Emily Brontë, la pasión de una heroína de nuestro tiempo
Hoy se estrena la película ‘Emily’, dirigida por la debutante Frances O’Connor, un retrato veraz de la hermana rebelde y autora de la novela ‘Cumbres borracosas’
Las tres hermanas Brontë -Charlotte, Emily y Anne- forman una suerte de universo aparte en la literatura inglesa del siglo XIX, aisladas del mundo cultural londinense en la remota Haworth, en la región de los páramos de Yorkshire. Llegaron allí con su padre, el pastor anglicano Patrick Brontë, cuando lo nombraron vicario de esa población. El padre, un hombre de letras que llegó a publicar algunos poemarios, había quedado viudo y también habían muerto en plena infancia las dos hijas mayores -María y Elisabeth-, ambas de tuberculosis por las penosas condiciones del colegio al que asistían. Entonces Patrick Brontë decidió educar a las tres restantes en casa, con ayuda de una tía soltera de las niñas que ejercía de madre. Las Brontë tenían un único hermano, el turbulento Branwell, destinado por su condición de único hijo varón a ser el orgullo de la familia. Sin embargo, no cumplió las expectativas: fracasó como pintor y en sus tentativas de escribir y sucumbió al opio, el alcohol y la autodestrucción. Le tocó interpretar el papel de maldito, de ángel caído. En el célebre retrato que pintó de las tres hermanas se observa al fondo un manchurrón de pintura. Era él, que decidió desaparecer de la obra y se borró, todo un símbolo de su destino.
El aislamiento literario de las Brontë se incrementaba por ser escritoras en una época que no facilitaba precisamente el acceso a la literatura de las mujeres. De hecho, los libros que publicaron en vida los firmaron con seudónimos masculinos: Currer, Ellis y Acton Bell. Sus novelas se mueven entre el tardorromanticismo -estaban muy influidas por la lectura de Lord Byron- y la novela gótica que había estado muy de moda en Inglaterra. Tanto Cumbres borrascosas de Emily como Jane Eyre de Charlotte son clásicos indiscutibles del XIX inglés, y a ellas habría que añadir como mínimo una novela de Anne, La inquilina de Wildfell Hall.
Sobre las hermanas Brontë ya existía una película francesa de 1979, dirigida por André Téchiné, que no está nada mal: Les soeurs Brontë, en la que Isabelle Adjani interpretaba a Emily. Se estrena ahora en cines Emily, biopic de la hermana rebelde y rarita frente a una Charlotte mucho más integrada en las convenciones sociales de la época. La película parte de una pregunta que le hace Charlotte a Emily sobre cómo escribió Cumbres borrascosas, que le provoca una intensa envidia. Lo que se cuenta a continuación es la truncada relación amorosa que supuestamente espoleó su imaginación literaria.
Una ambientación de época exquisita
Dirigida por la debutante Frances O’Connor, la película tiene una ambientación de época exquisita y ortodoxa (aquí no hay actores negros interpretando a aristócratas británicos en pleno siglo XIX como en la serie Los Bridgerton). Los ásperos parajes de Haworth están plasmados con gran vistosidad plástica, los hechos históricos están bien documentados y todos los personajes que aparecen son reales, incluido el joven clérigo Wiliam Weightman. Todo el contexto, por tanto, es veraz. Donde la directora se toma libertades creativas es en la historia de amor entre Emily y Weightman que nos cuenta. Weightman, ayudante de Patrick Brontë, era, por los datos que nos han llegado a través de las cartas de Charlotte y los diarios de Emily, un hombre contradictorio, seductor y ambicioso. La película relata como, tras entablar relación amorosa con Emily, el clérigo sufre el tormento de culpa y sobre todo el miedo a ser repudiado socialmente, y esas dudas y cobardías truncan el romance que viven en secreto.
El personaje del joven eclesiástico es, como ya se ha apuntado, real. Sin embargo, no está documentado que viviera una historia de amor con Emily y que la dolorosa ruptura fuera el motor de Cumbres borrascosas. Las fuentes documentales más bien apuntan a que la que pudo vivir algún tipo de romance con Weightman fue Anne, que aquí tiene un papel muy secundario.
Licencias históricas
¿Es legítimo tomarse esta licencia en una película que se presenta como biográfica? Toda reconstrucción del pasado histórico a través de la ficción contiene siempre -en mayor o menor medida- algún tipo de manipulación, incluso cuando se basa en rigurosos estudios como las Memorias de Adriano de Marguerite Yourcenar. En el otro extremo, recordemos que Tarantino mata a Hitler y salva a Sharon Tate en dos de sus películas y que Sofía Coppola convirtió a Maria Antonieta en una suerte de reina pop. Otro ejemplo: hace poco se estrenó en cines La emperatriz rebelde (traducción más bien idiota del mucho más certero título original: Corsage, que es corsé), nueva revisitación de otro mito, en este caso la emperatriz Sisí. Este personaje ha sido moldeado diversas veces por el cine, desde la versión romántica de las películas protagonizadas por la joven Romy Schneider hasta la mucho más desolada y madura que dio la propia actriz en Ludwig de Visconti. En el caso de Corsage, la película se permite -entre otras licencias- darle a su protagonista un final distinto al real, más acorde con la idea de mujer adelantada a su época que se quiere transmitir. Esta idea también está presente en Emily. El peligro es que el espectador no familiarizado con la biografía de Emily Brontë tome por real lo que no lo es.
La Emily de esta película (interpretada de forma muy convincente por Emma Mackey, procedente de la serie Sex Education) es veraz en el retrato global del personaje y en la reconstrucción del contexto, pero se toma licencias con algunas supuestas vivencias del personaje. Hay otra licencia, o acaso desliz, cuando aparece en pantalla la primera edición de Cumbres borrascosas, que se publicó en vida de la autora; el libro está firmado por ella, pero en la realidad no fue así, en esa primera edición el autor que figuraba era Ellis Bell, su seudónimo.
Tampoco tienen base documentada las escenas en que toma opio con Branwell (no hay constancia alguna de que ella lo llegase a probar), destinadas a convertirla en una suerte de heroína rebelde y moderna desde una mirada contemporánea. Destacan precisamente algunas de las escenas con Branwell entre las mejores de la película: las escapadas nocturnas de ambos para espiar a unos vecinos y los diálogos en la soledad de los páramos, junto con otra secuencia portentosa en la que, durante una sesión de espiritismo que organizan las hermanas con unos invitados, Emily parece poseída por el espíritu de la madre fallecida y lo que había empezado como un juego acaba en una situación tensa y espeluznante, digna de Cumbres borrascosas. Y es que esta película, que acaso disguste a los expertos en las Brontë por las libertades que se toma, tiene la virtud de saber plasmar muy bien el mundo -exterior e interior- en el que vivieron las tres hermanas y captar el espíritu de su literatura forjada con pasiones desatadas, amores imposibles, culpas, secretos y tormentos.