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Los expertos alertan del excesivo consumo de tranquilizantes en los mayores de 65 años

Según los últimos datos, un 25,9% de la población de esta edad ha consumido medicamentos de este tipo, un porcentaje superior al del resto de grupos

Los expertos alertan del excesivo consumo de tranquilizantes en los mayores de 65 años

Una pareja de ancianos a su llegada a un Centro de Salud en Galicia. | Rosa Veiga (Europa Press)

La población española es la que más benzodiacepinas y ansiolíticos consume del mundo, según el último informe de la Junta Internacional de Fiscalización de Estupefacientes (JIFE). Una situación que es especialmente preocupante en la población mayor de 65 años, según señala un estudio que ha obtenido el premio a la mejor comunicación de Médicos Internos Residentes de la Sociedad Española de Médicos Generales y de Familia (SEMG).

Los autores del estudio comprobaron que la población de esta edad consume estos medicamentos tranquilizantes «en un porcentaje elevado, siendo más susceptibles de los efectos adversos». 

Un estudio que corrobora que la situación no ha cambiado desde los últimos datos desglosados por edad del Ministerio de Sanidad, que corresponden al año 2017 y destacan que un 25,9% de la población mayor de 65 años ha consumido tranquilizantes, relajantes o pastillas para dormir y un 10,4% de ellos tomó antidepresivos. 

Un porcentaje mucho más elevado que si solo se tiene en cuenta a la población en general, a partir de los 15 años, donde desciende al 12,5% el grupo de personas que tomó tranquilizantes, relajantes o pastillas para dormir. 

Unas cifras que, según apunta en declaraciones a THE OBJECTIVE Antonio Torres, responsable del grupo de trabajo de salud mental de la SEMG, han aumentado desde el inicio de la pandemia, aunque todavía no se sepa cuánto con exactitud. Según la última encuesta realizada por Ipsos, World Health Monitor 2022, ya son una de cada cinco personas las que han tomado medicación para el estrés o la depresión en el último año.

Los motivos más frecuentes para prescribir estos medicamentos son la ansiedad y el insomnio, con un 51,3% y un 51,9% de los casos, respectivamente, seguidos de la depresión, con un 36,1% y la agitación, con un 7,2%, según los resultados del estudio. Solo un 14,4% de las recetas de este tipo son por motivos no registrados. 

En cuanto a la edad, dentro de este grupo de población no se aprecian diferencias, ya que al dividirlo por grupos, los autores señalan que un 50,5% de las prescripciones es en pacientes de entre 65 y 75 años y un 49,5% en los mayores de esta edad. 

Sí hay diferencias entre sexos, con las mujeres con un número mucho más elevado de prescripciones, puesto que un 72,1% de ellas son para este grupo. 

Adicción y mayores efectos secundarios 

«El consumo excesivo en población mayor, unido al uso sin el control por parte del médico, conlleva riesgos derivados de sus efectos secundarios como sedación, mareo, somnolencia o caídas, entre otros, que pueden empeorar la situación basal de los ancianos, perjudicando su calidad de vida y aumentando su morbilidad», dice la doctora Cayetana De Miguel de Juanes, una de las autoras del estudio.

Y es que los efectos secundarios que este tipo de medicamentos pueden tener de forma habitual afectan más aún a las personas de esta edad. «En las personas mayores tiene un efecto multiplicado, porque es un efecto sobre órganos ya cansados, digamos ya que con sus pequeñas deficiencias, personas que además tienen un determinado tipo de enfermedades, que toman además unos medicamentos que pueden potenciar estos efectos secundarios», explica a Antonio Torres. 

Esto deriva en conflictos «a corto y a largo plazo», señala el especialista, como por ejemplo, el importante número de accidentes domésticos de personas mayores de 65 años detrás de los que se encuentra la toma de estos medicamentos. Esta cifra varía según el estudio consultado, pero supera el 20% en todos los casos y en algunos lo cifran incluso en cerca del 60%. 

El problema, apuntan los expertos, es convencer a estas personas de que dejen un tratamiento de este estilo después de años con él, puesto que son medicamentos que generan adicción.  «El efecto se desgasta, lo que estamos manteniendo cuando seguimos con esa medicación es la adicción que hemos generado», afirma Torres. 

Por eso, «hay un importante rechazo por parte de los pacientes a suspender estos fármacos, a pesar de explicar que crean mucha tolerancia y mucha dependencia», añade De Miguel. 

Los expertos piden más información y concienciación 

Las adicciones a este tipo de tratamientos, que en muchas ocasiones ni siquiera hacen efecto al paciente después de tanto tiempo, «se han generado desde las consultas, desde un entorno social que le ha quitado gravedad a estos fármacos», lamenta Torres, y por eso considera que es primordial «informar desde las consultas de que no es inocuo, que eso de que los efectos secundarios apenas existen no es cierto». 

Los dos expertos consideran que para evitar llegar a estas situaciones, es necesario aprender a tratar ciertos problemas desde un punto de vista no farmacológico. 

Torres pone como ejemplo la cantidad de pastillas que se recetan para poder dormir: «Lo primero que hay que explicar a las personas mayores es que por el mero hecho de ser mayor, tus horas de sueño son menos, por mucho que quieras, y además es una estructura modificada del sueño que has tenido en la juventud o la madurez. Esto hace que el paciente tenga un concepto de ‘no duermo’ y recurra a fármacos, pero esto lo único que hace es tranquilizarlo un tiempo y durante años sigue tomando la misma dosis, cuando es imposible que ese medicamento ya les haga dormir». 

«El secreto está en la información, una acción decidida por parte de las autoridades» para cambiar esta situación, opina Torres. Uno de los objetivos del estudio galardonado por la SEMG, que perseguía «concienciar a la población, así como a los profesionales, del problema que supone este consumo excesivo que, en algunos pacientes, puede llegar a considerarse adicción».

De Miguel, por su parte, apunta a que se necesita más tiempo, porque «abordar estas recomendaciones conlleva más del tiempo que tenemos por paciente; pero no debemos pensar que es tiempo desaprovechado, sino tiempo invertido en disminuir efectos secundarios y polimedicación».

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