, depresión o déficit de atención. El 25,9% de la población mayor de 65 años admite haber consumido tranquilizantes, siendo el porcentaje más alto por encima del resto de edades. Según los datos del último informe de la Junta Internacional de Fiscalización de Estupefacientes (J.I.F.E.), la población española es la que más benzodiacepinas (Orfidal) y ansiolíticos consume en el mundo. Una situación «especialmente preocupante» para los Médicos Internos Residentes de la Sociedad Española de Médicos Generales y de Familia (S.E.M.G.).

Revisando los últimos datos desglosados por edad del Ministerio de Sanidad, que corresponden al 2017, como recoge THE OBJECTIVE, la tendencia no ha variado y se destaca que un 25,9% de la población mayor de 65 años ha consumido tranquilizantes, relajantes o pastillas para dormir, mientras que un 10,4% de ellos tomó antidepresivos. Una cifra mucho más superior que si solo se tiene en cuenta a la población en general, a partir de los 15 años, donde baja al 12,5% el grupo de personas que tomó tranquilizantes, relajantes o pastillas para dormir. Nazareth Castellanos, que recientemente ha publicado El espejo del cerebro (La Huerta Grande, 2022), denuncia que la salud mental, en la medicina, ha sido un tema tabú. «Pero, además de eso, hay un gran desconocimiento de uno mismo», puntualiza. Castellanos ha observado en sus estudios la falta de no contemplarse; a nivel del cuerpo, el dolor se identificamos rápidamente, pero pocos se paran para hacer esa reflexión. «Por tanto, cuando la sintomatología ya es muy evidente, a lo mejor ya estamos en un estado en el que nos cuesta mucho ir hacia atrás. Necesitamos terapias, enfoques farmacológicos, intervenciones…».

¿Por dónde habría que empezar para solucionar este asunto? La respuesta de Ana Varela es directa y termina con una reflexión: «Si tenemos sanidad pública para el cuerpo, con múltiples especialistas, la pregunta es ‘¿Por qué no para la mente?'». Denuncia la psicóloga este agravio a no haber sido considerada de igual importancia la materia, siendo un tema secundario y sin especializar, tal y como afirma la experta, que advierte de la llegada de una era más intangible, de conocimiento, creatividad y realidad virtual, y piensa que quizá sea el momento de empezar a conocer, con mayor profundidad, el funcionamiento de la mente y su desarrollo como proceso, en lugar de asumirla como producto finalizado en la edad adulta: «Avanza el conocimiento, avanza la especialización profesional». «El problema de la humanidad es que no sabe estar en casa», venía a decir Blaise Pascal. Tras la cita, Nazareth Castellanos recalca que las personas, entre las que se incluye, no saben estar a solas: «Nos abruma no tener control sobre nuestros pensamientos y sensaciones, no estamos acostumbrados y nos ponemos muy nerviosos. Estar con nosotros significa observarnos, contemplarnos… Solo así podemos conocernos».

De aquí a la eternidad

La Humanidad conoce un 5% (o menos) del Universo, un 5% de los océanos y alrededor de un 10% del funcionamiento de la mente. Y ahora, con el desarrollo y evolución de la inteligencia artificial, quién sabe cuánto más estará por descubrir. «Está bien intervenir en inteligencia artificial, pero mucho más en inteligencia natural», asevera Nazareth. «Normalmente, lo que llama más la atención son los avances en inteligencia artificial, pero el gran reto es que saquemos lo mejor de nosotros mismos». Aunque antes, ¿en qué debería avanzar la propia mente tal y como se la conoce, en concreto con el propio autoconocimiento?

«Este afán de ganar terreno que tenemos, que nos ha hecho llegar muy lejos, como curar enfermedades y tener antibióticos, en lo que respecta a mirarse hacia adentro no ha sido así», aporta a THE OBJECTIVE Teresa Colom, licenciada en Ciencias Económicas por la Universidad Pompeu Fabra. «Si nos entendemos más a nosotros, entenderemos más a la persona con la que estamos hablando. Seguramente estaremos mucho más preparados para utilizar nuestro cerebro y arreglar situaciones en todo el mundo». Colom plantea en su reciente obra, Consciencia (La Huerta Grande, 2021), la muerte de las cuatro estaciones, concentrando la siguiente idea: «ante un caos inminente que pusiese en jaque el poder de todo el mundo, solo una coordinación de todo el mundo a nivel global puede ayudar a resolver este problema».

En el año 2037, las cuatro estaciones del año desaparecieron para siempre. A partir del 2025, los meteorólogos solo hablaban de la «estación solar larga de climatología variable» y de la «estación solar corta de climatología variable». El 3 de febrero del año 2037, la flora y los animales del planeta murieron de un día para otro. Algunas décadas después, en el 2061, la Racionalidad Liberada permitió que las mentes traspasadas a una computadora se pudieran instalar con éxito dentro de un sistema. Entonces, se empezó a comercializar el servicio de vida de continuación. «Para las vidas de continuación, el concepto de espera no existía», escribe Teresa Colom al comienzo del capítulo El oligopolio (2061-2065). «Las leyes van siempre detrás de la tecnología. La ley regula cuando el problema ya está y la tecnología va demasiado rápido. Cuando este oligopolio va refinando el producto y los cerebros pasan a computadoras para que tengan actividad, hacen firmar un contrato con muchísimas cláusulas«.

¿Habrá seres inmortales o seres eternos? «Cuando el ser humano, en sus mismas creencias, tiende a incorporar la idea del alma, de una parte nuestra que permanecerá (no sabemos cómo ni dónde), la necesidad es de eternidad», continúa Colom. Igual perdiendo la consciencia de lo que representa ser un humano se acaba buscando la inmortalidad, pero Teresa cree que ahí está la trampa: «Un tema es nuestra necesidad humana de sentir que igual no todo acaba en el mundo que conocemos, que iría más ligado a un sentido, a una eternidad… Y el otro tema, es una ambición que creo que nos está confundiendo mucho y la tecnología que hace que esta avaricia de no acabarnos se alimente. En nuestra esencia humana, lo que el Hombre siempre ha necesitado tener cerca o a su alcance ha sido la posibilidad de la eternidad, pensar que no ha acabado».

Sin límites

En la película Limitless, el personaje de Eddie Morra (Bradley Cooper) decía que había «momentos en que sabes que has cruzado un puente, que tu antigua vida ha acabado». Teresa Colom concluye que en el momento en el que uno decide alterar o pagar el precio que sea para seguir siendo inmortal, habrá cruzado el puente. 

Ana Varela, desde la incertidumbre, solo puede imaginar que lo que ya hay son dos realidades paralelas: la física y la virtual: «Está claro que para mucha gente esta nueva complejidad puede generar estrés por percibir una alta incertidumbre y no tenerla bajo control. Es una situación nueva que todavía no comprendemos y carecemos de recursos para saber cómo podemos manejarnos en ella». El objetivo, bajo su punto de vista, se basaría en reducir la indefensión de las personas e incrementar sus fortalezas y capacidades si lo que se quiere es una sociedad inteligente y basada en el respeto humano. «Somos organismos inteligentes, pero necesitamos un contexto, un marco y una estructura relacional adecuada que permita desarrollar la inteligencia en lugar de castigarla».

Neurociencia del enamoramiento... y de otras adicciones 1
Imagen: Robina Weermeijer | Unsplash

Para concluir, Nazareth Castellanos cree, como la neuroanatomía también lo dice, que primero responde el cuerpo y después la mente consciente, que es el último baño. La información, aunque parezca que se produce de manera instantánea, no lo hace; necesita un tiempo para procesarla. «En las primeras estaciones del proceso de información, el cuerpo la notifica, pero la mente consciente todavía no la ha procesado; somos conscientes solo de aquella información que procesa la corteza cerebral, que es la capa superficial del cerebro y por tanto es la última estación». En ese recorrido interno, el cuerpo se ha dado cuenta de lo que la mente consciente todavía no.

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