José Apezarena: «En España no se ha hecho un plan de marketing de la monarquía»
Además de una biografía, ‘Los hombres de Felipe VI’ , de José Apezarena, es el retrato de quienes han ayudado y formado al monarca a lo largo de su vida
¿Qué tienen en común Sabino Fernández Campo, Fernando Almansa, Alberto Aza y Rafael Spottorno? De cara a la historia, todos ellos han pasado por la responsabilidad de ser jefes de la Casa del Rey, un puesto que ahora, durante el reinado de Felipe VI, ocupa Jaime Alfonsín. En la minuciosa biografía que ha escrito José Apezarena, estas figuras sirven de punto de referencia para entender cómo han madurado el temperamento, los intereses y las convicciones del actual monarca. En Los hombres de Felipe VI (Almuzara) también descubrimos a otros personajes esenciales en su vida: colaboradores, amigos e instructores de confianza. Son los casos de su primer ayudante, José Antonio Alcina, o del jurista y catedrático que dirigió sus estudios universitarios, Aurelio Menéndez.
Con una precisión digna de un historiador, Apezarena retrata los tiempos que le ha tocado afrontar a Felipe VI y entra en áreas muy sensibles de su vida. Al lector que aprecie las clásicas historias que cuentan la transición de la niñez a la vida adulta le llegarán ecos de ese género literario en estas páginas, especialmente en aquellas que protagoniza un joven príncipe inspirado por sucesivos educadores. «Se trata de gente que ha aceptado no pasar factura», dice José Apezarena a THE OBJECTIVE. «Nadie presume de ese tipo de cosas. Han invertido tiempo, inteligencia y cariño en la educación de el Rey. Y eso se nota, porque él, a su vez, es una persona con mucho corazón».
El veterano periodista nos ofrece una biografía que invita a múltiples lecturas, algunas en clave de actualidad y otras con la vista puesta en el pasado. «Tengo la convicción de que el Rey es un desconocido», señala. «Desvelar su historia puede ayudar a entenderlo un poco más. Su personalidad es el resultado de lo que ha vivido, de lo que ha escuchado y de lo que le han enseñado».
En este repaso a la vida del monarca, el autor no renuncia a explorar episodios polémicos que han marcado nuestra historia reciente, desde la imputación de la infanta Cristina al autoexilio de Juan Carlos I en Abu Dabi. «Él lo ha pasado muy mal», explica Apezarena. «Digo en el libro que ha envejecido. Si se compara su imagen hace ocho años con otra actual, esto se ve claramente. Hubo un momento en el que le preguntaron cómo estaba, en plena crisis del caso Urdangarin, y él respondió: ‘Soy humano’. Ha sufrido mucho, pero tiene claro que su servicio al país conlleva sacrificios que para él han sido terribles, como separarse de su hermana y de su padre. Yo creo que don Juan Carlos ha entendido la situación y está aceptando ese tipo de normas que le marcan la Zarzuela y su hijo».
En buena medida, la actitud de Felipe VI a la hora de superar estas dificultades se explica mejor si observamos cómo discurrió su infancia: «Era un niño simpático, cercano y nada envarado. Muy natural y también responsable», dice Apezarena. «Desde esa etapa inicial, el Rey ha visto lo difícil que ha sido implantar la monarquía en España. Eso ha reforzado su sentido de responsabilidad».
A lo largo del libro, lleno de episodios desconocidos, José Apezarena expone al lector el papel que ha desempeñado la institución monárquica en nuestro devenir colectivo. «Yo no soy monárquico», señala. «Sin embargo, a España le viene bien una monarquía. ¿Por qué? Por su historia. Si en España no hubiera una monarquía, yo no la crearía. Pero dado que la tenemos, y que además cuenta con una historia brillantísima, protejámosla. Lamentablemente, este rey está reinando en una sociedad que ya no se acuerda de casi ninguno de esos asuntos que antes le daban a la institución un poco de prestancia. Las personas de mediana edad han olvidado la Transición o el golpe de Estado, que antes eran las bazas positivas de la monarquía. No tienen claro para qué sirve».
«El recibimiento que se da a unos reyes en cualquier país del mundo no es el mismo que recibe un presidente de la República», añade. «La clase económica lo entiende muy bien. Por ejemplo, cada vez que el Rey viaja fuera de España, lleva consigo una veintena de grandes empresarios que tienen las puertas abiertas. Y él se presta a ello. Además, ha hecho una cosa muy importante que tiene que ver con el pasado. No va a presumir de nada de lo que se consiga, ni quiere saber nada de los contratos que se cierren».
Le pregunto acerca de la presencia que tiene la monarquía en la cultura popular de países como el Reino Unido, donde el alcance de la institución se agranda ante las cámaras del cine y la televisión. «Hablamos de un país orgulloso de sí mismo y de su historia», dice. «En España nos falta esa cualidad. En Inglaterra han hecho películas espectaculares, desde El discurso del Rey y The Queen a la teleserie The Crown. De forma inteligente, la Casa Real ha facilitado el rodaje de esas producciones. Entienden que hay que estar cerca de la sociedad. En España, no se ha hecho un plan de marketing de la monarquía, y habría que hacerlo. Pero un plan de estas características requiere años de desarrollo».
Apezarena también se detiene en conjeturas muy extendidas: «Durante muchos años se ha dicho que había un pacto en la prensa para no meterse con la institución. En realidad, nadie se reunió para pactar que se ocultasen cosas, pero sí se tenía en cuenta que, durante la etapa inicial de la democracia, la monarquía era parte del proyecto. El país no estaba para muchas bromas y la monarquía no podía ser objeto de demolición, porque te cargabas el sistema. Ese respeto institucional sigue dándose ahora. Por ejemplo, en el PSOE, que es un partido republicano, saben que, hoy por hoy, todavía es conveniente el sistema monárquico, y han olvidado cosas por el bien del conjunto del país».
En términos de imagen, uno de los momentos más delicados en la trayectoria de Felipe VI fue el inicio de su reinado, en 2014. Sin embargo, pese al desgaste inicial, la popularidad del jefe del Estado ha ido mejorando. «Cuando él llegó al trono, la valoración media de la monarquía estaba por debajo del 5 sobre 10. La situación era terrible por todos los asuntos de don Juan Carlos», señala Apezarena. «Había que recuperar terreno», continúa. «En la actualidad, creo que hay una buena valoración global por parte de la población. No olvidemos el halo casi mágico que tiene esta institución. Pero a la clase intelectual o política eso no le sirve, y es entonces cuando se plantea la pregunta de si es útil la monarquía para el país. El reto de Felipe VI es convencer a los españoles de que sí lo es, y esto no es nada fácil».
El periodista resta importancia a las corrientes antimonárquicas: «Se trata de fuerzas menores. Mientras los grandes partidos se mantengan en sus posiciones, la monarquía no tendrá ningún problema. El día que alguno de los dos cambie, lógicamente comenzarán las dificultades. Creo que el Rey lo sabe. La monarquía es lo que es porque así lo quieren los españoles».
A los 54 años, tras ocho y medio de reinado, Felipe VI parece haber vivido varias vidas. Pregunto a José Apezarena por esas etapas como escolar, soldado y universitario, unidas por el hilo invisible de sus amigos e instructores. «Él ha estado en un colegio de clase media alta, Santa María de los Rosales, que no era el colegio más brillante. Se fue al Lakefield College, en Canadá, a ser uno más. En el Ejército también fue uno más».
Aunque la formación estudiantil del príncipe fue notable, su paso por las academias militares revela otro tipo de detalles que interesan al autor: «Cuando se diseñó el plan de estudios militar, dijeron a los jefes de las academias: ‘No queremos que aprenda técnicas. Queremos que conozca a la gente que está en las Fuerzas Armadas y que sea uno de ellos’. Hay compañeros que le quieren con locura, hasta el punto de que hay bastantes que se reúnen todos los años con él. No lo dicen y no se sabe, pero hay una lealtad muy potente entre ellos. Ahora la mayor parte son generales».
A la hora de tomar el pulso del país, las relaciones que Felipe VI estableció a lo largo de este periodo formativo han sido fundamentales. «Él habla con muchísima gente desde hace años», explica Apezarena. «Siendo príncipe, en la Zarzuela, citaba a gente de todo tipo: sindicalistas, políticos, gente del mundo de la cultura, catedráticos, profesionales destacados… Ha recibido una información que muy poca gente tiene de cómo es este país. Según dicen quienes han estado en esas comidas, él escucha mucho y pregunta muy acertadamente. Eso muestra que es una persona que piensa con profundidad».
«El Rey es un tipo sólido y formal, pero le gusta también, de vez en cuando, la vida no oficial», continúa. «Cuando puede, le gusta palpar la vida cotidiana. Sintoniza enseguida con la gente y, en cuanto puede, rompe el protocolo». Esta dimensión íntima y cercana del Rey es, sin embargo, difícilmente alcanzable para la prensa. «No sé si es bueno o malo, pero a veces le protegen demasiado», dice Apezarena. «Tengo la sensación de que son un poco desconfiados en su entorno. Muchos periodistas se han encontrado con que están un poco cerradas las puertas. Yo entiendo que cuando Felipe VI llegó al trono había que tener cuidado. Entiendo que al comienzo fueran con pies de plomo. Pero han pasado ya ocho años y ha llegado la hora, en mi opinión, de que el Rey vuele un poco más. Creo que le protege demasiado el equipo cercano, por sentido común, por sentido de la responsabilidad y por cariño. En ese sentido, este libro puede servir para que la gente le conozca mejor».