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Cultura

Periodismo y «perspectiva de género»

Un documento presentado por el Ministerio de Igualdad quiere ‘obligar’ a los medios a incorporar la perspectiva de género en sus informaciones

La ministra de Igualdad, Irene Montero, interviene en la presentación de la Estrategia Estatal para combatir las Violencias Machistas 2022-2025. | Europa Press

En su afán por dictaminar lo que publican o dejan de publicar los medios, el Gobierno ha ido un paso más allá. Un documento del Ministerio de Igualdad, presentado la pasada semana, propone «castigar a los medios que no informen con perspectiva de género». La primera pregunta que suscita la propuesta es: «¿Qué es la perspectiva de género?» Perspectiva ya es de por sí un término confuso según a qué se aplique. Entre las acepciones del diccionario, la que podría aproximarse más es: «Punto de vista desde el cual se considera o se analiza un asunto».

En cuanto al vocablo género, que últimamente no se nos cae de la boca, vive una profunda crisis de significado.  «Grupo al que pertenecen los seres humanos de cada sexo, entendido este desde un punto de vista sociocultural en lugar de exclusivamente biológico», según la tercera acepción de la RAE. De nuevo nos encontramos con el subjetivo «punto de vista», en este caso, para más lío, sociocultural («Perteneciente o relativo al estado cultural de una sociedad o grupo social»), es decir, dependiendo de las circunstancias del momento.

Todo hace indicar que la propuesta del ministerio de Irene Montero pretende decidir el punto de vista desde el que el periodista, o el medio, informa u opina sobre el género. Es decir, el control de la línea editorial. Los medios, según el documento, deberíamos informar desde un punto de vista de género, pero ¿de qué género? Se supone que el femenino o de algún otro que no tiene por qué ser biológico. Me pregunto si, por ejemplo, el punto de vista del género masculino -aunque sea biológico-,  serviría.

¿En qué consiste la «perspectiva de género» que trata de imponer Igualdad? Porque a veces parece que es sólo un problema gramatical. El periodista que desdobla religiosamente el género (todos los ciudadanos y ciudadanas, todos lxs ciudadanxs) ¿está aplicando la perspectiva de género? En cambio, el que dice todos los ciudadanos (incluyendo hombres y mujeres) ¿estaría incurriendo en «estereotipos de género»?

Nuestros políticos tienden a enrevesar tanto el lenguaje, que cualquiera diría que pretenden que no se les entienda o, lo que es peor, confundir al ciudadano. ¿No sería más sencillo decir que los medios deberían ser más sensibles de lo que ya son con los problemas de las mujeres? Bueno, sería una recomendación legítima si fuera una recomendación, pero no. «No es una opción, es una obligación», sostiene el documento. ¿Dónde queda el artículo 20 de la Constitución? En él se recoge claramente el «derecho a expresar y difundir libremente los pensamientos, ideas y opiniones». Y si algún medio comete un delito – injuria, calumnia, incitación al odio- se le denuncia. 

Igualdad acusa a los medios de provocar «terror sexual» con las informaciones sobre la ley del solo sí es sí. Les acusa de informar que la mencionada ley ha provocado un efecto indeseado, permitiendo que  se beneficien de la rebaja de sus penas 244 condenados por agresiones sexuales; 20 de ellos, incluso, han quedado en libertad. Por ahora.

Por mucha «perspectiva de género» que quiera ofrecer en sus informaciones, el periodista no puede obviar la realidad. Ocultar los efectos indeseados de una ley, no contribuye a evitarlos. Lo único que contribuiría a evitar esos efectos, a todas luces perniciosos, sería modificar la ley, a lo que nadie se opone, salvo el Gobierno, y, es de suponer, que los que se benefician de ella.

Con cada vez más frecuencia, los políticos suelen juzgar a los medios por las chanzas y astracanadas que los particulares hacen en las redes sociales. Muy en especial en Twitter, que tanto han contribuido a fomentar los propios políticos, creyendo que era la forma de comunicarse directamente con los ciudadanos, evitando así la engorrosa intermediación de los medios, que por algo se llaman así. 

Se comienza por dictar a los periodistas la perspectiva desde la que deben informar. Y se continúa por impedir que informen de determinados asuntos. La propia delegada del Gobierno para la Violencia de Género pidió a los medios que dejaran de informar de los recursos que presentan los abogados defensores de personas condenadas por agresión sexual. No por dejar de informar sobre ellos desaparecen los problemas. No por tapar los ojos evitamos que las cosas sucedan. La triste realidad es que 49 mujeres murieron por violencia machista en 2022, la cifra más elevada desde que hay registros. Y esto no depende de la perspectiva; son datos. La prensa sólo puede dar cuenta de ello. Al Ministerio de Igualdad compete replantearse qué está fallando.

P.S. En los últimos días, hemos asistido a otros dos hechos que son síntomas claros del desprecio a la libertad de prensa por parte de nuestros políticos. En Estrasburgo, los diputados socialistas españoles fueron los únicos de su grupo en el Parlamento Europeo que se negaron  a condenar la persecución que sufren los periodistas por parte del régimen marroquí. En España, el diputado de Vox Espinosa de los Monteros acusó a Ana Rosa Quintana y a Federico Jiménez Losantos de que la «financiación de sus medios estaba en entredicho».

Igualdad propone castigar a los medios que no informen con «perspectiva de género»Igualdad propone castigar a los medios que no informen con «perspectiva de género»
12 comentarios
  1. 23xtc

    Copia de lo que dijo en 2017 Ana Bernal-Triviño en el congreso que dejo por escrito, donde señala a malos periodistas que no se comportaron con Juana Rivas como ella quería También señalo a los medios por permitirles no ser como ella quería, y la dan premios y la dejan «trabajar» como profesora de periodismo, y por ser tan buena con la perspectiva de género la premian por su labor.

    COMO HACEN CON MIQUEL LORENTE.

  2. 23xtc

    vaya parece que usted no conoce este protocolo anterior de 2021, titulada Violencia contra las mujeres y medios de comunicación, que da pautas a los periodistas sobre cómo deben tratar las informaciones relacionadas con violencias machistas y, entre ellas, exige no hablar de «denuncias falsas» ni cuestionar «el testimonio de una mujer»
    El documento pide «identificar a los agresores con nombres y apellidos cuando el tipo de caso lo permita (como se hace en cualquier delito)» a pesar de que el autor sea «presunto». Una vez haya sentencia condenatoria, apostilla, hay que «identificarlos debidamente, destacar las consecuencias e incluirlo en los titulares»….«dejar claro que las agresiones no son hechos fortuitos, motivados por impulsos, sino acciones premeditadas para humillar y ejercer poder» y «evidenciar que el agresor es un hombre legitimado por el sistema patriarcal, que sostiene la violencia machista». De acuerdo con los consejos de Irene Montero, un periodista no debe incluir ni en el titular ni en la entradilla de su noticia que el presunto agresor se ha intentado suicidar -o lo ha logrado- porque «la noticia es la agresión»…«evidenciar que el agresor es un hombre legitimado por el sistema patriarcal, que sostiene la violencia machista»….«Es necesario que se asuma y que se difunda el hecho de que el perfil del maltratador es un perfil de hombre ‘corriente’ que mata por el hecho de ser hombre con convicciones machistas, amparado en una estructura social patriarcal»…«tener presente» que las mujeres no tienen que justificar su «respuesta a una agresión sexual ni demostrar si han sufrido lesiones físicas o haber usado la fuerza»…«explicar, contextualizar y analizar, desde el respeto hacia las víctimas, centrarse en los datos de las protagonistas de cada caso y no dar voz a un posible agresor ni contribuir al relato de la equidistancia, que reduce estas violencias a problemas privados entre partes».

    El cuarto y quinto bloque examinan casos de violencia machista publicados en los medios de comunicación y muestran la evolución en la cobertura de las violencias machistas en los últimos diez años en España

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