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Cultura

Lucía Pizzani une el mundo de la naturaleza con el arte

La artista venezolana conversa con THE OBJECTIVE sobre la unión de sus obras artísticas con la defensa y la preservación del medio ambiente

Lucía Pizzani une el mundo de la naturaleza con el arte

Obra Guaja (2021) Cortesía de la Artista. | Cortesía de la artista

La artista interdisciplinaria Lucía Pizzani, dedica su obra a unir el mundo de las artes plásticas con la defensa y preservación del medio ambiente. Radicada en Londres hace más de una década, nos narra cómo es posible crear y mantener las raíces desde el exilio.

THE OBJECTIVE se cita con Lucía Pizzani en el mercado de Brixton, un barrio londinense que en los últimos tiempos ha experimentado un arduo proceso de gentrificación. El lugar al que antes se llegaba para escuchar lo mejor de los repertorios jamaiquinos de la ciudad, ahora luce abarrotado de jóvenes estudiantes y entre sus calles podemos encontrar varios de los bares y restaurantes más punteros de la capital inglesa. Lucía se instaló en Londres desde hace quince años: «Había estudiado comunicación social en Caracas, me especialicé en audiovisuales. Siempre me interesó mucho la imagen y la fotografía». Su madre Nela Ochoa, es una de las artistas pioneras del videoarte en Venezuela y su padre es el pintor Jorge Pizzani. «Desde pequeña participaba en los performances de mi madre, e hice mucha danza contemporánea. En la universidad, fundé un grupo ecologista. Hacía mucho activismo por los yekuanas, indígenas de La Esmeralda. Luego trabajé para la ONG ambiental Provita, dedicada a la conservación de especies en extinción y proyectos comunitarios en el Amazonas, llevaba la parte audiovisual y organizaba exposiciones de arte a beneficio. Desde entonces, sabía que me interesaba unir el mundo de la naturaleza con el lenguaje de la plástica». 

Pizzani migró a Nueva York en 2001, al igual que miles de jóvenes que tuvieron que dejar Caracas por la inseguridad propiciada por la crisis política. Paradójicamente llegó justo después del atentado del 11 de septiembre: «Aun así decidí quedarme, mi primer trabajo fue en una organización ambiental que se encargaba de los zoológicos de la ciudad e hice una especialidad en Biología de la Conservación en la Columbia University y cuando llegué a Londres estudié en el Chelsea College of Art and Design». A pesar de siempre haberse acercado al mundo del arte desde una perspectiva medioambiental, nos cuenta que su obra fundacional al respecto fue «Rubber Man». «La hice en colaboración con el artista Hernán Mejía. Fue un homenaje al gran ambientalista brasileño Chico Mendes, quien fue asesinado en 1988. Luego comencé a explorar temas de minería».

Actualmente la temática del antropoceno ha invadido la escena artística, la Bienal de Arte de Venecia de este año otorgó el León de Oro a Cecilia Vicuña, gran activista de los derechos indígenas y la ecología. «Creo que hemos tardado mucho en darnos cuenta. Hace tiempo que debía ser el principal eje de reflexión. Las personas han recapacitado cuando ya teníamos la crisis encima, en el momento en el que más que un reclamo, es una urgencia. El espíritu crítico en torno al ambientalismo desde las artes, tiene sus primeros referentes en los años setenta. Yo admiro mucho la  obra de la artista cubana Ana Mendieta, quien fue expatriada por el régimen castrista a los Estados Unidos. La manera de implicar su propio cuerpo con la naturaleza en su obra fue verdaderamente iluminador para la época». 

Obra ‘Seres Vegetales’ en el jardín Botánico de Puerto Escondido. | Cortesía de la artista.

PREGUNTA.- ¿Con qué proyecto participó en 2022 en Venecia?

RESPUESTA.- La exposición se llamó PlanetB: Climate Change and the New Sublime, fue curada por el filósofo francés Nicolás Bourriaud y se realizó en el Palazzo Bollani. Era una colectiva de obras que intentaba reflexionar y hacer diversas lecturas sobre el concepto de lo «sublime» en plena era del antropoceno.  Participaron artistas como Ana Bella Geiger, Max Hooper Schneider, Loris Gréaud, Charles Avery, entre muchos otros.  Yo trabajé sobre los procesos zoonóticos, que son las enfermedades que pueden transmitirse entre animales  y seres humanos. Muchas de estas han sido causantes de pandemias como el HIV, el Ébola o la gripe aviar. Esta transmisión es también a causa de la deforestación de los bosques, los cuales tienen la capacidad de absorber los virus e impedir su expansión. Las imágenes que mostré enseñaban la piel de distintas especies, como armadillos o serpientes, transmitiendo esa sensación de protección o segunda piel. Intenté hacer una alegoría de aquello que necesitamos cuando los ciclos naturales se rompen». 

P.- Ha ganado las reconocidas residencias de Casa Wabi en México y la Launchpad Lab en Francia, ¿qué proyectos realizó? 

R.- En México hice una instalación de nueve esculturas en el jardín Botánico de Puerto Escondido titulada «Seres Vegetales». El espacio es muy especial, sirve de observatorio para hacer mucha investigación botánica.

P.-  ¿Y por qué eligió la cerámica como material para esta obra?

R.- Me interesaba trabajar con arcilla local, es un material con el que trabajo desde que tengo quince años. De pequeña tuve la suerte de conocer a Reina Herrera, gran ceramista y Premio Nacional de Artes Plásticas en Venezuela, desde entonces me impactó mucho la moldeabilidad de la tierra y su potencial para crear. En México también empecé a investigar rituales aztecas, ahí nació mi interés hacia el tema de las corazas. Como el Dios Xipe Totec que vestía con pieles de guerreros vencidos antes de que empezara cada nuevo cultivo de maíz. A primera vista, parecería algo sangriento, pero representa una deidad de un ciclo de renovación. Para mí también tiene que ver con la idea de la propia piel y ese estado constante de guerra en el que vivían los aztecas. En mi caso lo he experimentado hace décadas, por ser venezolana, al sentir esa dualidad de tener que seguir una vida desarraigada de mi país, con el miedo incesante de que algo le pasara a cualquier ser querido. Con la covid esta incertidumbre de peligro constante se volvió mundial. Como resultado de este proceso, surgió la serie «Acorazada,» donde se trataba de entender la naturaleza como un refugio en vez de como una amenaza. En la pandemia creo que se puso en manifiesto cómo los humanos hemos roto ciclos naturales, que tardaron millones de años en ser perfectos. 

P.- La Tate Gallery de Londres en 2021 adquirió sus obras «Textiles» y la serie «Impronta»…

R.-Sí, las obras que adquirió la Tate fueron realizadas cuando gané el Premio Mendoza en 2013, el cual me llevó a Barcelona a hacer la residencia Hangar. Ambas obras se centran en relatos históricos y literarios que giran en torno a figuras femeninas y a los continuos procesos de transformación biológica que se dan en el mundo natural. «Textiles» se compone de cuatro capullos de tela a escala humana marcados por nudos, costuras y pliegues. Para la serie «Impronta», utilicé procesos de placa húmeda de colodión del siglo XIX. Mis fotografías siempre han tenido una inquietud sobre lo tridimensional, me interesa mostrarlas como objetos. 

P.- ¿Cómo siente que ha sorteado los problemas políticos el arte contemporáneo venezolano?

R.- Creo que hay una generación de artistas contemporáneos a la que pertenezco, pese a que casi el ochenta por ciento esté en la diáspora. Se ha formado una suerte de comunidad en la que seguimos colaborando y haciendo cosas juntos. Un buen ejemplo de ello es el libro Arte Contemporáneo Venezolano Vol.2 de Villanueva Editores, que documenta la obra desde 2006 hasta 2018 de artistas venezolanos que pese a la descolocación geográfica, han seguido trabajando comprometidamente con el arte. También creo que hay una nueva generación de relevo y siempre la habrá, porque es un país muy efervescente en cuanto a inquietudes y potentemente creativo. Tenemos una historia sólida de excelentes artistas e instituciones, pese a que hoy el gobierno sólo dé apoyo a quien se identifica con el régimen.

‘Manto Refugio’. | Cortesía Cecilia Brunson Projects

P.- La Hacienda La Trinidad Parque Cultural celebró este año su primera retrospectiva… 

R.- No iba hacía muchos años a Venezuela. La muestra se llamó Tiempo Membrana y fue una revisión de quince años de mi obra. Lorena Gonzáles Inneco hizo la curaduría. Fue muy enriquecedor poder ver en conjunto toda mi producción que incluía series fotográficas, cerámica, vídeo, obras en papel y también poder hacer performance. Solo a la inauguración asistieron más de setecientas personas. Es increíble darse cuenta de que si uno no pierde el vínculo emocional con las personas, pese al tiempo y a la distancia, algo se sostiene. Creo que eso es lo que más sana, es como una forma de resistencia. Quedarse es difícil pero irse también.

P.- Actualmente sus obras se encuentran en varias salas de exposición y está a puertas de inaugurar varias muestras. ¿Cómo se organiza con todo?

R.- Trabajando mucho y me da tiempo hasta de dictar talleres de arte, como el que acabo de dar en el colegio de mi hijo. El oficio de un artista demanda mucha observación, análisis y reflexión, pero también disciplina. Actualmente tengo una obra expuesta en el espacio de arte TEA en Tenerife, es un collage con imágenes de parques nacionales  de Venezuela y de las Islas Canarias, mezcladas con semillas, plantas y arcilla. El 26 de enero estaré participando en la colectiva escultórica LUMA en Kinrise Studio de Londres y el 10 de febrero inauguro en la galería Bosse & Baum la individual titulada MARUNTÖ: in the house of spirits. Este trabajo es una continuación de la investigación que llevé a cabo con movimientos ecologistas venezolanos. En ella mostraré impresiones solares realizadas con tintas fotosensibles, utilizando vainas de semillas y hojas de Caracas y de Canaima, un territorio de la época Precámbrica donde se une el Amazonas con la sabana.

P.- Hace un trabajo muy exploratorio. Siempre mezcla materiales de las zonas geográficas donde realiza sus investigaciones.

R.- Las esculturas que mostraré en LUMA tienen huellas de árboles de Guatemala e ingleses. También hay especies locales y de Sudamérica impresos sobre estos grandes tótems. Toda mi cerámica es de Inglaterra pero la marco con un maíz traído de México. Es la idea de unir territorialidades en una sola obra. También hago talleres de plantas y arcillas donde producimos monotipos, lo empecé a hacer en Limoge en Francia. Intento también manifestar cómo los humanos y las plantas han hecho procesos de migración similares y conjuntamente. Yo tengo una colección de maíces traídos de varias partes, así como hojas o guajes. El proyecto «Seres Vegetales» lo trabajé con guajes porque «Oaxaca» significa «tierra de guajes». Siempre he trabajado con el concepto de migración. La arcilla finalmente termina siendo la extracción en pequeño de nuestra tierra, una síntesis.

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