Omar Montes, un cante a la delincuencia y el desamor
El cantante de Pan Bendito estrena ‘Quejios de un maleante’, su álbum más flamenco, en el cual fusiona otros géneros como el reguetón y el drill
«Está todo el día en la calle, un día nos busca la ruina. Lo único que hace es pelearse y cantar, es un maleante. Déjale, si se le mete en la cabeza conseguir algo, lo hará, y luego nos tocará escuchar los quejíos de un maleante». Así empieza la «Intro» del nuevo disco de Omar Montes, Quejíos de un maleante, donde su familia —formada por su madre y sus abuelos— habla de Omar mientras cocina. Según ha declarado el artista en varias entrevistas, con la publicación de este disco pretende, principalmente, rescatar «lo más puro», el flamenco, pero buscando una estética más comercial, y valiéndose de la fusión con otros géneros como el reguetón y el drill.
«Esto hasta el día de hoy no estaba hecho». Si antes llamaba a su estilo musical «flow gitano rompediscotecas», ha decidido bautizar a este nuevo disco como «flamenco bajo mundo», puesto que habla desde la periferia, el barrio. El cantante, originario de Pan Bendito, barrio del sur de Madrid, ha rescatado esa idea de «maleante», el delincuente que nos recuerda a las películas de cine quinqui de Eloy de la Iglesia o José Antonio de la Loma, pasado por el filtro de lo contemporáneo. Para ello, se ha valido de artistas como Jairo de Remache, Farruquito, C. Tangana, Israel Fernández, Farruko, Duquende, Estrella Morente, La Tana, Juan Antonio Salazar, Juan José Suarez «Paquete», Malú y Capullo de Jerez.
Aunque se ha llegado a comparar el disco con El Madrileño, de su compañero y amigo C. Tangana, vemos que, aunque los dos guardan el espíritu de aunar colaboraciones con artistas consagrados —y referentes en común como La Tana—, son de estilos diferentes: si El Madrileño es una mirada hacia Latinoamérica, la rumba y la canción de autor española, Quejíos de un maleante conforma una mirada hacia nuestro flamenco, esencialmente, donde intercala palos como las bulerías, los tangos, los fandangos e incluso la alboreá. Sí es cierto que ya en la colaboración entre Omar Montes, C. Tangana, Daviles de Novelda y Canelita para El Madrileño, «La Culpa», se dejaba entrever el imaginario de Quejíos de un maleante.
Si nos sumergimos de lleno en el disco, de 15 pistas en total, todas acompañadas de videoclip, llama especialmente la atención —aparte de por su personal estilo— por sus letras cuidadas. La rumba «La llama del amor», el segundo track del disco, una versión de la original de Jairo de Remache junto a Omar, dice: «Sangre de mis venas tienes, tienes la llave de mi corazón, la mano que me arma y me desmonta, tienes mi risa, mi respiración, la cobertura de mi móvil tienes, el beso inquieto que te di borracho, y una navaja de Albacete corta». Además, en el videoclip, que muestra las imágenes de una boda gitana, participa el famoso bailaor Farruquito junto a su hijo Juan El Moreno. La canción que la sigue, «Bulería de los maleantes», quizá sea una de las mayores joyas del disco, la más minimalista, una bulería —palo festivo por antonomasia— a ritmo de cajón, palmas, y la voz de Omar pasada por Autotune, haciendo de cantaor en una juerga.
«Una y mil veces», la que según Omar es «la última rumba de C. Tangana», trata el tema del desamor desde una perspectiva de una fiesta en el espacio interior de una casa, donde se perciben resquicios de las letras más identitarias de El Madrileño: «Pero nada de lo que he prometido se ha cumplido, hasta las cejas estoy metido». «Placa alemana», los fandangos/sevillanas junto al cantaor Israel Fernández, es mucho más solemne: «No tenía nada, lo quise todo, no me importaba lo que costara, llega la noche en un 530 placa alemana, si dan el alto cinco chalecos por si disparan». La pegadiza «Patio de la cárcel» junto al reguetonero puertorriqueño Farruko, está grabada en una cárcel de Atlanta, junto a presos de verdad, y tiene este conmovedor estribillo: «En el patio de la cárcel hay un charco y no ha llovido, son las lágrimas de un preso, que ha entrado y no ha salido». Al final, termina con un pasaje bíblico («Efesios 6:1-3: Hijos, obedezcan a sus padres en el nombre del Señor, porque esto es justo»).
«Metío en un Lío», una de las canciones que más brillan del disco por su estilo, son unos tangos junto a Duquende, pasados por ritmo de reguetón, donde el cantaor irrumpe con el «Ay, ¡sereno!» que ya cantó Terremoto de Jerez. El estribillo de la canción dice «Dame la mano y vámonos muy lejos, por ti me quito de la mala vida, los jundunares me vienen siguiendo», que nos remite directamente a «Jundunares» de El Luis, cantante de rumba que estuvo preso en la cárcel de Carabanchel durante los años setenta. «Tú, ven a mí» es una nueva versión del clásico tema de La Tana, cuyo álbum, con el mismo nombre, fue producido por Paco de Lucía en 2005, y en el que también participaron artistas como El Piraña y Caramelo de Cuba.
«La Costanilla», junto a Juan Antonio Salazar y Paquete, son unos tangos que tratan el tema del olvido desde un ritmo festivo: «Qué largo se hace el olvido, que yo sin ti estoy perdido». La rumba «Limón» canta «Yo tiré un limón al aire y en tu puerta se quedó, y hasta los limones saben que nos queremos tú y yo», unos preciosos versos que son una adaptación de La Niña de los Peines en sus lorqueñas «Esquilones de plata», que también han cantado Estrella Morente y Enrique Morente. La Niña de los Peines, que conoció a Federico García Lorca, grabó estas lorqueñas en 1947 con Melchor de Marchena, incorporando algunas letras escritas por el poeta. Los tangos «No tengo cura» junto a Capullo de Jerez, es otro tema al desamor donde los dos cantan a la vez: «Quiero ser el baile, quiero ser la duda, quiero ser el aire cuando te desnuda». El disco termina con la rumba «Camino de la Soledad», la canción al más puro estilo Omar Montes, y toda una declaración de intenciones: «Me caí mil veces y nunca perdí la fe […] Salí del callejón sin salida, me sobraron cojones pa’ hacerlo […] Ahora me gritan Omar por el mundo entero». Tal vez, en conjunto, Quejíos de un maleante pueda ser un disco más «de nicho» en comparación con sus anteriores trabajos, pero, sin duda, es uno de los mejores discos publicados en 2022, puesto que es un proyecto propio que integra perfectamente las referencias del flamenco puro junto a los nuevos ritmos de reguetón y nuevos subgéneros del trap, además de seguir toda una narrativa audiovisual, con una simbología que aúna el tema de la delincuencia, la cárcel, la familia y el desamor.